Resulta casi imposible encontrar otro lugar que guarde tantas huellas del patrimonio científico de la nación, como el edificio ubicado en la calle Cuba 460, entre Amargura y Teniente Rey, en pleno corazón de La Habana Vieja.
Antiguo convento de los padres agustinos, en 1867 una parte del inmueble le fue entregada a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, la cual se asentó allí a partir de esa fecha.
Creada el 19 de mayo de 1861, la institución tuvo como principal promotor al médico y cirujano habanero Nicolás José Gutiérrez Hernández, quien la presidió por reelección durante treinta años.
Figuras de renombre universal, entre ellas Carlos Juan Finlay, Felipe Poey, Francisco de Albear, Álvaro Reynoso, Juan Cristóbal Gundlach (eminente naturalista alemán residente en Cuba) y el padre jesuita Benito Viñes, hicieron de su sala de sesiones y pasillos un verdadero templo del conocimiento y el debate científico con rigor.
Según afirmó en una ocasión el eminente pedagogo Enrique José Varona, la entidad constituyó la mayor suma de saber que tuvo el país en la segunda mitad del siglo XIX.
Bajo su auspicio se divulgaron importantes trabajos investigativos escritos por eminentes personalidades científicas cubanas de la época en diversos campos. Baste mencionar la casi totalidad de las investigaciones de Finlay sobre la fiebre amarilla.
De acuerdo con lo reflejado en el libro Cien figuras de la ciencia en Cuba, realizado por un colectivo de autores y publicado en el 2002, esta Academia antecedió a la de México en 23 años, a la de Argentina en 13, y a la de los propios Estados Unidos de América, en dos años.
Fue organizada en tres secciones, divididas en medicina y cirugía, ciencias físicas y naturales, y farmacia. Los asuntos más debatidos por los académicos estuvieron centrados básicamente en cuestiones médicas (fiebre amarilla, cólera, viruela), y en menor medida agrícolas, zoológicas, farmacéuticas, botánicas y paleontológicas.
El inmueble acogió también el primer museo anatómico de la Isla y la primera escuela de ingeniería que tuvo la Universidad de La Habana a comienzos del siglo XX.
Como expresó a Granma el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, especialista principal del Grupo de Patrimonio de la actual Academia de Ciencias de Cuba (ACC), el emblemático edificio resultó testigo de notables acontecimientos.
“Mencionaría en primer lugar la presentación por Finlay el 14 de agosto de 1881 de su genial descubrimiento de la transmisión de la fiebre amarilla por medio del mosquito Aedes aegypti, y las apasionadas discusiones que allí efectuaron nuestros ilustres científicos en los más diversos temas.
“Imposible dejar de citar la firma allí el 11 de noviembre de 1924 del convenio fundacional que dio origen a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el agasajo ofrecido al sabio alemán Albert Einstein durante su breve estancia en nuestro país, en diciembre de 1930, y más reciente, la pronunciación por el Comandante en Jefe Fidel Castro, el 15 de enero de 1960, de sus proféticas palabras referidas a que “el futuro de Cuba tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia, un futuro de hombres de pensamiento”.
Más allá del plano científico, en el paraninfo tuvo lugar la histórica Protesta de los 13, encabezada por Rubén Martínez Villena el 18 de marzo de 1923, destacó el profesor Guadalupe.

NUEVOS BRÍOS
Al crearse la presente ACC el 20 de febrero de 1962, dicha institución pasó a radicar en el Capitolio Nacional, mientras el edificio de Cuba 460 acogió al recién constituido Museo Histórico de las Ciencias Médicas Carlos Juan Finlay, donde se conservaron los fondos documentales, bibliográficos y una colección de obras de arte, consistente en pinturas, esculturas y bustos, todas relativas a las figuras y acontecimientos de la ciencia en la Mayor de las Antillas de los siglos XIX y XX.
Justo es reconocer que también radicó en el lugar el Centro de Estudios de Historia y Organización de la Ciencia y otras dos entidades, que aunque tuvieron funciones y estructuras diferentes, velaron por el cuidado de los valores patrimoniales.
Precisa el profesor Luis Enrique que debido al progresivo deterioro constructivo, el Museo cerró al público en octubre del 2005. Tal panorama continuó agudizándose, hasta que en el 2011 el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, la propia Academia y la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, convinieron en rehabilitar el inmueble, que tiene la condición de Patrimonio Nacional y restituirlo de nuevo como sede de la ACC.
Durante la primera etapa de la inversión que culminó el pasado año, indicó, hubo que sustituir todo el techo, conformado en gran medida por vigas, pero logrando conservar el 90 % de los atributos arquitectónicos.
“Con recursos aportados por la Oficina del Historiador, y una donación concedida por la Oficina Panamericana de la Salud, pudo terminarse el vestíbulo y las dos salas principales de la biblioteca en la planta baja, así como la célebre sala de sesiones de la Real Academia, y el paraninfo o Salón de Actos (cumplió este año su centenario) situadas en el segundo nivel, además del salón dedicado a la presencia de los médicos en las guerras de independencia, y el Archivo Histórico”, aclaró el profesor Luis Enrique.
Igualmente en el tercero y cuarto piso se remozaron varios locales destinados a las oficinas del secretariado de la academia y a las destinadas a la administración. Los trabajos contemplaron la preservación del mobiliario, objetos, cuadros y documentos resguardados, fondos que están a disposición de la comunidad científica, aseveró el especialista.
Para el doctor Ismael Clark, presidente de la ACC, la custodia y conservación del patrimonio atesorado allí entraña un serio compromiso que asumen con particular respeto, pero constituye sobre todo un alto honor y una permanente fuente de inspiración para el trabajo de la institución en el seno de nuestra sociedad.
“Aspiramos que esta histórica sede se convierta no solo en espacio de encuentro y discusión entre colegas, sino también en lugar de visita y reflexión para las nuevas generaciones de estudiantes, profesionales e investigadores cubanos”, resaltó Clark.
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Jorge Zamora dijo:
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19 de septiembre de 2015
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22 de septiembre de 2015
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