Cargado de vibrante emotividad y de una inequívoca simbología estuvo el concierto Te doy una canción, dedicado a los 50 años del movimiento de la Nueva Trova, que tuvo lugar en la noche del pasado viernes frente a Casa de las Américas. Marcado por el esplendor de la tesis martiana en la que el Maestro afirma que «al hallar algo bello, hallamos algo de nosotros mismos», fuimos testigos de un sobrio espectáculo que, con la dirección de Jorge Gómez, se enaltece la evolución de una manifestación cultural de hondo calado en la sensibilidad del cubano.
Fue conmovedor cada momento dedicado a honrar la memoria de los miembros fundadores, debido a que sus canciones se encuentran incorporadas al excelso reservorio patrimonial de una nación que las ha avalado en su justa medida. Igualmente gratificante es la manifestación de gozo en las canciones de jóvenes trovadores a través de las figuras de Adrián Berazaín y Mauricio Figueiral, quienes responden a códigos generacionales que les son afines, del mismo modo que las del dúo de fundadores como Corina Mestre y Augusto Blanca se corresponden con el entorno cultural de su época.
La presencia en el concierto del maestro Frank Fernández marca la huella de una audacia propia de su rango profesional. Al acompañar al trovador Eduardo Sosa en la magnífica interpretación de dos temas imprescindibles como Longina, de Manuel Corona, y El breve espacio en que no estás, de Pablo Milanés, Frank asume el virtuosismo al que nos tiene acostumbrados, pero desborda cualquier expectativa posible al anunciar otra de sus propuestas. Se trata del acompañamiento a Silvio Rodríguez en el clásico de Unicornio, cuya voz aparece despojada tecnológicamente de todo soporte instrumental grabado, para nada más que escucharse el piano de Frank en vivo junto al canto del trovador.
Como esencia del significado de este cálido homenaje, el fraterno profesor Manuel Calviño, en nombre de todos los merecedores de la Moneda por los 50 años del movimiento de la Nueva Trova, al dirigirse a la audiencia allí congregada, se preguntó el porqué de habérsele otorgado dicho reconocimiento, si de joven estuvo como cantante del grupo Moncada solo por muy poco tiempo.
La respuesta la halló él al recordar que formó parte de los fundadores que, en el ya lejano 2 de diciembre de 1972, caminaron desde Las Coloradas hasta Alegría de Pío, cuyo rumbo en aquel entonces, al igual que el de ahora, no ha variado, como tampoco el de todo un pueblo agradecido por la impronta artística de los integrantes de la Nueva Trova.










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