
Desde la página inicial, Plegarias nocturnas atrapa al lector: “Todas las ciudades tienen un olor bastante definido, pero el de Bangkok está cubierto por una densa capa de smog que lo oculta y lo hace imperceptible la mayor parte del día. Cuando al fin aparece, ya bien entrada la noche —cuando la ciudad está sosegada, cuando algo en ella se calma—, es una sustancia palpable que flota en el aire, corre por las calles sinuosas y se interna en sus más recónditos pasajes”.
Después sucede mucho más, todo marcado por el signo de la ansiedad por un encuentro entre dos hermanos colombianos que parece imposible; él, detenido en la capital tailandesa por presunto tráfico de drogas; ella, como si se hubiera borrado del mapa de un país dominado por la violencia. En el medio, como pivote del edificio narrativo, la voz del cónsul colombiano en Nueva Delhi, quien no solo asiste al desventurado Manuel sino se impone conocer el destino de Juana.
Mediante Plegarias nocturnas (2012) supe que Santiago Gamboa era un escritor de pegada, un excelente contador de historias. Pero que además era de esos escritores que al escudriñar la realidad tratan de encontrar resquicios que induzcan al lector a mejorarla.
A este bogotano cosmopolita de 50 años, de espíritu trotamundo pero en modo alguno desligado de su entorno original, Casa de las Américas lo ha invitado a formar parte del jurado del Premio Literario 2016 en el género de cuento. Y también para que este lunes 18 pronuncie en esa institución las palabras de puesta en marcha del certamen.
Sería bueno que el lector cubano accediera a otros textos de Gamboa, como por ejemplo Perder es cuestión de método (1997), novela que conjuga los atributos de la narración policial con la exploración social en una nación atribulada. Es muy probable que la caracterización de Víctor Silampa, periodista de sucesos, deje una huella en la galería de personajes que se mueven en la novela negra contemporánea. Y es muy probable también que se entienda entonces por qué el recordado autor español Manuel Vázquez Montalbán haya dicho que después de García Márquez, Gamboa era el escritor colombiano que más le había interesado.
Egresado de la Universidad Javeriana de Bogotá y luego de la Universidad Complutense de Madrid, en su ficha aparece un dato curioso: la realización de estudios de Literatura Cubana en la Universidad de la Sorbona. Su primera novela fue Páginas de vuelta (1995). Perder es cuestión de método cuenta con traducciones al italiano, francés, griego, portugués, checo y alemán, y una versión fílmica a cargo de su compatriota Sergio Cabrera.
En una ocasión, Gamboa definió su poética: “Una novela es un proceso de pérdida. Uno sueña siempre con una novela grande. Y después viene la r
ealización. Y tus fuerzas muchas veces no dan. Por eso decía Flaubert que el estilo lo hacen las limitaciones. Llega un punto en que repliego la historia hasta que se adecúa a mis posibilidades y una vez que está delante para el lector tiene solo la existencia de lo que yo pude escribir y para mí está relacionado con ese gran sueño que tengo en la cabeza. Un escritor de alguna manera se esconde detrás de los libros. Es como un actor, quiere transformarse en historias, mejorar la vida, recordar eventos, colocárselos a personajes para acabar de tragárselos por fin”.












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