ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Fotograma de El nacimiento de una nación, de David Wark Griffith.

Se conmemoran los cien años de El nacimiento de una nación (David Wark Griffith, 1915) con las reservas de quien asiste descalzo a una fiesta de cristales rotos.

Un siglo no ha sido suficiente para que la sociedad norteamericana se sacuda los estereotipos racistas presentes en el filme de Griffith, más tarde replicados hasta la saciedad en películas y en la vida misma.

Pocas veces la vieja y hasta polvorienta, pero jamás agotada discusión sobre contenido y forma co­bra tanto significado como cuando salta a la palestra.

Para filmar su clásico, Griffith se sirvió de un libro del agitador Tho­mas Dixon titulado The Clans­man. Allí se encontraba buena parte de lo que el cineasta se proponía, ex­pre­sar como caballero su­reño con fa­miliares bautizados a fuego y sangre en la Guerra de Se­cesión. Lo otro se lo inventó por el camino a partir de una idea obsesiva que no necesitó de guion alguno. El resultado fue pasmoso, pues además de transformar la para en­tonces en­quistada narrativa cinematográfica y convertirla en lo que en buena medida hoy es, demostró que el cine podía ser una poderosa arma de seducción política e ideológica.

El cine cumplía 20 años y Cha­plin empezaba a aparecer en sus sorprendentes cortos. Las historias solían ser más anecdóticas que dra­máticas, de uno o dos rollos concebidos con pocos medios y men­guada calidad. Entonces llega Griffith con su concepto del cine como expresión virtuosa y combina el primer pla­no, el fundido en­cadenado, los planos secuencias, el maravilloso flash­back, el punto de giro, la profundización de los personajes, la música interpretada en vivo por agrupaciones que parecían estar instaladas en el cielo y que, hacia los finales del metraje, convertían La cabalgata de las valquirias, de Wagner, en un himno a la supremacía blanca.

Y, para rematar, el golpe maestro del montaje como emoción suprema que hace llorar y aplaudir a los espectadores en una combinación de delirio y rabia; aplaudir a los héroes blancos y abuchear a los aborrecibles personajes negros, co­mo dejan constancia las crónicas de la época.

En El nacimiento de una na­ción se presenta a una familia sureña, propietaria de una plantación de algodón, que vive en estado idílico con sus esclavos. Llega la Gue­rra Civil y con ella el fin de la esclavitud. Los negros del Norte co­rrom­­perán a los beatíficos negros del Sur y todos juntos sacarán a relucir el sadismo y bestialidad presentes en ese “otro” ser tan diferente al blanco. Revueltas, incendios, crímenes por parte de los  exesclavos  y hasta la violación de la hija menor de la familia, muchacha que, avergonzada, recurrirá al suicidio.

Todo listo para que le llegue la hora de actuar a un “imperio invisible” que, sin ley alguna, juzga y sentencia en su empeño por recuperar las glorias del pasado.

Nunca antes una película había causado tanto revuelo entre un pú­blico que no escatimó la astronómica cifra de dos dólares para ver el majestuoso espectáculo, primero en proyectarse en la Casa Blanca y ante el cual el presidente Wilson, quitándose el sombrero, declaraba a la prensa: “Es como escribir la historia con lu­ces”.

Pero si bien El nacimiento de una nación marcó una época, no tardó el razonamiento intelectual  en sacudirse los artificios de una emoción fabricada sobre los presupuestos dramáticos de una venganza blanca, luego tan manipulada en el cine.

¿Qué estaba queriendo decir el ta­lentoso Griffith en su película?, se preguntó el razonamiento, y las sig­ni­fi­caciones de lo que contaba fueron que­dando tan clara que el presidente Wilson, presionado por la polémica y la intelligentia contestaria, no le que­dó más remedio que admitir, tiempo después de su primer juicio candoroso, que El nacimiento de una nación “era una película lamentable”.

Y la película comenzó a ser mutilada para tratar de restarle fuerza a la doctrina reaccionaria que la condenaba, con aquellos actores blancos pintados de negros que saqueaban y violaban y luego, en escenas muy explícitas, eran torturados y linchados por un resurgido KKK, cuyos miembros aparecen como los hé­roes salvadores de un humillado Sur. Ku Klux Klan que, amparándose en los postulados del filme, resurgiría en pleno siglo XX llevando a la hoguera a nuevas víctimas negras, cuyos cuerpos carbonizados pueden verse en cualquier archivo de la época.

Durante años, El nacimiento de una nación apareció entre los diez mejores filmes de todos los tiempos, al decir de Noël Burch en su magna obra El tragaluz del infinito, gracias a que la historiografía norteamericana —bastante chovinista— ha tratado de colocarla en un altar como la película que deja atrás los modos primitivos y co­mienza la etapa clásica del cine.

Pero de poco valen los malabares de la técnica cuando una obra artística se vira contra principios fundamentales de la humanidad, y máxime si en el intento trata de falsear la historia de un país.

Hoy no son pocos los que consideran El nacimiento de una na­ción como “la primera gran película propagandística de la cinematografía”, aunque su ideología la condena, al punto de que sobran historiadores y críticos que se niegan a otorgarle la categoría de obra de arte.

En cuanto a aparecer en la lista de las mejores películas de todos los tiempos, cada vez son más los que voltean el lápiz y la borran.

(Fragmento de un artículo pu­blicado originalmente en Se dice cubano, publicación digital de la Comisión de Cultura y Me­dios de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba).

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joel ortiz avilés dijo:

1

2 de octubre de 2015

07:40:11


No he podido ver la película El nacimiento de una nación (David Wark Griffith, 1915); pero la confianza y coincidencia de criterios que acompaña mi aprecio y "desconocida" amistad que me une a Betancourt; ya que no lo conozco personalmente; me hace cómplice de la valoración crítica que realiza de este histórico material fílmico. Los EEUU al igual que otros países no han podido superar esas barreras raciales. Materiales como estos, que ilustran todo el proceso histórico; en una época en que se quiere borrar la historia; les recuerda y refrezca las memorias; para que no se repitan. .....!!!Pero se repiten!!!... !¿No lo hemos vivido en hechos recientes de asesinatos en plenas calles a jóvenes negros en los EEUU, solo por meterse las manos en el bolsillo?!... Para nosostros los cubanos, que hemos avanzado mucho en este tema, a partir del triunfo de la revolución; tenemos que estar alerta y ser "enérgicos" en la crítica y el combate frontal contra todo tipo de discriminación que quiera sacar la cabeza en nuetra tierra; así como denunciarlo como lo hizo ejemplarmente nuestro General de Ejército y Presidente Raúl Castro Ruz recientemente en las Naciones Unidas. ....Aunque el presidente de los EEUU no es blanco; en el "subconciente" de esa nación, está aún el germen de la exclusión de todo lo que es "distinto al color de la leche". !!!!Felicidades Betancourt!!!..

juan garcia dijo:

2

2 de octubre de 2015

18:50:12


El racismo en Estados Unidos nunca se va a acavar todos ahi son racistas los blancos los negros todos se creen mejor que los otros la sociedad Americana esta podrida y a Ellos les encanta llevar todas las cosas malas a otras partes del mundo espero no lo hagan en Cuba.