ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La pandemia del coronavirus, que ha asolado a una parte considerable del universo como preámbulo de lo que está por venir, nos recuerda a otras –que lejanas o cercanas en el tiempo igual de agresivas–, despertaron en la humanidad las alternativas creadoras en pos de salvar, al mismo tiempo, el cuerpo y el alma.

El arte, como forma de eludir la muerte precoz, ha contribuido desde tiempos inmemoriales a sosegar el ánimo del hombre ante desastres sanitarios de tamaña calamidad. Recordemos a los jóvenes del Decamerón, que se refugiaron en una mansión rural de la Florencia del Prerrenacimiento y se salvaron de la abulia y del holocausto gracias a la maestría de narrar cuentos llenos de malicia, de picardía, de humor y de sátira, con los que ridiculizaron a las instituciones más severas de la sociedad, y con los que comenzaron a desdibujar el mundo medieval italiano.

El hecho de que la familia cubana haya estado viviendo, desde los años iniciales de la década de los 60 del pasado siglo, una revolución sociocultural, le ha valido en su preparación para tales contingencias. Dentro de esas transformaciones se encuentran las relacionadas con la vida cultural del país. El acercamiento al arte, en todas sus manifestaciones, y a la literatura, ha sido decisivo en su lucha perenne por la vida. Ambas han contribuido a desarrollar armónicamente a un ser humano moldeado en la voluntad de no dejarse derrotar ante malaventura alguna.

Quedarse en casa, como premisa esencial de un protocolo de salubridad para evitar, en todo lo posible, un contagio masivo y, por tanto, la redimensión del dolor ante la muerte –esa cabezona que siempre está al acecho–, no significó la nulidad de la alegría; encarnó, en todo caso, un poner a prueba el talento cultural de la Isla para aliviar el estrés ante el miedo a la infección.

El año 2020 nos ha deparado, es verdad, pérdidas de figuras excelsas de la cultura, la política, la ciencia y el deporte, tanto dentro como fuera de la Isla; pero hizo posible, asimismo, que actores, cineastas, músicos, bailarines y escritores por un lado, y medios como la televisión, la radio y el teatro, e instituciones como la UNEAC, la AHS, Educación, Salud, el MININT y las FAR, acoplaran sus esfuerzos con el fin de salvaguardar la existencia humana.

En formato online han llegado al público, resguardado en sus hogares, propuestas muy interesantes que demuestran la voluntad y la generosidad de los agentes de la cultura nacional: conciertos, puestas en escena, festivales de danza, promoción de lecturas y audiovisuales de excelente factura a lo largo y ancho del país, imposibles de cuantificar.

Otra vez Cuba, no solo se ha desvelado por proteger la salud física de sus hijos, sino que los ha arropado emocionalmente, pidiéndoles a sus artistas que velen por el alma de sus compatriotas. Apegado a los más diversos recursos que la tecnología ha puesto en mano de los hombres, los grandes episodios culturales no cerraron sus puertas; todo lo contrario, las abrieron con más ingenio, pues a tiempos difíciles, alternativas pinaculares.

La cultura cubana templó sus armas en este año, con todo y su «mala leche» por ser bisiesto, y se erigió nuevamente protagonista en la batalla incesante del hombre por ensanchar su vida en el planeta.

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