
Una tierna mirada hacia la infancia que sufre cualquier tipo de discriminación, abandono, tristeza, hambre, desolación, enfoca el joven artista Joan Figueroa en su exposición Haiku, abierta en la sala transitoria de la Casa Guayasamín (La Habana Vieja), con la que inicia su vida profesional en este medio luego de graduarse de pintura en la Academia de San Alejandro (2011).
Con mano diestra regala cerca de 13 dibujos (grafito/masonite) que como el nombre de la muestra en japonés, constituyen poemas breves acerca de la vida, de los sufrimientos que muchos infantes padecen en tantas regiones del globo terráqueo. De su colección de imágenes extraídas de periódicos, revistas, y también del medio digital, el creador toma aquellas en las que puede traducir a la perfección las estrofas más sensibles y hacer vibrar con sus palabras, transformadas aquí en situaciones, gestos, retratos, vivencias, donde el dolor y la miseria tocan a la puerta a cada instante en estos pequeños.
¿Vida? En esta pregunta centra su atención el pintor y la matiza con todo aquello que tiene a su al-cance para entregar, en un primerísimo plano creativo, la sensación de agresión que corroe a esos niños en sus propias entrañas. Sobre la madera, que quema por distintos lugares, nace el dibujo, con líneas que llegan desde muy adentro del alma, miradas que hablan, parpadean, observan hasta lo más profundo al espectador y que al mismo tiempo claman: ¡paz!, ¡misericordia!, ¡amor!
Palabras que parecen no tener eco en sus pequeños corazones, y que él saca a la luz, transformadas en luces y sombras, rasgos fuertes, imágenes encerradas, entre otros muchos recursos que denotan opresión y olvido.
En estos poemas visuales emerge un interesante juego de texturas y formas, que dan la sensación de tierra reseca, de zona desértica. Detrás de esos rostros y muestras de dolor hay mucho más que él trata de descubrir, y nos regala para reflexionar.
Pausado, con la serena naturalidad que da estar apegado a la Tierra (sin distinción de zonas geográficas ni de razas), ha convertido el dibujo en un método de acomodación visual para despertarse mejor al mundo. Cuenta la realidad circundante, que no es un universo cualquiera, con su peculiar malla arquitectónica de formas y tristezas. Joan Figueroa consigue atrapar, no únicamente la luz, sino también el aire que envuelve a sus personajes. A la manera de fotos antiguas, pero vigentes construye sus haiku, que en el diccionario se explica, constituyen una forma de la poesía tradicional japonesa, que generalmente se basa en el asombro del poeta ante la contemplación de la mirada.
El joven artista, en el pequeño espacio visual de sus obras, nos asombra a todos, por matizar, de forma breve, concisa y real (con sus propias manos) parte de la miseria que consume a los seres humanos, principalmente a los niños, y ocupar el don de la mirada artística con esta temática social de tan alto calibre y tanta humanidad.
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