ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Obra de Oswaldo Guayasamín.

Desde hace mucho tiempo he querido escribir acerca de los artistas foráneos que nos visitan, pero desde la mirada del público que espera por ellos. Por suerte, por encima de cualquier restricción extraterritorial del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por parte del Gobierno de Estados Unidos al pueblo cubano hace 60 años, numerosos músicos de las más diversas tendencias, han hecho valer su gallardía, para obsequiarnos el arte que los singulariza en los escenarios de este país.

Hechizados por la cálida acogida, propia de nuestra hospitalidad, estos artistas se asombran del alto nivel cultural de un público respetuoso, atento al rango creativo de su entrega profesional para premiarlos con una merecida ovación.

Crecimos con la infinita dicha de disfrutar en directo de las memorables actuaciones de Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute, Paco de Lucía o Alberto Cortez, quienes incluían el destino Cuba en sus giras habituales. Sin embargo, también es verdad que generaciones tras generaciones de compatriotas, nos hemos apropiado de la obra de otros muchos músicos, solo gracias a los programas de la Radio y la Televisión cubanas, además de la circulación de mano en mano de sus grabaciones, imposibilitados de llegar a verlos en vivo. Y eso, silenciosamente, duele.

Entonces, cuando se hable del daño del bloqueo a nuestro país, hay que incluir también este daño espiritual a la sensibilidad de todo un pueblo durante tanto tiempo: no poder disfrutar a los músicos que admiramos en nuestros escenarios. Y no se trata de un reclamo a la violación per se de las legalidades estipuladas en los convenios con los artistas, sino de un sentimiento supremo que jamás debe desaparecer del alma humana por muy adelantados que lleguemos a estar tecnológicamente.

 No podemos llegar a convivir con el Tricoder, dispositivo que instalado en el teléfono, al escanear la retina y nuestro aliento permite que 54 biomarcadores identifiquen casi todas las enfermedades posibles y que, a la vez, en el plano ético de nuestras vidas se acepte como algo normal el anacronismo de que artistas interesados de actuar en Cuba no lo puedan hacer por las agresivas medidas impuestas por un gobierno que no es el de su país.

Evocamos la milenaria necesidad humana de la libertad para defender el derecho que tiene cada artista de no dejarse arrebatar el valor soberano de sus decisiones personales por causa de presiones ajenas a su voluntad. A la vez, el hecho de sentir en carne propia el reconocimiento público del pueblo cubano, representa un premio mayor que los deja sumamente impresionados. Por ejemplo, George Martin, productor de Los Beatles, visitó nuestro país hace casi dos décadas, y se marchó con una carga de euforia tal que no podía haberse imaginado previamente, nos aseguró su hijo Giles Martin. También fuimos testigos del momento de la despedida de los Rolling Stones en el terreno de la Ciudad Deportiva, en que Mick Jagger estaba con los ojos bien colorados. El día que Paul McCartney decida, finalmente, venir a tocar en Cuba con todas las de la ley, por si él no lo sabe todavía, le aseguro que será algo tan extraordinariamente significativo para su larga trayectoria, que llegará a recibirlo como una experiencia única en su vida. Además, este querido pueblo, sencillamente se lo merece.

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RAFAEL dijo:

1

9 de febrero de 2022

07:58:48


Muy buena apreciación Guille, solo me queda señalar que vale diferenciar entre los que declinan venir a Cuba, porque las presiones económicas sobre ellos son muy fuertes, pero permanecen en silencio, creo que conscientes de que se han doblegado, y aquellos otros, que para justificar se decisión apelan a los mismos argumentos de quienes los acogotan, sin tener la más puñetera idea de la realidad de Cuba. Un abrazo.

yoyo dijo:

2

9 de febrero de 2022

08:39:49


Muy cierto Guille, tu como siempre,haciendo reflexiones y comentarios tan acertados.