
A dos prestigiosos intelectuales cubanos, el historiador Julio César González Pagés y el novelista Antonio Benítez Rojo (1931-2005), debemos el rescate del olvido de un ser admirable: Enriqueta Favez, la primera mujer en ejercer la Medicina en Cuba, y la primera en defender públicamente su orientación sexual. Y lo más asombroso: haberlo hecho hace dos siglos, en pleno colonialismo español y en el seno de una sociedad llena de prejuicios.
En la década de los 90 del siglo pasado, González Pagés halla fortuitamente a esta figura, intuye pronto su trascendencia y emprende intensas pesquisas para rescatarla, las cuales concluyen en su libro Por andar vestida de hombre (Ed. de la Mujer, 2009). La monografía registra la fragmentaria vida de la suiza Henriette Favez, quien llega a la Isla en 1819 vestida de hombre para ejercer aquí como médica (profesión prohibida entonces a las mujeres), expone el sonado «affaire» de la joven cuando descubren su sexo real, y la osadía de haberse casado con otra mujer. Refiere, además, los brutales castigos que le infligen. Por último, la obra establece, por primera vez, con el apoyo de expertos policiales cubanos, la imagen de la Favez, logro inestimable de la nueva historiografía insular.
En similar periodo, y sin saber que un compatriota suyo indagaba sobre análogo tema, el novelista Benítez Rojo seguía en Estados Unidos los borrosos pasos de la Favez. Una visita de trabajo lleva a González Pagés a este país, y un día, por puro azar, toma el propio tren donde viaja Benítez Rojo. Sin embargo, nada hablan de Enriqueta ni imaginan que la misma mujer sería la protagonista de sus libros respectivos.
Poco después, en 2001, Benítez Rojo presenta Mujer en traje de batalla (Alfaguara), una de las novelas más hermosas de la literatura cubana contemporánea, centrada, también, en la atribulada existencia de la Faber (González Pagés demuestra que el apellido es Favez), la cual cuenta esos avatares en forma de memorias dictadas a una secretaria.
El relato comienza por el último tramo de su vida, cuando sale desterrada de La Habana hacia Nueva Orleans a bordo de la goleta Collector. A partir de ahí, y aprovechando las escasas informaciones sobre Enriqueta, la ambigüedad genérica de las memorias y los poderes de la ficción intrahistórica, a cuya poética se adscribe el texto, el autor (singular dilema técnico) permite a la narración retroceder y avanzar en el tiempo, llenar vacíos, allanar pistas dudosas, develar ideas encubiertas o erróneas, todo con el fin de mostrar a los lectores la valentía y entereza del personaje, ya que en momentos impensables para una mujer, ella «desafía al mundo, lucha contra los prejuicios sociales y culturales (…) y se abre camino en campos vedados a la mujer de entonces: la medicina, la guerra, la libertad sexual».
De este modo, a través de seis partes tituladas Robert, Maryse, Fauriel, Nadezhda, Christopher y Juanita, la ficción narra los lances amorosos y eróticos de Henriette, las emotivas escenas junto al tío que la adoptó tras su orfandad, la pérdida de un hijo y su mudanza en «hombre» para poder estudiar Medicina en París (se gradúa de Médica a los 20 años), su incursión en Rusia y España con el ejército de Napoleón y, más tarde, su arribo a Baracoa, donde labora como médica, ayuda a los más pobres, y se casa con otra mujer, siempre vestida de hombre o en traje de batalla. Por último, la ficción recrea el atronador litigio que la prensa de ese tiempo denominó «el escándalo del siglo», juicio que la novela, como el abogado de Enriqueta en la causa, voltea para visibilizar las injusticias de un siglo y la verdadera esencia de una mujer excepcional.
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Aldo dijo:
1
21 de abril de 2021
11:37:35
Liliana Lam Hernández. dijo:
2
21 de abril de 2021
13:58:03
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