
Aunque de pequeño mostró inclinación hacia la meteorología al gustarle las tormentas y llegar a construir rústicas veletas para saber la dirección del viento, la infancia de Mario Carnesoltas Calvo estuvo más influenciada por la aviación.
“Mi padre laboraba en el aeropuerto de Camagüey y después de recogerme en la escuela al mediodía, casi siempre me pedía que lo acompañara al trabajo hasta prácticamente el anochecer”.
Tan reiteradas estancias en el lugar familiarizaron a Mayito (así le llaman quienes lo conocen) con el ajetreo de los hangares y el quehacer de mecánicos, operadores de comunicaciones y pilotos. Incluso llegó a participar en vuelos de prueba, sin que la familia lo supiera.
“De tanto verlos en plena faena aprendí a utilizar la radiotelegrafía y otros instrumentos. Por mi propia iniciativa empecé a registrar en una libreta el horario de entrada y salida de cada avión que veía, el número de matrícula y el tipo de nave.
“Como también visitaba con frecuencia la torre de control, sus técnicos me enseñaron a leer el termómetro, el barómetro y a estimar el desplazamiento de las nubes”.
El casual encuentro a mediados de 1962 con un marinero que trabajaba en la estación meteorológica de la ciudad, cambia el futuro de Mayito, empeñado por entonces en ser piloto.
“Vive aún y se nombra Orestes Albernas Hernández. Era un experimentado observador meteorológico de aquella instalación situada muy cerca del aeropuerto. Me preguntó si realmente tenía interés en adiestrarme en el oficio y le dije que sí.
“Bajo su guía, aprendí a calcular la altura de las nubes, el punto de rocío, el tiempo presente, el estado de la visibilidad y el lenguaje mediante el cual eran codificados estos datos, que por vía radio telegráfica se mandaban al entonces Observatorio Nacional, perteneciente a la Marina de Guerra Revolucionaria”.
Narra Carnesoltas que después de varias semanas de preparación, en el mes de octubre del propio año y con solo 14 años de edad, hizo las primeras observaciones enviadas y firmadas por él.
“Orestes y Mario Pérez Soto, el jefe de la estación, fueron mis primeros maestros de meteorología y les debo mucho. Ambos supieron inculcarme la disciplina y el sentido de la responsabilidad en el trabajo”.
La oportunidad de involucrarse directamente a esta ciencia aparece en los primeros días de noviembre de 1964, cuando tiene lugar una visita del doctor Mario Rodríguez Ramírez a Camagüey.
“Pérez Soto le dice que yo era muy buen observador desde el punto de vista operativo, pero me faltaba preparación teórica. Rodríguez comenzó a preguntarme acerca del código usado en la transmisión de datos y se lo recité completo.
De inmediato dijo: Muchacho, ve mañana mismo para La Habana, e incorpórate al curso que estamos dando en el cuarto piso del Capitolio Nacional”.
Recuerda Carnesoltas que tomó el primer avión y al día siguiente ya estaba sentado en el aula. Faltaban apenas dos semanas para que finalizaran las clases y eso lo obligó a realizar un gran esfuerzo. Afortunadamente tuvo el apoyo de los compañeros, y logra graduarse de observador meteorológico el 20 de noviembre de 1964, con una calificación de 99 puntos.
ABRAZO DEFINITIVO
Al regresar a Camagüey, Mayito es ubicado en la estación del aeropuerto en calidad de contratado porque solo tiene 16 años. Luego de montarse allí una estación aerológica con equipos soviéticos, en 1966 se hace técnico en dicha especialidad y muestra particulares habilidades en el manejo de los globos sonda.
“Dos años después matriculo en el segundo curso para formar meteorólogos de nivel superior, impartido en la Escuela creada por Rodríguez Ramírez. Debido a la muerte de mi padre tuve que interrumpir los estudios, y me atrasé. Vine a terminarlos en la promoción de 1974, donde entre los alumnos egresados estaban los hoy reconocidos especialistas José Rubiera y Ramón Pérez Suárez”.
Hombre afable y de hablar pausado, Mario Carnesoltas lleva más de medio siglo entregado en cuerpo y alma a la meteorología, con una amplia hoja de aportes en la investigación, la docencia, y al frente de la subdirección de Servicios Científico-Técnicos, que luego se convierte en la Dirección de Sistemas Básicos, del Instituto de Meteorología, a lo largo de 18 años (1987-2005).
