Un espíritu intranquilo recorre por estos días cada rincón de la sala teatro Hubert de Blanck, refugio de grandes artistas de las tablas cubanas. En los camerinos, el escenario, la luneta, el recibidor se percibe un hado místico que envuelve a los visitantes que llegan en busca de la exposición con la que se inició el 19 Festival de Teatro de La Habana, que desde el pasado 23 y hasta el 31 de octubre rinde homenaje al 90 aniversario de la directora Berta Martínez, a los 80 años de la obra Electra Garrigó, del dramaturgo Virgilio Piñera y a los 60 de Palabras a los intelectuales.
Este es un festival diferente, novedoso, podríamos decir que transgresor, pues nunca antes se había desarrollado a través de la televisión y las plataformas digitales. Entonces, a quién mejor que a Berta Martínez para dedicarle esta fiesta, a ella, maestra de la escena, símbolo del teatro cubano, «revolucionaria en la más amplia noción del término, marxista y brechtiana», en palabras de la crítica e investigadora teatral Vivian Martínez Tabares.
Vivir para la escena es la exposición que permite desandar parte de los entresijos de la trayectoria de la directora, actriz, investigadora, diseñadora y pedagoga que fue esa figura paradigmática del teatro en nuestro país.
Con la curaduría de Gabriela Reyna López, Claudia Amanda Betancourt Torres y Nancy Benítez Trueba, y el asesoramiento de Orietta Medina y Fabricio Hernández, directores general y artístico respectivamente, de la compañía Hubert de Blanck, quedó abierta al público la muestra que consta de dos espacios: uno en el lobby del teatro y otro en la planta alta.
El primero es la simulación de un camerino personal de Berta Martínez. Así, música, luces, vestuarios que utilizó en obras o diseñó, recortes de prensa, fotos, programas de mano, maquillaje, planos de luces y otros documentos, sombreros, zapatos, espejuelos, libros, su voz en off la traen de vuelta y hacen posible el acercamiento del público a la interioridad de esa creadora completa y genuina, cuyos días estuvieron volcados del todo al arte y a la transformación del ser humano a través de este.
La espada de Macbeth, otras muestras de vestuario y utilería y la presentación del documental que le dedicara Manolo Luis, conforman el segundo espacio destinado a visibilizar la versatilidad de esa dramaturga que, según el escritor Norge Espinosa, «imaginó un teatro cubano que no tuviera que bajar la cabeza ante el resto del mundo, y los aplausos conseguidos en muchos cardinales demuestran que no estaba errada (…) Su teatro fue de luz. Que así sea también el modo en que hoy la recordamos».
Esta exposición con la que se ha reflejado el arte que moraba en el interior de aquella niña imaginativa y curiosa que se convirtió en actriz y luego en directora, y más tarde en dueña del escenario, es en definitiva, una invitación a los espectadores, creadores y amantes del teatro a indagar más profundo en su vida y quehacer profesional.
Berta Martínez, Premio Nacional de Teatro, dijo adiós el 27 de octubre de 2018, sin embargo, su forma de actuar y dirigir en la escena lejos de los estereotipos, plagada de autenticidad y análisis, donde cada objeto cuenta una historia, es todavía palpable en quienes beben de ella para hacer de las tablas un espacio vivo, de ahí que su espíritu revolotee persistente no solo en el Hubert de Blanck, sino en cada sitio donde haya un teatrista cubano, donde se haga arte desde la pasión y la conciencia.












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