
Un día caluroso de agosto, yendo hacia la santiaguera calle Enramadas, conocí a Bertha Armiñán, la cantante, bailarina y profesora, fundadora del Ballet Folclórico de Oriente.
Desde 1992 integró el elenco del Ballet Folclórico Cutumba, en el cual se jubiló en 2009. «Pero doy clases, cuando me lo permiten, y canto cuando me invitan», dijo a Granma esa gran mujer, quien cumplió 80 años el 22 de julio.
–¿El folclor encontró a Bertha, o Bertha al folclor?
–Bertha al folclor, porque en 1958 mis hermanos y yo fuimos al lugar donde se reunían algunos trabajadores del puerto de Santiago de Cuba, en la casa de Amada Góngora, para tocar rumba y otros géneros afrocubanos. Esa es la génesis del Folclórico de Oriente, atendido por Fidel Estrada. Yo tenía 15 años, mi hermana y yo cantábamos, y mi hermano tocaba. El grupo se fortalece y la dirección la asume Manuel Márquez, con el nombre de Canto, danzas y toques de Oriente. El 17 de julio de 1960 tuvimos nuestra primera función en el antiguo Ayuntamiento, algo imposible sin la Revolución.
–Entonces, ¿los cantos, bailes y toques son parte, o la vida misma de Bertha?
–Cuando nos presentamos en Camagüey, un periódico resaltó algo nunca visto en Camagüey: Bertha Armiñán Linares. Eso me convenció de que mi vida estaría consagrada a las tradiciones afrocubanas, especialmente al canto y las danzas. Desde entonces, mis días han estado dictados por el arte, mis compañeros son mi familia, mis alumnos como hijos.
–Además de Cuba, usted se ha presentado en otros países con un éxito enorme…
–En mi carrera tuve 35 giras internacionales, e incontables en nuestra nación.
Recuerdo con mucho cariño al pueblo español. En Valladolid tuvimos que presentarnos en varias ocasiones, y en otras oportunidades más visitamos la península Ibérica. Pero en las islas del Caribe, como Martinica, Guadalupe, Jamaica y Barbados, el vínculo con el público fue especial. En Jamaica estuvo presente nuestro Comandante en Jefe, quien, tras cada función, nos decía: defiendan siempre la cultura cubana. En una ocasión, y con sus manos sobre mi hombro, Fidel me exhortó a llevar el arte a los campesinos y sectores humildes de nuestra Patria.
–Medio siglo de trabajo profesional. ¿Faltará algo más?
–Yo me jubilé, pero no he dejado de aprender ni de aportar a la cultura santiaguera y cubana, porque yo aprendí creole o patuá en Guantánamo, y eso me permitió aportarle al Folclórico de Oriente las danzas haitianas del gagá o banrarrá, manifestaciones que se practican en Semana Santa, y lo he podido enseñar a otros, por lo que la función pedagógica me apasiona. Desde pequeña aprendí de la Tumba Francesa, y he sido defensora de ese Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Estaré cantando hasta que muera. Como soy hipertensa no puedo bailar mucho, pero tiro mis pasillos.
–El Premio Olorum por la obra de la vida de este año le corresponde a usted.
–Es un honor, y que sea en Camagüey, donde tanto me reconocieron. Iré a la Ciudad de los Tinajones en septiembre, no solo a recibir el premio, sino a mostrar, si me lo piden, el arte que llevo dentro.
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