ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda es una de las escritoras más importantes de las letras cubanas e iberoamericanas de todos los tiempos. Foto: Archivo de Granma

La atribulada existencia de la escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) merecería ser llevada a la televisión o al cine. Mucho lo agradecerían los espectadores, ya que recibirían un audiovisual tan atractivo como la ficción histórica, mediante el cual conocerían de forma detallada y amena la vida de una de las escritoras más importantes de las letras cubanas e iberoamericanas de todos los tiempos, cuya desaparición física ocurrió en Madrid, hace hoy 150 años.

Requeriría, eso sí, de la comunión de talentos supremos en el guion, la dirección y el cuerpo actoral, para obtener un producto de significativo impacto en los receptores, al proporcionarles informaciones de primera mano sobre la Avellaneda. De ese modo, podrían apreciar mejor los días felices y amargos que esta brillante mujer recorrió para poder escribir y publicar casi toda su obra, y ganarse un nombre en España.

Uno de los mayores obstáculos que allí enfrentó fue el machismo. Casualmente, el 11 de febrero de 1853 la Real Academia Española le comunica en una carta su «sentimiento» por no poder acceder a la solicitud de la Avellaneda de ingresar a dicha institución, al «mediar un acuerdo fundado en la índole de nuestro Instituto». Tal negación los privó de haber podido contar con una mujer especial, una de las mayores inteligencias de aquel tiempo en Iberoamérica.

Como creadora romántica sobresalió en la poesía, el teatro, la narrativa, los artículos culturales, el arte epistolar y las acciones culturales en España y en Cuba.

En La Habana fundó, en 1859, la revista Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello. Poemas por el estilo de Al partir, escrito al alejarse de Cuba, en 1836, revelan la sensibilidad y las dotes literarias de la entonces joven camagüeyana: ¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!,/ ¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo / la noche cubre con su opaco velo, / como cubre el dolor mi triste frente. (…) // ¡Adiós!, ¡patria feliz!, edén querido! (…). ¿Acaso presentía Tula lo que le esperaba en Galicia al integrarse a las incomprensiones de la familia de su padrastro, o a las angustias en sus relaciones amorosas con Ignacio de Cepeda y Alcalde?

No menos conocidos son los versos cuestionadores del soneto A Dios: ¿Tú me buscas, ¡oh, Dios! Tú el amor mío / te dignas aceptar como victoria / ganada por tu amor a mi albedrío? O los versos celebratorios de La vuelta a la patria (1860), escritos tras su arribo a la Mayor de las Antillas en 1859, en compañía de su esposo, el coronel y ayudante del Rey, Domingo Verdugo y Massieu, el cual había sido asignado a la comitiva del nuevo capitán general de la Isla, general Francisco Serrano: ¡Perla del mar! ¡Cuba hermosa! / Después de ausencia tan larga/ que por más de cuatro lustros/ conté sus horas infaustas, // torno al fin, torno a pisar / tus siempre queridas playas.

Significativos elogios recibió por sus obras teatrales Saúl (1846), La hija de las flores (1852), Baltasar (1858), El millonario y la maleta (1865), y tantas otras. En el ámbito de la novela fue bien conocida y estimada internacionalmente, en especial por las ficciones históricas Sab (1841) y Guatimozín (1846). Hoy, la relectura de sus obras despierta sumo interés, entre otros valores, por la defensa que hizo de la mujer. Ello explica por qué, a estas alturas, la Avellaneda requeriría un minucioso audiovisual.

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