VENEZUELA.–De La Edad de Oro se fugaron Meñique y otros, para reaparecer con antifaz de abejitas en el Ateneo Cultural de esta localidad mirandina, donde sobrevino el primer regalo: largos, nutridos aplausos de un público que, en la trama del pequeño frente al gigante, reconoce la moraleja del cuento llevado a escena: ante la fuerza bruta, unidos.
Inteligencia, amor, unidad. Ignorados alguna vez en siglos pretéritos, pero infalibles armas nuestramericanas, camino a un futuro cierto, esos valores parecieran echar raíces en la conciencia de un continente que necesita ponerle frenos al «gigante de Siete Leguas».
Estimula ver en la Colmenita Bolivariana ese despliegue de astucia, solidaridad, tradiciones, gracia, coraje. Cuando el elenco derrochó magia y virtudes sobre el mismo escenario de su alumbramiento hace 13 años: Río Chico vio multiplicado en otras dimensiones su cauce. De ese manantial ha brotado un indetenible crecimiento humano, expandido ya por todo el país.
Le dan razón en cada salida, las «abejitas», a su compatriota José Meléndez: «la Colmenita es un semillero del ser humano que necesita la Venezuela nueva; niños y niñas inmunes a símbolos foráneos».
Nuevos núcleos le han nacido al proyecto. Ya suman más de un centenar los existentes en esta nación, con cerca de 3 100 integrantes, a los que «no hay paradigma extranjero que los penetre», a decir de Meléndez. «A sus casas y comunidades llevan valores adquiridos en un movimiento, desde lo artístico reafirmador de lo humano, para preservar nuestro proyecto social».
Para Joaquín Dioquis Torres, de 25 años, y uno de los instructores del proyecto, «trabajar aquí es la oportunidad de darle a niños y niñas lo que me inculcó la Colmenita bolivariana; yo tenía 14 años cuando me recibió, y de no haber pertenecido a ella y tener a los instructores cubanos, tal vez no fuera la persona que soy».
De sus vivencias habla Yesmaelis Piñango; tenía seis años cuando llegó al enjambre, y «ha sido mi segundo hogar; me formó, me regaló amigos y una etapa muy linda; vi crecer a mi lado a niños y niñas de las casas de Paso (casa de la Patria, en Cuba); tuve instructores cubanos a los que tendré siempre en el lugar de padres».
Hoy, con 19 almanaques, Yesmaelis se dispone a estudiar Medicina; «suerte la mía, en la Universidad seguiré con profesores de Cuba».
–Una vida hasta ahora dedicada al arte, de repente rompe con él y busca la Medicina. ¿No te genera conflicto la decisión?
–No. El arte es otra medicina que aprendí de la Colmenita, me ayudará a ser mejor médico; busco la Oncología pediátrica; a mis pacientes también les daré espiritualidad y alegría.
–Intenta volar una década y media al futuro. ¿Dónde encontrarte entonces?
–Curando niñas y niños, en una sala de Oncología, y algunas veces en una comunidad; haciendo el bien.
Son huellas de la misión Cultura Corazón Adentro. Huellas de Cuba, de su labor, descolonizadora en esencia.












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