ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Archivo

Es el aniversario 60 de su fundación. Su nacimiento representa el tiempo de la herejía y de la revolución de la crítica, nacidas en medio de conflictos adentro y afuera; intento de alianza estratégica entre la política y el arte.

No estuvieron ajenos los dogmas que lesionaron tejidos sensibles de la cultura. El recorrido de este tiempo exige clarificar los errores para comprender el peligroso hábito de las exclusiones, o discursos lineales que no incorporen la riqueza de la vida con el doctorado de la gente anónima. Los errores pudieran perdurar o reaparecer con otros rostros si no se cuidan o cultivan las ideas, los principios.

Hoy son muchas las amenazas, los desafíos y las oportunidades, en un mundo tan diferente que deja latentes los viejos dilemas de la justicia y libertad humana.

¿Retos? Un montón: El discurso político debe adelantarse a una realidad que exige de interpretación para su transformación. Ese asunto no lo resuelven las vanguardias, sino el genio colectivo, desde el que cose un zapato, el que cierra una herida o el que lleva por corazón una mariposa y medita sobre lo invisible del mundo.

El arte y la política convergen sin perder su fisionomía. Martí lo tenía clarísimo: «La política es el arte de hacer felices a los hombres». Ello exige creatividad, vaticinio, apretujar en el mismo abrazo la estética y la ética.

Armar, o realizar la unidad, nos conduce a estimular y comprender la diferencia, respetar la mirada del otro desde la alteridad que incorpora los saberes: echar a un lado los prejuicios y las miradas por encima de los hombros. A la libertad de expresión hay que incorporar la expresión de la libertad, desde la Isegoría de la antigua Grecia: no solo se trata de decir lo que se piensa, sino decirlo bien, sin mentir, humillar o irrespetar.

Necesitamos el pensamiento esférico que registre la totalidad de los acontecimientos, sin esquematismos ni falsos dualismos. Vivimos en un mundo cada vez más vigilado y estandarizado; hay alianzas entre sentirse feliz y ser esclavos, ya las sirenas no necesitan cantar para que los compañeros de Ulises se arrojen al mar.

Es precisa la cultura de un pensamiento crítico que enfrente, desde otras alternativas, la colonización mental advertida por Martí en el Ensayo Nuestra América.

Aunque para algunos sea difícil comprenderlo, la hegemonía de Estados Unidos cede terreno; también ante el coloso vecino hay que alzar nuevos discursos, ahondar en sus mejores valores y representantes como lo hizo Martí en el siglo XIX. Observar atentamente aquella imagen que no disminuía su visión antimperialista: «De virtudes y defectos son capaces por igual sajones y latinos».

Dentro de casa andamos con nuestros defectos. Afuera es el bloqueo; adentro, el empacho. Hay que sobarse con todas las manos y gajos del monte cubano y a la cubana.

La Uneac es una casa, un país, un universo, fibras y venas de un mundo global que arde, y no puede permitir que otra vez Nerón toque la lira ante las llamas de Roma.

Un poema, una canción, un cuadro del alma humana, es mucho más que una vanguardia: Es camino de redención para advertirnos que la belleza no es la cabeza perdida de La Victoria de Samotracia. El arte, que no es panfleto, no puede olvidar echar su suerte «con los pobres de la tierra» y con los ricos de espíritu.

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