PARÍS.–Llegó el día. Desde el 2 de agosto de 2021 no se subía al colchón de competencia. Algunos, aquel mismo día en la capital japonesa, cuando logró su cuarta corona olímpica y dijo que estaría aquí, dudaron, y se preguntaron por qué no se retiraba con toda la gloria.
Pero Mijaín López Núñez estaba seguro de que no había nacido el luchador que lo podía vencer, y lo acaba de demostrar en la noche parisina de este 6 de agosto de 2024, exactamente 20 años después de que en Atenas-2004 se quedara sin medallas.
«Oh, ha pasado el tiempo, pero fíjate que recuerdo aquellos Juegos con mucho cariño. Acuérdate lo que le dijo mi entrenador, entonces Pedro Val, al fotógrafo que trabaja contigo, que se iba a cansar de hacerme fotos con la medalla de oro. Es que somos hijos de esa Cuba que no se rinde, que convierte los reveses en victorias.
«No me comparo con nadie, pero yo me propuse hacerlo, y estoy orgulloso de haberlo alcanzado; no por mí, sino porque soy feliz por haberle entregado esta obra a mi pueblo.
«Dice el Presidente Díaz-Canel que yo soy historia, pero lo que verdaderamente soy es fruto de la historia de mi país. Nada es más grande que eso, no hay inspiración que llegue más al pecho de un cubano que la de su gente».
Él estaba convencido de que lo lograría. Más allá de su fortaleza hercúlea, de su maestría deportiva –con la cual doblegó cada obstáculo en estos Juegos Olímpicos–, su fe en la victoria es infinita, y como él dice, le viene de la raíz, de las entrañas de la tierra que lo vio nacer.
Nuestro colega de Juventud Rebelde, Norland Rosendo, le pidió que definiera, en una palabra, cada uno de sus títulos olímpicos: Beijing-2008, novatada; Londres-2012, trascendencia; Río de Janeiro-2016, esfuerzo; Tokio-2020 (2021), sacrificio, y este, alegría.
Así, alegre, vivió Cuba la hazaña, que no por esperada deja de emocionar; así lo vivió París, en la sala del Campo de Marte, a la que no le cabía un alma, y las que no entraron estaban frente a una pantalla en las inmediaciones del recinto.
Cuando sonó la señal electrónica del fin del combate, todo el Campo de Marte, donde también está la cancha del voleibol de playa, rompió en un aplauso que no se puede medir en el tiempo, pues jamás terminó. Cada vez que el Gigante de Herradura pasaba por una zona, la ovación ensordecía a la Ciudad de la Luz, con el brillo del cubano.
Thomas Bach, quien no se perdió el acontecimiento, se salió del área protocolar y fue a su encuentro. Lo abrazó y le dijo: «has entrado en el Olimpo de los dioses, te felicito y te agradezco por hacer tan grande el olimpismo, a tu país».
–Hoy, con esa quinta dorada en tu pecho, ¿cómo recuerdas a dos hombres que la esculpieron: Pedro Val y Raúl Trujillo?
–Son mis segundos padres, me enseñaron esto que acabo de hacer. Pedro, especial, fue el primero; con él fui a Atenas-2004 y me hice campeón en 2008. ¿Trujillo? Supo hacer crecer esta leyenda, es increíble y sabio. Ese sí que va a extrañar los estrallones que le doy cuando gano, y como no pierdo, se pasa la vida en el colchón.
–¿Qué tanto te ayudó la presencia aquí de Héctor Milián, el gigante de Taco Taco?
–Compadre, eso es de lo más bello que me pudo pasar. Desde que yo tenía nueve años era mi ídolo. Imagínate tenerlo junto a mí, justo en este momento tan trascendental. Yo quería ser como él o mejor que él. Ese era mi sueño, y cumplirlo a su lado es la realización de ese sueño.
–¿Qué te queda de la final? ¿Habías planeado el combate así, como salió?
–Me quedo con lo que te dije cuando se acabó la semifinal. Iba a ser una final bonita y lo fue, entre dos cubanos, por primera vez en una final olímpica. Yo lo que tenía planeado era ganar, así que lo previsto se cumplió.
Después de que la pizarra selló el 6-0, y de que el árbitro le levantara su invencible brazo, Mijaín López se arrodilló en el centro del círculo del tapiz. Se quitó las zapatillas en una ceremonia conmovedora. El mejor del mundo se estaba despidiendo, y allí sembraba el más frondoso árbol de este deporte.
«Le rendí tributo a la lucha, a cada uno de los seres humanos, que son muchísimos, que han tenido que ver con este momento. A mi mamá, a mi papá, a mis hermanos, a mis amigos, a mi pueblo. Las zapatillas se quedaron donde tenían que quedarse, en el colchón, sobre el colchón, campeonas…».
–En tu larga carrera, ¿hay algún momento especial que guardarías?
–Todos, los buenos y los malos, es mucho el sacrificio como para desdeñar alguno.
Trujillo, casi sin voz, y la que le quedaba ahogada por la emoción, aseguró que «es una mezcla de alegría y tristeza, porque ya se va, ya dejó las zapatillas. No solo fueron tres medallas de oro junto a él, sino que fue él quien me enseñó a no perder». Y no pudo hablar más.
París también entró en la historia con este triunfo. Esta ciudad ya tenía una torre, la Eiffel, desde el 31 de marzo de 1889, pero desde la noche del 6 de agosto de 2024, Mijaín ha levantado otra.
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Ramon dijo:
1
7 de agosto de 2024
07:19:12
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