
Las virtudes como dibujante que, muy pronto, desde los días de estudio en la Escuela Nacional de Arte, desarrolló Ernesto García Peña (Matanzas, 1949) vuelven a entregarse plenamente en la exposición El alma desnuda, abierta en la galería de la biblioteca Rubén Martínez Villena, de la habanera Plaza de Armas.
Aunque en las obras que muestra haya cuadros pintados con acrílico sobre lienzo, la herramienta que utiliza el artista para definirse es el dibujo, concebido como soporte fundamental y evidente de los restantes elementos de la composición.
De la línea fina y voluptuosa, ondulante y precisa, García Peña se vale para sugerir cuerpos, floraciones, dimensiones cósmicas. La lí-nea supera el color, trasciende la perspectiva de fondo y decide la intención predominante.
Esta progresión nos remite a una saga con entidad propia en el panorama insular de las artes visuales, sobre la cual planean las sombras aéreas de Carlos Enríquez y Servando Cabrera Moreno.
Todo viene y va de la línea inagotable que se desnuda y revela su señorío poético y las ansias líricas que el artista transmite en cada una de sus propuestas, ya sean aquellas en las que estallan conjunciones corporales u otras de índole reflexiva en las que asoma una bestia amansada o se intuye la soledad de un pianista.
Quienes han seguido superficialmente la trayectoria del creador po-drán pensar que García Peña no arriesga, incluso caerán en el espejismo de creer que no avanza en el tiempo, sin advertir que la verdadera aventura está en la depuración del estilo y la decantación de la imagen.
Si acaso tendremos que preguntarnos cuál será la próxima estación de ese viaje por la naturaleza misma del dibujo, luego de que ahora parezca que las coordenadas que anudan estilo y proyección temática hayan logrado revelar la esencia de una vocación.












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Isabel dijo:
1
13 de marzo de 2014
20:47:01
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