Dentro de sus principales estudios sobresalen los vinculados a la circulación local de la brisa en Cuba, factor que influye por ejemplo en la dirección de desplazamiento de compuestos contaminantes atmosféricos, así como los más recientes referidos a las tormentas locales severas, y al objetivo de lograr adaptar a las condiciones de nuestro país modelos numéricos foráneos de alta resolución.
Lo anterior permitiría emplearlos en futuros pronósticos a escala espacial más pequeña, es decir para poder predecir en qué localidad específica de una provincia o municipio existe mayor probabilidad de ocurrencia de un evento repentino de lluvias intensas. Tutor de numerosas tesis de maestría, doctorado y trabajos de diploma, Mayito reveló a Granma que los momentos más difíciles de su carrera ocurrieron durante el periodo especial.
“Fue una etapa de mucha tensión. Por orientaciones directas de la doctora Rosa Elena Simeón, presidenta de la Academia de Ciencias de Cuba hasta la creación del Citma en 1994, tuvimos que prepararnos para asegurar el trabajo del Instituto, aun en la peor variante de que en algún momento no dispusiéramos siquiera de un solo litro de combustible.
“Pese a las dificultades con la alimentación de los trabajadores, el deterioro de las instalaciones y la rotura de equipos, nunca se dejó de hacer una observación, jamás salió tarde un pronóstico, y ninguna estación fue cerrada. Hubo observadores meteorológicos de lugares apartados que ante la falta de electricidad, se montaban en una bicicleta o recorrían largas distancias a pie, para buscar un teléfono y enviar los datos. Son actitudes dignas de recordar”.
Considera al doctor Mario Rodríguez Ramírez como la figura clave de la meteorología cubana en los años posteriores al triunfo de la Revolución. “Con él entendí la complejidad de los procesos de la atmósfera, donde no siempre dos y dos suman cuatro”, señala.
Reconoce, además, todo lo que aprendió con Rosendo Álvarez (su tutor de doctorado), Redelio Hernández, Miguel Portela, Arnaldo Alfonso, Roberto Ortiz y otros especialistas ya retirados o fallecidos.
En opinión de Mayito, un buen meteorólogo debe vivir para su trabajo, sin reparar en sacrificios, sobreponiéndose al cansancio ante situaciones prolongadas de peligro, con plena conciencia de la enorme responsabilidad social que tiene encima.
“Deben mantenerse al día de los adelantos tecnológicos de la profesión y prepararse bien. Pero ante cualquier imprevisto que les impida disponer de la computadora y los modelos, tienen que ser capaces de observar el cielo y hacer el pronóstico sin contar con tales herramientas”.
Consultado sobre la celebración en el presente año del aniversario 50 del Instituto de Meteorología, dijo que este heredó el legado de figuras precursoras, como son los casos de Andrés Poey y Aguirre, Benito Viñes, y José Carlos Millás.
“Hoy la entidad transita por un momento de cambio generacional y confío en que los jóvenes mantengan y multipliquen los apreciables resultados de las últimas cinco décadas”.
Nacido el 2 de septiembre de 1948, Mario Carnesoltas se considera un hombre que pudo hacer realidad sus sueños. Vive orgulloso de la familia creada junto a Dinorah, la esposa inseparable por más de 45 años, y gran aficionada a la meteorología.
“Trabajaré hasta que las fuerzas me lo permitan. No soy de los que se jubilan, esta profesión es mi vida”, enfatizó.
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Freddy Cruz Martin dijo:
1
28 de marzo de 2015
08:37:57
OOsmany Ceballo Melendres dijo:
2
30 de marzo de 2015
07:54:09
María Marlen Gutiérrez Gutiérrez dijo:
3
31 de marzo de 2015
09:20:21
GLORIA dijo:
4
1 de abril de 2015
11:58:07
angela dijo:
5
1 de abril de 2015
14:28:04
Roilan Hernandez dijo:
6
1 de abril de 2015
23:23:25
Lianet Hernández dijo:
7
6 de abril de 2015
22:13:42
Deyanira T Carnesoltas Lazaro dijo:
8
7 de abril de 2015
18:06:06
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