
Había una vez un maestro que llegó a Cuba. Tenía cerca de 40 años y detrás, en España, quedaba todo: su carrera, un ideario pedagógico forjado en la práctica, la familia e, incluso, un proyecto de país y de
enseñanza.
Volver no era opción, frente al triunfo del franquismo no quedaba más camino que empezar otra vez.
Herminio Almendros Ibáñez había nacido en Almansa, Albacete, el 9 de octubre de 1898, en una humilde familia. Desde joven escogió el magisterio, hasta llegar a pertenecer, según su amigo, el dramaturgo Alejandro Casona, a la raza verdadera de maestros.
En sus años españoles, y desde diversos cargos relacionados con la educación, Almendros defendió la transformación de la escuela tradicional, el valor de la escuela primaria y de la rural, y el uso de la técnica Freinet, que propugnaba la autonomía y creatividad de la niñez, y el fomento de las potencialidades de cada individuo.
Era partidario de una instrucción viva y dinámica. Años después, en Carta a un maestro de una escuela rural, afirmaría que «ninguna enseñanza será válida si se separa o no tiene en cuenta la realidad donde está ubicada».
Finalizada la contienda civil española, cruzó la frontera con Francia y se refugió con la familia de su colega Freinet; pero la Segunda Guerra Mundial lo obligó a otro destino: Cuba, donde vivió hasta su muerte, en La Habana, el 12 de octubre de 1974, hace hoy 50 años.
En la Isla tuvo que empezar una vida nueva, pero sostenida sobre los mismos intereses y principios. Ejerció como pedagogo, escritor, periodista, editor y promotor cultural. Si Oros Viejos (1949) ha supuesto un hito para muchos de sus lectores; Había una vez…cuentos y poemas para el hogar y la escuela (1946) es un clásico por excelencia de la literatura infantil cubana.
Compilado junto a Ruth Robés Masses, según lo explica el Diccionario de Obras y personajes de la literatura cubana, el volumen recoge cuentos, poemas, canciones y adivinanzas, muchos de los cuales se popularizaron en la Isla gracias a sus páginas, como La gallinita dorada, La cucarachita Martina y Pollito Pío.
Tras 1959, Herminio Almendros mantuvo una intensa actividad en el campo educativo y editorial. Gracias a su gestión al frente de la Editora Juvenil, fueron publicados textos en los cuales la función pedagógica no limitaba la calidad literaria, y clásicos como Ivanhoe, Robinson Crusoe y los cuentos de Andersen y los hermanos Grimm.
El desarrollo de la literatura para la niñez y la juventud en Cuba le debe mucho a su labor. A propósito de La Edad de Oro, notas sobre literatura infantil, es un estudio fundacional; así como especial resulta su biografía Nuestro Martí (1965). Su creencia en el valor de la palabra para formar, y toda la actividad en pos de ella, lo mantienen vivo hasta hoy.










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