
Apenas entraba en la adolescencia cuando el jovencito Marco Antonio Olcha Cordero descubrió su temprana vocación hacia la taxidermia, mientras estudiaba en el Instituto Edison (abarcaba desde la primaria hasta el bachillerato), en la capitalina barriada de La Víbora.
“Existía en la escuela un círculo de interés sobre esa temática, y estando ya en el nivel de secundaria básica me sumé a él, bajo la guía del profesor Jesús Arango, mi primer mentor en el aprendizaje de tan compleja disciplina, y quien supo atraerme a ese mundo de la restauración y conservación de animales para su montaje en museos y exposiciones”.
Cuenta Marco Antonio que después de pasar el servicio militar recibió un curso sobre la especialidad en la antigua sede de la Academia de Ciencias de Cuba en el Capitolio, con los taxidermistas Telmo Naranjo y José María Sotolongo, cuya duración fue de alrededor de siete meses.
Una vez que lo terminó, comenzó a trabajar en la entonces denominada empresa FauniCuba, y posteriormente en la dirección de Industrias Locales de La Habana, atendiendo los talleres donde se disecaban animales como souvenir para el turismo, fundamentalmente aquellas especies que, provenientes de la actividad pesquera, no eran comercializadas por diversos motivos.
“Realmente lo que me gustaba era la taxidermia con fines científicos, y después de trabajar en esa función por más de tres lustros, en 1995 logré entrar en el Instituto de Ecología y Sistemática, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, ocupando el cargo de especialista en Taxidermia, conservación y restaurador de ejemplares de la fauna, del departamento de Colecciones Zoológicas”.
MANOS PRODIGIOSAS
Como precisa a Granma Marco Antonio, la restauración de las diversas colecciones de animales representa un desafío bien complejo, pues en muchas ocasiones vas a trabajar sobre un ejemplar sin saber con qué material fue retocado antes, y eso puede causarle más daño que beneficio.
Asimismo, subrayó, no pocas veces han cambiado de locaciones, y de condiciones adecuadas para su conveniente almacenamiento, cuestión que el experto debe tener en cuenta con un enfoque preventivo, a fin de evitar el deterioro.
Uno de los mayores retos enfrentados por este reconocido especialista en su carrera profesional es el haber logrado restaurar casi totalmente la colección de crustáceos cubanos recopilada por el eminente naturalista alemán radicado en Cuba Juan Cristóbal Gundlach, en el siglo XIX, y depositada en el propio Instituto de Ecología y Sistemática.
“Entre las complejidades encontradas estaba el hecho de que antes de tenerla en nuestra institución, había sido intervenida en algún momento anterior por personal no especializado. También buena parte de las 74 cajas que la contienen estaban muy deterioradas, con los forros exteriores a interiores afectados por hongos”.
Manifestó que varios ejemplares permanecían sueltos, decolorados e incompletos, algunos pegados con cola de carpintero, en tanto algunos de los más pequeños se habían preservado montados en alfileres, tan deteriorados que en ciertos casos puntuales no pudieron ser salvados.
“Luego de un arduo trabajo donde aplicamos las metodologías recomendadas y los procedimientos adecuados a la práctica internacional, hoy podemos decir que las piezas de los crustáceos quedaron perfectamente conservadas y ordenadas, logrando preservar tan valioso patrimonio científico, de suma utilidad para el diseño y manejo de los programas de protección de especies, y la docencia que se imparte a los estudiantes de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana”.
Otro rescate significativo llevado a cabo por el entrevistado fue la restauración de la colección original de murciélagos de Gundlach, compuesta por 24 ejemplares colocados en 22 cajas.
“Los animales presentaban la decoloración propia de los años y la provocada por la indebida exposición a la luz natural. Muchos de ellos tenían las alas quebradas, con perforaciones producidas por insectos, y en algunos casos acompañados de apreciable contaminación fúngica”.
Según explicó el experto, las diferentes etapas del proceso incluyeron, entre otros pasos, la desinfección de cada murciélago, la limpieza con pinceles de pelo de res de diferentes medidas y soplado mecánico, la restauración con papel y pegamentos específicos, y la fumigación en una cámara con vapores de formaldehído, durante un periodo de 36 a 48 horas.
Dentro de la extensa hoja de servicios de Marco Antonio figura, además, la recuperación y conservación del cóndor donado a Fidel por el fallecido presidente chileno Salvador Allende, la de la tiñosa albina, que sirvió de inspiración a la renombrada poeta cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda para escribir la leyenda camagüeyana El Aura Blanca, y todos los ejemplares existentes en la armería 9 de abril, en pleno corazón de La Habana Vieja.
En su opinión, la restauración de animales es un arte, pues requiere de mucha habilidad con las manos, paciencia, ser muy observador, conocer de modelaje y sobre todo de biología al tener que saber con exactitud el color de los ojos de las aves, del plumaje, las posturas que adoptan, cómo cambian su apariencia en dependencia de la época del año.
Próximo al momento del retiro, a Marco Antonio le preocupa que la mencionada profesión y la taxidermia se encuentren prácticamente en vías de extinción en el país, y no exista el necesario relevo que garantice la continuidad de ambas.
Igualmente, teme que por problemas con la climatización y el control de los valores de humedad, la salvaguarda de las ocho colecciones con más de un millón de ejemplares de la fauna cubana (muchos de ellos extintos) resguardadas en el Instituto de Ecología y Sistemática, las más grandes y mejor representadas del país, esté en peligro.
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Nébuc dijo:
1
6 de septiembre de 2014
14:34:50
Snowman dijo:
2
11 de septiembre de 2014
08:44:56
Reinaldo dijo:
3
18 de septiembre de 2014
17:11:32
Mirta Vinjoy Campa dijo:
4
26 de noviembre de 2018
10:44:08
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