La inauguración esta semana de la sede del Centro de Documentación e Información de la Música Argeliers León, en una céntrica calle de Pinar del Río, marcó más de un hito en el desarrollo del Programa Nacional para el Rescate, Plasmación y Difusión de la Música.
Sustentado teóricamente y con acciones prácticas encaminadas a la salvaguarda y promoción del patrimonio sonoro de la Isla, este programa, implementado por el Instituto Cubano de la Música hace una década, no solo ha conseguido que muy diversas expresiones y registros de tales valores sean conservados, sino que va creando conciencia acerca de esta necesaria labor más allá del ámbito de competencia de los musicólogos y especialistas.
No todo se puede hacer de golpe, pero una orientación sólidamente argumentada resulta indispensable para planificar recursos, aunar voluntades y concretar proyectos. Esto es lo primero que salta a la vista en el caso de Pinar del Río, experiencia que merece ser compartida por el resto del país, y en la que fue decisivo el apoyo del resto de las instituciones culturales del territorio y del órgano provincial de gobierno.
Jesús Gómez Cairo, director del Museo Nacional de la Música e institución que lleva el peso del programa, recordó cómo en un inicio, a finales de los 90, el actual centro vueltabajero fue una modesta sala dedicada a prestar servicios de documentación y monitorear las primeras investigaciones sobre el patrimonio local.
La convocatoria en esa capital provincial del primer encuentro nacional de musicología, en el 2001, contribuyó a potenciar el centro que honró con su nombre a Argeliers León.
Desde entonces hasta hoy, la institución ha desarrollado tres líneas de trabajo complementarias: las investigaciones sobre procesos y figuras de la música, el acopio de documentos (partituras, programas, recortes de prensa, fotos, instrumentos) y la socialización de esos resultados.
Con la apertura de la nueva sede, el centro, dirigido por José Elpidio Gómez, debe multiplicar su impacto social, habida cuenta la apertura de cuatro salas de exhibición, un área para impartir conferencias y otra al aire libre para la realización de conciertos.
Tanto los estudios como los programas de rescate y difusión se enmarcan en una dinámica que respeta el concepto de región cultural (no coincidente con la territorialidad político-administrativa), en este caso la vueltabajera. Son las músicas y los músicos de la región occidental, hayan nacido o no en esas tierras, los que interesan, desde Pedrito Junco y Jacobo González Rubalcaba a Polo Montañez, o cuya impronta haya sido conservada en Pinar del Río, como es el caso del legado de Rita Montaner, cuyo albacea fue el inefable intelectual Aldo Martínez Malo.
Bajo esos mismos presupuestos en los próximos meses quedará instalado un centro similar, ya con categoría de museo, en Santiago de Cuba, nombrado Pablo Hernández Balaguer en homenaje al pionero en el estudio de la música cubana de la etapa colonial.
En cuanto a lo sucedido en Pinar del Río, llevar el nombre de Argeliers León, por demás, implica un compromiso. Miguel Barnet, presidente de la UNEAC y uno de los primeros discípulos del notable etnomusicólogo y compositor, subrayó que para estar a su altura la ciencia debe ir acompañada por la ética, la integridad y la lealtad.
Barnet resaltó el papel de Argeliers en la fundación del Instituto de Etnología y Folclor de la Academia de Ciencias tras el triunfo revolucionario y recordó cómo al comienzo de su trabajo con él le encomendó el rescate del instrumental litúrgico de origen africano incautado por los órganos represivos prerrevolucionarios.
“Argeliers fue un verdadero mentor —destacó— y junto a María Teresa Linares, e inspirados en el camino abierto por Fernando Ortiz, asumieron una labor de fundación que estamos en la obligación de continuar”.
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