
La noticia no es que dos artistas de renombre hayan estado preparando una exposición conjunta de sus obras. Si fuera así, yo no me animaría a escribir esta nota que más le correspondería a un crítico de arte.
Lo periodísticamente nuevo es que uno de los pintores contemporáneos cubanos más notables, Juan Vicente Rodríguez Bonachea, justo antes de su temprana muerte tenía entre sus proyectos más avanzados una muestra de dibujos hechos a dos manos con otro singular creador, Diego Gejo, de seis años de edad.
El padre del pequeño, Gabriel Gejo, amigo del pintor, me hizo la revelación mientras me mostraba en una reciente tarde los dibujos y las fotos de ambos, que no me perdonaría dejar de compartir.
Descubrirse mutuamente fue quizás uno de los actos más esenciales en la vida de los dos, aunque no estuvieran más que jugando cada cual desde su edad. Para Diego porque si continúa por la senda del arte llevará para siempre en su obra la impronta de Bonachea; y para éste, porque compartir cartulinas y creyones con el pequeño fue una de las manifestaciones más elocuentes de su grandeza como artista y ser humano.

Tenía Diego cuatro años cuando Bonachea se animó a intervenir por primera vez en uno de los dibujos del niño, en diciembre del 2010. Ya cuando la muerte sorprendió al maestro a la edad de 55 años, a fines del 2012, ambos habían concebido, tan lúdicamente como se concibe el arte, varias piezas a dos manos que este cubano universal se proponía incluir en una exposición.
Nacido el 8 de marzo de 1957, Juan Vicente Rodríguez Bonachea se graduó en 1976 en la Academia de San Alejandro, en La Habana, y en su corta pero prolífera trayectoria sedujo, con su original lenguaje pictórico, a múltiples públicos en países como España, Estados Unidos, Francia, México, Costa Rica y Suiza.
Realizó más de cien exposiciones personales y colectivas y como ilustrador dio vida a disímiles personajes en libros para niños, jóvenes y adultos.
Con su indiscutible talento, Diego será quizás su continuador. En él, Bonachea seguirá siendo, al decir del poeta Alex Fleites, “ese pintor cubano perennemente alucinado que anda por ahí compartiendo, generoso, la belleza que lo anega”.



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andres dijo:
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10 de enero de 2015
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heliady dijo:
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