Luna respondía con cariño cuando los vecinos la llamaban para darle comida en una comunidad de La Habana Vieja, por donde deambulaba luego de que su dueña la botara a la calle. Entre todos la cuidaban y alimentaban, hasta que un día la dejaron de ver frecuentando el vecindario. Apareció tirada en una esquina luego de un par de semanas. A un entrenador de perros de pelea de la zona le pareció que ya la había utilizado suficiente; su cuerpo, desnutrido, exhibía mordidas, cortes y magulladuras.
Karla Llanes la recogió de la calle y se la llevó a su casa para curarle las muchísimas heridas. «No pude hacer casi nada por Luna, se me murió al día siguiente», cuenta con tristeza.
Luna no era así, no como me muestra Karla en la foto que le hizo pocas horas antes de morir. Antes era una perrita blanca, de orejas carmelitas, activa, de ojos vivos. Luego de servir de carne de cañón para los entrenamientos previos a un combate a muerte entre dos perros de pelea, Luna no pudo volver a caminar.
En la foto está tumbada en el suelo, con marcas de la cinta adhesiva con la que sellaron su hocico para que no pudiera defenderse ni herir al atacante. Su pata derecha delantera luce deshecha por los cortes para que tampoco pudiera huir, y que nunca le atendieron. La usaron por su tamaño (era un poco más grande que los satos corrientes), hasta que ya era inservible.
«Hice esta foto para enseñarle, a quien le interesara, las atrocidades que puede hacer un hombre, único responsable de educar y entrenar perros para matar», dice.
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Hay mucho sadismo y peligrosidad en el mundo de las peleas de perros. Empezando por los entrenamientos.
El animal –en este caso el hombre, el dueño– desde que tiene al cachorro en sus manos, lo prepara para soportar el dolor. Lo vi yo con mis ojos cuando uno, sentado en el contén, le apretaba las orejas a un pitbull de un par de meses de nacido. El animalito –el perro, esta vez– no hacía más que chillar, mientras una comitiva de «consortes» veía el espectáculo, con naturalidad.
Cuando están más crecidos los llevan a correr, atados a una bicicleta o con cinturones de plomo amarrados al cuerpo, varios kilómetros diarios (lo que no quiere decir que a todos los que se ven por la calle de esa forma los estén entrenando para pelear).
Entre otras prácticas, también les ejercitan la fuerza de la mordida colgándolos por varios minutos de una goma o soga –solo con la fuerza de su mandíbula–, les hacen entrenar sus ataques con gatos y perros callejeros, como Luna, o los dejan en espacios aislados de la comida, del contacto humano, del afecto…
En el último año se ha reportado una disminución en la incidencia de este fenómeno –que no es un problema típico de nuestra sociedad ni ocurre en todas las provincias del país–, a partir de una mayor prevención y enfrentamiento, aseguran a Granma funcionarios de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) del Ministerio del Interior.
Las vallas o casones para los combates suelen montarse en espacios alejados de las comunidades, explican, casi siempre en municipios periféricos y en lugares de difícil acceso, algunos de ellos propensos a la antisocialidad. Allí los implicados apuestan y ganan grandes sumas de dinero.
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En Cuba existen varios mecanismos legales que permiten evitar la impunidad de quienes entrenan, organizan, apuestan y recepcionan dinero durante las peleas clandestinas de perros.
Hoy la policía enfrenta el maltrato animal, sobre todo el más representativo, el que más la población repudia, comentan funcionarios de la pnr, y ejemplifican el caso del hombre que quemó a un cachorro vivo, dentro de una caja, en Manzanillo, Granma, quien fue procesado penalmente por el acto de horror que escandalizó las redes sociales en mayo del 2017.
Del mismo modo, se han desarticulado cadenas delictivas asociadas a las peleas clandestinas de perros, aseguran los especialistas.
En estos casos, los cargos se aplican contra las redes de individuos, históricamente conformadas por los dueños de los animales feroces, entrenadores, testigos, jueces del combate y organizadores, que se encargan de pactar las peleas y administrar las vallas. Contra ellos se aplican medidas severas sobre la base de lo establecido en nuestro Código Penal, en correspondencia con la tipicidad delictiva.
De acuerdo con los niveles de responsabilidad en la comisión del delito, se ha actuado mediante el decomiso de medios o productos utilizados en la actividad ilícita (vehículos, viviendas y dinero de las apuestas).
También, se tiene en cuenta que las vallas o casones donde se echan a pelear a los perros no hayan sido construidos con materiales de dudosa procedencia.
