ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Los pichiciegos es una novela corta, intensa y devastadora, como lo fue el conflicto al que alude. Foto: Yeilén Delgado Calvo

«El pichi es un bicho que vive debajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura, un caparazón y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, le das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se queda pataleando panza arriba».

Pero los pichis son también esos muchachos, unos 25, que deciden esperar, escondidos, a que la guerra termine. Estar afuera, creen, sería la muerte segura. En la Pichicera hay al menos una oportunidad de volver a casa.

Sobreviven. Han cavado el refugio debajo de la tierra, se amontonan. Sobreviven. Cambian provisiones en expediciones nocturnas, tratan lo mismo con las tropas de su país que con el enemigo que con los pobladores. Los suyos los dan por caídos en combate. Tienen leyes propias, a veces crueles. ¿Sobreviven?

Rodolfo Enrique Fogwill (Quilmes, 15 de julio de 1941-Buenos Aires, 20 de agosto de 2010) con Los pichiciegos, su primera novela, considerada una de las mejores de la literatura argentina contemporánea, no construye un relato sobre el heroísmo.

La Guerra de las Malvinas –un conflicto de diez semanas, en 1982, entre una Argentina en dictadura y Reino Unido, que le costó la vida a alrededor de 900 personas, la mayoría de ellas jóvenes argentinos– es presentada por Fogwill despojada de todo brillo.

El libro, publicado en Cuba por la Editorial Arte y Literatura, en 2006, como parte de su colección Orbis, habla de la tierra que trepida con las bombas hasta inducir a la locura; de la incultura política de soldados que desconocen por qué luchan y también cuál es la situación real de su país; de la añoranza de esa vida en la que se puede amar, bailar, comer…

De forma incisiva, mediante una prosa ríspida y veloz, Fogwill –uno de los grandes autores contemporáneos de su país– explora sin clemencia en lo que la guerra hace con los hombres, por intermedio de esa indiferencia que se entroniza después de haber visto «más muertos y muertes que los que se podían pensar habían pasado en este mundo desde que es mundo!».

Los ruidos, un invierno feroz, el reino de lo absurdo aparecen una y otra vez; pero el gran protagonista es el miedo, ese que manda y cambia. Del estupor a la conmiseración («No hubo pichi al que no se oyera alguna vez decir “mamá” o “mamita”»), Los pichiciegos es, pese a su dureza, un viaje a la humanidad; porque lo humano no es solo aquello de lo que podemos enorgullecernos; y en las oscuridades encuentra precisamente el autor, aquí, su materia.

Con un final trágico, una estructura narrativa que reta al lector, y una corrosiva forma de contar, es esta una novela de cuyo influjo cuesta sustraerse, como pasa con todas las que valen la pena.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.