A través de su rica historia, que ya acumula 67 años de incansable brega, el Ballet Nacional de Cuba ha contado para el logro de sus grandes metas artísticas y sociales con especiales factores de inspiración y de estímulo. Figuran entre ellos la inagotable fuente nutricia de nuestro pueblo, que ha entregado, de manera permanente, su inagotable cantera de talento; el aliento y la comprensión de los sectores más progresistas de la nación, que en el bochorno republicano no le escatimaron el más decidido y desinteresado apoyo, cuando todo ese empeño de crear un gran ballet cubano parecía una utopía imposible de convertir en realidad; y ya, en los tiempos nuevos, tras la alborada revolucionaria del 1ro. de enero de 1959, el completo y total respaldo de los organismos del Estado y el Gobierno, cuyos máximos dirigentes no han escatimado esfuerzos para lograr que el arte y la cultura en nuestra patria florecieran con todos y para el disfrute de todos, con las cotas más altas.
Reflexiones como estas despertaron el emotivo homenaje que, presidido por la compañera Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, miembros del ejecutivo de esa organización y Débora Castro Espín, hija de la legendaria heroína, tributaron hace pocos días al Ballet Nacional de Cuba como reconocimiento por el estreno del ballet Vilma, con coreografía de Eduardo Blanco, el pasado 28 de agosto, con motivo del aniversario 85 del natalicio de Vilma y el 55 de la organización femenina que dirigiera desde su fundación hasta los días finales de su vida.
En un hermoso ambiente de confraternidad y amor, se revivieron allí los estrechos lazos que unieron a Vilma con nuestro ballet, con Alicia Alonso y las máximas figuras de la compañía, así como con todos aquellos que al paso de los años han integrado el colectivo del Ballet Nacional de Cuba. Reflexiones sobre las vivencias tenidas al paso de la historia permitieron, a los más jóvenes integrantes del BNC y al grupo de alumnos de la Escuela de Ballet que participaron en la puesta en escena, conocer y valorar tan especial cercanía. Revivieron allí la sostenida pasión de la heroína de la sierra y el llano por el arte del ballet, el cual estudió y practicó durante sus años juveniles; su habitual asistencia a nuestros espectáculos en compañía de sus hijos pequeños, a los cuales inició en la sensibilidad por tan exquisita forma de la danza, sus vínculos con nuestros maestros y especialistas en la confección de textos y bailables para los planes de Educación Estética en los círculos infantiles; su incentivo a los espectáculos didácticos que durante años ofrecimos para las alumnas de las escuelas de campesinas Ana Betancourt, del Plan Makarenko y en otros gestados por ella para la superación de la mujer cubana.
También fueron recordadas allí, entre otras muchas, sus apariciones en el propio escenario de la sala Lorca del Gran Teatro de La Habana, después de cada función, para regocijarse con los grandes triunfos de nuestra coreografía, como el ballet Tarde en la siesta, de Alberto Méndez, obra que definió siempre como “un clásico nuestro”, como “nuestro Grand pas de quatre cubano”; del rescate de lo más valioso del folklore latinoamericano, durante la creación colectiva de Nuestra América, a la que aportó atinadas sugerencias; o en la audacia de Ad Libitum, que unió por primera vez el arte de Alicia con el del inolvidable, su también amigo, Antonio Gades. Allí, tocados por el mágico respeto que guarda el recinto donde desplegó sus más complejas tareas como dirigente, pudimos sentir nuevamente el halo de sensibilidad, fineza y amistad que nos unió siempre a ella. Fue una tarde de mutuo agradecimiento, que permanecerá histórica.
*Historiador del BNC












COMENTAR
Dr. Obregòn dijo:
1
28 de septiembre de 2015
07:08:22
Juana dijo:
2
28 de septiembre de 2015
17:21:27
Responder comentario