Era el año 2011 y a pesar del de-safiante sol del mediodía haitiano, Julio me invitó a dar una vuelta por Puerto Príncipe. Salimos del Ministerio de Salud Pública y comenzamos a recorrer las calles. Entre los primeros embelesos que se producen cuando se está en otra ciudad, uno de ellos fue escuchar a Julio hablar un creole tan perfecto que no pude menos que preguntarle cuándo tiempo llevaba en Haití. “Llegué hace dos días”, me respondió, y mi cara fue de un asombro tal que antes de poder averiguar otra cosa, dijo, “mi padre es haitiano, nací en Ciego de Ávila pero tengo mucha familia en Cabo Haitiano”.
En aquel momento no sabía que Julio era uno de los tantos descendientes de haitianos que llegaron a Cuba durante las primeras décadas del siglo XX en busca de un trabajo que les facilitara una vida mejor. No conocía tampoco que hace años en nuestro país recalaron obreros de varias partes del Caribe alimentados por la esperanza de encontrar trabajo en la próspera zafra de aquella época. Pero me encontré a Julio y pude adentrarme en una parte de esa historia que desconocía, lo confieso.
Hace dos días volví a repasar lo que descubrí en Haití con Reembarque, un documental de Gloria Rolando que acaba de estrenar el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos, en el circuito cinematográfico nacional.
El audiovisual, de casi una hora de duración, acude a las memorias de esos haitianos cortadores de caña, que llegaron a Cuba con sus familias siendo niños aún, y de sus descendientes.
Con una mirada nostálgica la realizadora los presenta, los deja contar sus historias y mostrar sus tradiciones danzarias, culinarias y musicales, cuya influencia forma parte de muchas de nuestras costumbres.
Sin embargo, Rolando va más allá y nos descubre, en las voces de estudiosos cubanos y haitianos (Suzy Castor, Michel Héctor o Graciela Chailloux), una parte histórica poco conocida: el maltrato al que fueron sometidos por los colonos; la deportación en las peores condiciones hacia su país en 1937, durante el gobierno de Grau San Martín, quien había estipulado que solo se podía contratar el 50 % de mano de obra extranjera; y el posterior decreto Ley que impulsó el otrora ministro del Trabajo, Jorge Risquet, miembro del Comité Central del Partido, sobre la jubilación de cientos de haitianos indocumentados y su reconocimiento social.
Concebido a partir de una investigación rigurosa, Reembarque navega entre las dos orillas caribeñas, sin hacer distinciones geográficas. Desde Sancti Spíritus hasta Guantánamo y desde Puerto Príncipe hasta Les Cayes (Okay en creole), el mediometraje va adentrándose en la relación tan estrecha que subsiste entre los singulares protagonistas de estas historias, que traumáticamente fueron separados.
Danzas, cantos, estampados sobre todo en la interpretación musical del trovador camagüeyano descendiente de haitiano Ebenezer Semé —quien asistió a la prémiere en el cine capitalino 23 y 12— y el coro Dessandan, de Santiago de Cuba, y un toque mágico también conviven en este filme, que no pierde de vista ningún detalle de la idiosincrasia de sus portadores.
En el estreno la propia creadora afirmó que “nosotros los que vivimos en la zona occidental no tenemos conciencia de lo importante que es la contribución del haitiano, del jamaicano, del barbadense, no tenemos conciencia de cuán caribeños somos”.
Rolando, quien alcanza casi las cuatro décadas de experiencia e investigación, revela en este documental “esos temas que no se ven todos los días, aun cuando se nos presentan en rostros familiares”.
Al escucharla, entonces, volví a recordar a Julio, quien sé que conoció a su familia en Cabo Haitiano y finalmente regresó a su ciudad natal con la maleta llena de buenos recuerdos.
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Luis Antonio dijo:
1
12 de septiembre de 2014
03:09:58
rlago dijo:
2
12 de septiembre de 2014
10:11:56
cubanohaitiano dijo:
3
12 de septiembre de 2014
14:51:35
Alberto N Jones dijo:
4
12 de septiembre de 2014
22:56:51
Alberto Jorge Hamilton mesa dijo:
5
3 de julio de 2020
23:15:46
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