ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Obra Las señoritas de Avignon, de Picasso.

Pablo Picasso nunca deja de inquietar ni de sorprender. El año que transcurre, en el que en diversas partes del mundo se recuerda el cincuentenario de su muerte, ha terminado siendo un canto a la vida, puesto que al despedirse el 8 de abril de 1973, en su retiro francés de Mougins, no dejó de crecer en la historia del arte contemporáneo. Se dice Picasso y nadie, entendidos o no, pasa por alto la dimensión extraordinaria de un creador que marcó la visualidad de este y de todos los tiempos.

Cuba no es excepción en la ruta picassiana. Quizá el primer compatriota en proclamar a los cuatro vientos la condición adelantada del artista malagueño haya sido Alejo Carpentier. En septiembre de 1925 daba fe de la significación de un todavía joven Picasso que asombraba por sus propuestas audaces, en las páginas de la revista Social.

En la crónica titulada El arte múltiple de Picasso, expresa: «Una composición cubista de Picasso debe mirarse como un problema plástico planteado y resuelto». Mucho también tuvo que ver el novelista con la irrupción de Picasso en el circuito expositivo habanero. A la capital cubana había llegado, para ponerse a salvo de los horrores del fascismo, el galerista Pierre Loeb. Con él, un estuche de lienzos y cartulinas enrollados, entre los que se hallaban obras de quien fue en años precedentes uno de sus artistas favoritos.   

En junio de 1942, el Lyceum del Vedado develó el secreto del cargamento de Loeb: Picasso ante la vista de los cubanos. Lo que se sabía por referencias, tomaba cuerpo en el recinto, por encima de criterios retrógrados de aquellos que no admitían a esas alturas los aires genuinos de la vanguardia. Carpentier mandó a imprimir el cartel de la exposición e invitó a José Manuel Acosta, otro adelantado cubano que se contó entre los fundadores del grupo Minorista, a realizar el registro gráfico documental.

Ochenta años después, la Fundación Alejo Carpentier, con el apoyo de la Dirección Municipal de Cultura de Plaza de la Revolución, conmemoró en 2022 aquel acontecimiento, en el mismo lugar donde se produjo (Calzada y 8, Vedado), con una exposición de reproducciones y documentos de archivo, curada por la artista Premio Nacional de Artes Plásticas 2021, Lesbia Vent Dumois.

En el itinerario cubano del artista no puede faltar su entrañable amistad con Wifredo Lam. En 1938, el sagüero marchó de la España que sufría el embate de las huestes franco-fascistas para instalarse en París. Allí conoció al pintor de Las señoritas de Avignon en su atelier de la calle Grands-Augustins. Fue tanta la familiaridad que Picasso solía presentar a Lam a los amigos como si fuera su primo.

Un aura legendaria corona esa relación. Al parecer, Lam comentó a su colega la existencia en su Sagua la Grande natal de una familia mulata de apellido Picasso o Picazo. Lo cierto fue que uno de los abuelos del inmenso creador español se estableció en la localidad del norte villareño en 1864. Más allá de este dato, lo importante es saber a Picasso y a Lam hermanados en el arte para siempre.    

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