ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El disfrute y la alegría caracterizaron la última jornada rumbera de Timbalaye. Foto: Ventura de Jesús García

Matanzas.–En el barrio de La Marina, cuna de grandes rumberos y sitio donde es muy natural escuchar a cualquier hora el eco de los tambores, inició ayer la jornada final de la XV edición del Festival Timbalaye 2023.

Acertada elección esa que sirve para admirar y rendir homenaje a los diferentes cultores del género, en un lugar que puede considerarse como uno de los más representativos del folclor africano y de los cultos sincréticos del país.

De tal suerte, se resalta la esencia del evento, es decir, su paso por los barrios, donde perdura la cultura de la cual se nutren las agrupaciones rumberas, como significan expertos en el tema.

En ese espacio de la ciudad tuvo lugar el recibimiento a los participantes del proyecto Timbalaye, y se presentó la academia La Rumba soy yo, garantía generacional de Los Muñequitos de Matanzas.

En el Castillo de San Severino, Museo de las Rutas de las Personas Esclavizadas, nuevo nombre a instancias de la Unesco, hizo gala de sus virtudes el Grupo Gangá Longobá, del municipio de Perico, única huella de los antiguos cabildos pertenecientes a esa dominación gangá.

Conmovido por la excelencia de la presentación, en particular por su coreografía, el intelectual Miguel Barnet dijo que es increíble cómo se mantiene a través de los años y de los siglos la pureza de esas tradiciones.

Aquellos ancestros africanos nos dejaron un legado extraordinario, agregó el también poeta y etnólogo, para luego destacar el alcance del proyecto Timbalaye, porque rescata, revive y renueva, aseguró, la memoria de nuestros ancestros y porque pone en el lugar más elevado el alma y la autoestima del cubano, presentes en los cantos y las danzas que han sobrevivido a tantos siglos.

Exaltó la riqueza cultural e histórica de Matanzas, se mostró admirado por la existencia de dicho Museo, y significó que el alma de Cuba está en la memoria, y preservarla es el mayor tributo que podemos hacer a aquellos que llegaron a Cuba esclavizados.

Como muestra de su aprecio por el Museo, con sede en la edificación más antigua de la ciudad de Matanzas, Barnet hizo entrega a Isabel Hernández Campos, directora de la institución, de una bandeja ceremonial de madera tallada, en la que niños nigerianos cargaban frutas u otras golosinas para servir a los monarcas de entonces.

Esta es una pieza de museo, de un gran valor, expresó el escritor cubano, luego de insistir en que, con África, tenemos una deuda impagable.

En el propio inmueble, Castillo Ruiz, vicepresidenta de Timbalaye, agradeció el apoyo de las provincias, con amplia participación de las casas de cultura y las direcciones de cultura. Ha sido una ruta de vida, esperanza y amor, lo cual demuestra que somos un pueblo unido y dispuesto a preservar lo que tenemos, aseveró.

 A quienes se inclinan por la rumba, la jornada le ofreció la satisfacción soñada, pues en la Casa de Cultura municipal Bonifacio Byrne, la agrupación Afrocuba tuvo a su cargo un taller práctico de bailes afrocubanos, seguido del espacio Rumba en el barrio, con la presentación de la Agrupación Rumberos de Mayabeque.

En la Plaza de la Vigía, sitio fundacional de la ciudad, se preparaba, en horas de la noche de este jueves, el cierre de Timbalaye, con un espectáculo que comprendía la participación de Rumberos de Mayabeque, Afrocuba, Proyecto Rumbateque y los legendarios Muñequitos de Matanzas.

En esta edición XV, Timbalaye incluyó en su itinerario a diez provincias, contó con representantes de México, Brasil, Italia y Colombia, y estuvo dedicada a los instrumentos musicales.

El acontecimiento cultural pronosticó, en cierto modo, «generar conciencia sobre la importancia del legado africano, promover el desarrollo del potencial endógeno sociocultural vigente en los barrios, y salvaguardar y mantener viva la rumba, el folclor y la cultura tradicional cubana».

En el Festival prevaleció el reconocimiento hacia los tambores Batá, instrumentos que caracterizan la identidad nacional cubana.

Algunos especialistas consideran que Timbalaye ha sido conveniente para adentrarse en el mágico y alegre mundo de la rumba, género de mayor progreso entre los ritmos nuestros, y componente fundamental de la salsa, según otros.

Nada, que la rumba es hija de la vida en comunidades de Matanzas, La Habana y de otras ciudades, y Timbalaye, otra vez, viene a confirmar que su corazón es la percusión en las tumbadoras, y esos sencillos cajones de madera.

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