Todo es ficción, pero todo sucedió

Lucha contra bandidos: La otra guerra, recientemente transmitida por la Televisión Cubana en su segunda temporada, «consiguió sentar frente a la pantalla chica a abuelos y nietos. Logró que los jóvenes admiraran el valor de personajes como el Gallo o el Nene; que rieran y lloraran con Mongo, que entendieran el dolor de esas familias divididas y que disfrutaran de los peligros afrontados por Guayacol. Convirtió el bandidismo en tema de conversación común», resaltó en diálogo con Granma, Eduardo Vázquez, su guionista principal.

Este creador de vasta experiencia menciona «la satisfacción de sentirnos útiles» como uno de los principales aciertos de esa producción audiovisual.

«Demostrar que sí se puede lograr una obra de éxito con temas históricos, incluso directamente políticos, nos deja tanta satisfacción como compromiso. No es la meta, sino otra línea de partida. ¿A qué más puede aspirar un autor que a esta acogida de tan amplio espectro? ¿Cómo reaccionar cuando el Presidente de la República cita una frase de la obra para ejemplificar otra contienda actual? La ficción ocupó de nuevo su puesto en la realidad», ha expresado el responsable, junto a Alberto Luberta y un talentoso equipo de artistas, y de producción y dirección, de revisitar el enfrentamiento a las bandas contrarrevolucionarias que se alzaron en el Escambray y en Matanzas.

Los dos guionistas, mientras investigaban para la primera temporada, acumularon información para la segunda, «sin saber que iba a existir».

Analizaron documentos, archivos, localizaron participantes del enfrentamiento contra los bandidos, «leímos los expedientes de las casi 300 bandas que existieron en el país, visitamos provincias, estuvimos en lugares de acciones y donde se cometieron crímenes. Conversamos con importantes jefes de tropas, milicianos, antiguos oficiales de la seguridad y agentes, y hasta con un exalzado. También leímos parte importante de lo publicado en el extranjero, que defiende la posición de los alzados. Por eso, cuando pidieron una segunda temporada, estábamos preparados», contó.

Por otra parte, estuvieron asesorados durante las dos temporadas por el teniente coronel Pedro Etcheverry, doctor en Ciencias Históricas y subdirector del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado (Cihse), «institución sin la cual no existiría esta serie», reconoció Vázquez, quien añadió que Luis Rodríguez, combatiente de esa etapa, se sumó al apoyo brindado por el asesor histórico.

Más allá del exhaustivo proceso de investigación, el creador reconoció que lo difícil fue escribir. «La historia tiene sus peculiaridades. Una obra de este tipo no se escribe leyendo uno o dos libros.

«En la fase de investigación, el historiador está en primer plano, acumulando información, mientras el escritor vislumbra, entre fríos documentos, escenas y conflictos. Solo toma notas».  

La segunda fase del trabajo consiste en la elaboración del argumento, la creación de personajes y de subtramas. Se caracteriza, explica Vázquez, por la tensión entre realidad y ficción, entre la historia y los requerimientos dramatúrgicos. «Decides qué tomas tal cual, qué modificas y qué dejas fuera, aunque resulte interesante. La tercera etapa es la redacción de los guiones. Aquí el escritor fabula libremente».

«Siempre procuro utilizar la mayor cantidad de datos verificables, hasta lograr una zona donde los márgenes de realidad y ficción se confunden. En un tema como este, donde se muestran tantos horrores, cuidamos que cada crimen tuviera un respaldo real, fecha y lugar donde sucedieron.

«Los personajes son creaciones nuestras –confesó–, pero inspirados en una o varias figuras de la época. Otro desafío, al escribir temas históricos, es el tratamiento del tiempo y del espacio. Los sucesos aparecen dispersos. Pero no se puede olvidar que se trata de una obra que tiene que concretarse en una estructura dramática. A veces nos vemos en la necesidad de alterar elementos de la realidad. Fundimos historias con el mismo significado. Podríamos decir que todo es ficción, pero todo sucedió».

Evidentemente, Eduardo Vázquez sabe lo que hace. Basta con haber seguido LCB, en cualquiera de sus entregas, para apreciar que, a pesar de ser eminentemente histórica, la teleserie tocó fibras, movió sensibilidades y arrancó lágrimas a más de un espectador.

Usar el sentido común fue lo que permitió la aceptación de la trama. «Estoy convencido de que la historia es muy atractiva, quienes la hacen densa o no son quienes la cuentan.

«Intento presentar conflictos humanos en medio de fuertes conflictos sociales. Shakespeare dijo: “Nada satisface tanto como los sucesos excepcionales”, y eso es la historia, seres excepcionales en situaciones excepcionales. Visitar el pasado no significa desvincularse del presente.  Para el público y con el público escribo y, con ese punto de vista, busco conectar el pasado con la vida actual.

«Nunca he considerado que una obra artística vale por la importancia del tema, sino por sus logros estéticos y de comunicación. Jamás he pensado en “enseñar historia” cuando escribo un guion. Emocionar, intrigar, conmover, sí. Recrear símbolos y mitos, sí. Desempolvar hechos y personajes olvidados, también».

En el caso de LCB, es necesario verla como una sola obra que, al igual que todas las series, tiene temporadas. No pueden separarse, insiste.

«En la primera surgieron los personajes, que son el sostén de toda la obra. Desbrozó el camino, desvaneció los prejuicios de televidentes sobre este tipo de obras. La segunda temporada se abre a otras subtramas personales. Estoy muy complacido con los tres directores que intervinieron: Alberto Luberta en la primera temporada, y Roly Peña y Miguel Sosa en la segunda».

Para el experimentado guionista, LCB: La otra guerra ha representado la confirmación de que un producto audiovisual artístico «puede ser entretenido sin dejar de ser serio». El secreto del éxito de esta serie tiene un ingrediente especial, y es que: «El cubano ama su historia, los que estamos en deuda con ellos somos nosotros, los artistas». Esa deuda se preocupó por saldarla, una vez más, Eduardo Vázquez.