
Con la reciente partida física del querido José Antonio de la Osa Cao, la prensa cubana perdió a uno de los periodistas más confiables, seguros y sagaces de las últimas cuatro décadas en el país.
Aunque lo conocía de antes por leer sus frecuentes artículos, entrevistas y reportajes sobre temas de salud, que casi a diario salían bajo su firma en el diario Granma, hablé con él por primera vez en octubre de 1984, cuando recién comenzaba yo a trabajar allí; en el Archivo.
De manera afable y, sobre todo, muy educada, pidió que le buscara unas fotos. Quedé perplejo cuando solicitó mi opinión para que le ayudara a escoger las dos más ilustrativas y buenas, que acompañarían la publicación de su texto. La humildad fue siempre una de las tantas virtudes del carácter del entrañable colega.
José Antonio de la Osa pertenece a los seres cuya existencia deja una huella imperecedera en quienes tuvieron el inmenso privilegio de haber sido sus amigos, compañeros de trabajo, vecinos, pero sobre todo en sus alumnos.
Persona excelente, culta, ética, apasionada, respetuosa; el hombre de la sonrisa cálida; el caballero; el sabio consejero, de impecable porte y vestir; el ser íntegro ajeno a chanchullos y zancadillas; el profesor que nunca dejó de darle los buenos días a cada uno de sus discípulos en la puerta del aula y a quienes dotó de un arma de trabajo utilísima, la taquigrafía (creó su propio método de enseñanza); el maestro que llenó de magia y amor las almas y aulas de varias generaciones de estudiantes de Periodismo en la Universidad de La Habana.
Con esas palabras evocaron su recuerdo y le rindieron tributo en las redes sociales decenas de antiguos alumnos, incluso más allá de nuestras fronteras.
Una de sus estudiantes escribió que De la Osa fue un ejemplo en el ejercicio del periodismo especializado en salud y ciencia. Pocos periodistas en el mundo pueden haber tenido tanto dominio y conocimiento de esos temas, en los cuales sentó cátedra.
Para Norma Barrios, esposa y compañera durante 38 años, entre ellos primó una relación de plena armonía, ya fuera en lo personal, profesional, intelectual o como pareja. Eran una sola persona y le agradece a la vida haber podido disfrutar de su inmenso amor por tanto tiempo.
Hasta los últimos días de su octogenaria vida, y aun cuando ya estaba imposibilitado de hablar, en ningún instante dejó de mirarla con ternura.
Su desaparición física nos priva de otro de los grandes periodistas de nuestro periódico, en el que sabía tomar al pie de la letra, con su magistral dominio de la taquigrafía, los discursos de Fidel. Siempre estará entre nosotros el reportero que dio cobertura a los más notables sucesos de la salud pública en Cuba a lo largo de más de cuatro décadas, al que muchos le agradecemos por sus enseñanzas para ejercer la profesión y enfrentar la vida.








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José Luis dijo:
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24 de abril de 2021
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