La mayoría de los modelos predictivos lo sugieren desde comienzos del año. Para los meses de septiembre u octubre, incluso quizás a finales de agosto, el evento El Niño-Oscilación del Sur puede quedar completamente establecido, desatando su “ira” sobre el clima mundial.
Se trata de un complejo proceso de interacción océano-atmósfera, caracterizado por un calentamiento anómalo de las aguas superficiales del mar en una amplia franja del océano Pacífico ecuatorial que se extiende desde su porción central hasta las costas de Sudamérica (El Niño), lo cual ocurre acompañado de una inversión a gran escala de los centros de alta y baja presión ubicados en el océano Pacífico oriental y occidental, respectivamente, la denominada Oscilación del Sur.
De ahí que los científicos prefieran llamar ENOS (El Niño/Oscilación del Sur) a todo el fenómeno en su conjunto, si bien el término de El Niño es mucho más conocido para las personas no especializadas en su estudio.
Resulta interesante señalar que el mencionado nombre fue acuñado hace mucho tiempo por los pescadores peruanos, quienes notaron que las aguas habitualmente frías del litoral de ese país andino se tornaban cálidas cada cierto número de años en los días cercanos a la celebración de la Navidad cristiana, es decir a la fecha del nacimiento del niño Jesús.
Ello provoca la emigración de muchas especies, entre ellas la anchoveta, afectando de forma considerable el sector de la pesca, además de provocar alteraciones sensibles en el hábitat de los ecosistemas marinos.
Si bien en los últimos 30 años el ENOS ha devenido en tema público recurrente por desatar sequías extremas en diferentes regiones del planeta, y lluvias torrenciales en otras (así sucede en varios países sudamericanos), existen registros muy documentados sobre su aparición que datan de 1470, y de varias centurias más atrás. La intensidad del evento depende de cuánto se caliente el mar por encima de los valores tradicionales en el Pacífico ecuatorial.
IMPACTOS EN CUBA

Como refiere a Granma el Doctor en Ciencias Ramón Pérez Suárez, investigador del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, desde finales de enero comenzó a incrementarse la temperatura superficial del mar en varias porciones del Pacífico ecuatorial, anomalías que durante abril y mayo fueron expandiéndose aún más hasta cubrir todo el sector centro-oriental.
Junto a lo anterior se observó un incremento de los vientos del oeste en el Pacífico occidental, condiciones que generalmente anteceden al desarrollo de un ENOS, y que prevalecieron también en junio.
Según manifestó el especialista, el principal impacto sobre el clima cubano suele producirse durante el periodo poco lluvioso del año, principalmente entre enero y abril, al aumentar de forma general los totales de precipitaciones por encima de los valores normales, unido en algunas ocasiones a la presencia más frecuente de fenómenos naturales significativos, como lluvias intensas, brotes de tormentas locales severas, e inundaciones costeras sumamente notables.
Baste mencionar lo sucedido en el invierno 1982-1983, cuyos efectos han sido hasta el momento los más importantes reportados en nuestro país a causa del bien llamado Niño “diabólico” del clima.
Durante esa temporada surgieron un total de 26 bajas extratropicales en el Golfo de México (constituye una cifra récord), varias de ellas desarrolladas a muy baja latitud, que desataron sucesivos episodios de fuertes precipitaciones con acumulados de tres a cinco veces superiores a los históricos, en particular en el occidente y centro del archipiélago.
También en marzo de 1983 hubo vientos del sur con fuerza de huracán, mientras el día 18 del propio mes ocurrió el mayor brote de tornados que haya sido reportado en Cuba, con un total de siete.
En el caso de las inundaciones costeras por penetración del mar, resulta llamativo apuntar que buena parte de las más significativas registradas en el litoral norte de la capital durante los últimos seis lustros, tuvieron lugar en años con presencia del ENOS. Así sucedió el 17 de marzo de 1983, el 6 de febrero de 1992, y el 13 de marzo de 1993, asociada esta última a la llamada Tormenta del Siglo.
Aunque el ENOS 1997-1998 fue catalogado como el más intenso del siglo XX, en la Mayor de las Antillas los daños no fueron tan violentos como se esperaba, lo cual pone de manifiesto que no siempre genera iguales efectos, aún cuando por la magnitud del aumento de la temperatura del mar en el Pacífico ecuatorial alcance el rango de fuerte.
Otro impacto sobresaliente, apunta el doctor Ramón Pérez, es que tiende a deprimir la actividad ciclónica en la cuenca del Atlántico, incluido el mar Caribe, pues genera fuertes vientos del oeste en la atmósfera superior capaces de entorpecer el desarrollo de las tormentas tropicales y huracanes, al impedir que la energía pueda concentrarse en la columna de aire en la altura.
No obstante, advirtió, ello no implica que sea nula la probabilidad de que un ciclón tropical afecte al país, de ahí la necesidad de no bajar la guardia y aplicar con suficiente tiempo las medidas dirigidas a reducir las vulnerabilidades, y proteger la vida y los recursos de la economía.
Subrayó el experto que todavía es prematuro decir cuán fuerte será el nuevo evento en fase de gestación, y menos aún prever desde ahora sus efectos sobre el clima cubano para el venidero semestre noviembre-abril, por eso el Centro del Clima se mantiene al tanto de su evolución y emitirá con carácter mensual las informaciones correspondientes.








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charly dijo:
1
5 de julio de 2014
18:12:22
Luis Norberto Celis dijo:
2
7 de julio de 2014
18:28:14
Carlos Solis Garcia dijo:
3
16 de agosto de 2014
08:16:39
Jose Armando dijo:
4
17 de agosto de 2014
15:44:53
Randy dijo:
5
9 de septiembre de 2014
15:12:12
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