Al resto de las personas –que pueden ser, por ejemplo, simples espectadores–, se les aplican otras medidas, como actas de advertencia, multas, según la reincidencia.
La rigurosidad de estas medidas y los modelos de actuación de la pnr –con el ajuste de las variantes de vigilancia y patrullaje en los diferentes lugares donde estaban ocurriendo las peleas y entrenamientos–, han frenado el fenómeno considerablemente, explican.
En la labor profiláctica, que significa prevenir que ocurran hechos como este, la advertencia oficial es el primer paso. Cuando el individuo se convierte en reincidente, la ley permite actuar con mayor rigurosidad. La pelea de perro es penalizada siempre que se pueda demostrar que sus implicados la organizaron con fines de lucro, o utilizaron materiales robados o comprados de manera ilícita.
El impacto que genera en nuestra población este tipo de violencia hace que el Gobierno le dé una atención diferenciada. Por eso, siempre se busca la mayor cantidad de elementos probatorios contra las personas involucradas, para que así los tribunales puedan aplicarles sanciones severas, aunque eso implique riesgos y una investigación profunda, aseguran los especialistas.
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Los perros que se entrenan para matar no hacen distinciones. Se les tiene a escondidas, alejados del resto de la comunidad, pero no significa que, en un descuido, no puedan salir del aislamiento y atacar a niños, ancianos, a cualquier persona o mascota del barrio... Por eso, muchas veces, teniendo en cuenta los niveles de agresividad que pueda tener el perro, la policía procede al decomiso del animal, de conjunto con las instituciones relacionadas con el tema, como Zoonosis.
No obstante, Karla Llanes, la muchacha que acompañó a Luna en sus últimas horas de agonía, recuerda la historia de un señor que hace unos años recogió a un pitbull de las calles, abandonado luego de un combate, mal herido y moribundo. «Él cuidó del perro, sanó sus heridas, le dio de comer, le dio afecto… Sobrevivió, y cuentan que hoy es un perro manso, cariñoso. La rehabilitación de esos animales no es un imposible», opina.
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El momento de las apuestas es uno de los más tristes dentro de una pelea de perros, si es que puede decirse que hay un momento menos brutal dentro de tanto sadismo. Dueños y espectadores se gritan entre ellos, el banquero con la plata en el bolsillo piensa cuánto dinero perderán los que apostaron al perro que acaba de soltar una oreja, o un pedazo de piel, el que está más débil...
Los que apuestan ponen dinero en cada perro, en el suyo, y en el otro. Buscan siempre la manera de ganar. En ese mundo, no importa el sacrificio de un animal que no eligió morir como un perro.
Es deshumanizante atacar a los más débiles. Por eso, actos como estos no quedan impunes. La violencia es una sola. Quien comienza agrediendo a una mascota, es muy difícil que no termine haciéndolo también contra un ser humano.
MEDIDAS PENALES Y CONTRAVENCIONES QUE PUEDEN SER APLICADAS A PROPIETARIOS DE PERROS FEROCES
Del Código Penal
a) Artículo 219.1: El banquero, colector, apuntador o promotor de juegos ilícitos es sancionado con privación de libertad de uno a tres años o multa de 300 a 1 000 cuotas o ambas.
Del Decreto 141/1988:
a) Artículo 1: Contraviene el orden público y se le impondrá la multa y demás medidas al que tome parte de cualquier clase de juego de azar, sin tener la condición de banquero, colector o promotor, con el propósito de lucrar (una multa y decomiso de los medios utilizados).
b) Artículo 2: Contraviene las normas de la seguridad colectiva y se le impondrá la multa y demás medidas a quien deje sueltos en zonas públicas, vías urbanas, áreas comunes de edificios multifamiliares o introduzca en establecimientos comerciales o de servicios, perros u otros animales mansos, domésticos o domesticados que puedan causar daño o molestia.
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yvette dijo:
81
21 de febrero de 2019
14:18:42
Jisselle dijo:
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Julio Carrillo dijo:
83
21 de febrero de 2019
15:11:58
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21 de febrero de 2019
15:45:37
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DariSara dijo:
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21 de febrero de 2019
20:12:27
Jenny Calvo Louis dijo:
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22 de febrero de 2019
08:20:51
VIÑA dijo:
88
18 de noviembre de 2019
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20 de noviembre de 2019
20:18:59
Raquel dijo:
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10 de marzo de 2020
15:44:02
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