

El amor ha sido un tema recurrente en la literatura. La poesía y la narrativa se apoderaron por demás de los imposibles, de los sentimientos inalcanzables, cercados, prohibidos. Y lo imposible actúa como una especie de imán sobre los lectores.
Las grandes parejas de la literatura universal han surgido gracias a lo que no podía ser: Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, Catherine y Heathcliff, Dante y Beatriz, Florentino Ariza y Fermina Daza.
Esos "imposibles" por demás nos han permitido descubrir otras épocas, otras historias, otras vidas, otros prejuicios. El transcurrir del tiempo, aunque convierta las obras en clásicos, revierte el imposible.
Para los jóvenes de hoy resultaría inimaginable separarse por una rivalidad familiar estilo Montescos y Capuletos descritos por Shakespeare en Romeo y Julieta, o quizás Lev Tolstoi no hubiese necesitado que en Anna Karenina, una de las grandes novelas decimonónicas, la sociedad rusa se escandalizara por su amor hacia Vronski, ni Gabriel García Márquez develara en El amor en los tiempos del cólera las rígidas normas sociales que detuvieron por décadas la pasión de Florentino Ariza por Fermina Daza.

La Habana también tiene su amor imposible. Una historia real que ahora el reconocido arquitecto cubano Mario Coyula (La Habana, 1935) ha llevado a la ficción en su primera novela, titulada Catalina, publicada en Ediciones Unión en Cuba este año y en 2011 por Espuela de Plata, Sevilla, España. La historia real refiere el que fuera en su época escandaloso amor entre Catalina Lasa y Juan Pedro Baró. Ambos pertenecían a la alta sociedad habanera de la primera década del siglo XX.
Entre Catalina, casada con Luis Estévez Abreu, y el rico hacendado Juan Pedro se desató una pasión que dio paso a innumerables comentarios.
Ella pidió a su esposo la separación, pero este no quiso aceptarla, ya que la ley del divorcio no había sido aprobada aún en Cuba. No obstante, Catalina se marchó a vivir con su nuevo amor.
Acusada de bigamia, los amantes salieron del país secretamente y lograron llegar a Italia, donde los recibe el Papa, quien anuló el matrimonio religioso y para su suerte, en 1917 se aprueba en la Isla la Ley de Divorcio. Se reconoce la separación de Catalina de su primer esposo y ese mismo año vuelven a La Habana.
Para 1926 se termina el hermoso palacete que Baró ha mandado a construir para Catalina en la Avenida Paseo y la calle 17, en el barrio capitalino del Vedado.
La obra se debe a los célebres arquitectos de la época Evelio Govantes y Félix Cabarrocas, inspirada, en sus formas exteriores, en el estilo del Renacimiento italiano; en la decoración interior, de claro acento del art déco, participó el afamado diseñador francés René Lalique y sus jardines fueron esbozados por el galo Forrestier.
Pero Catalina enfermó dos años después de instalarse en el palacete y Baró la lleva a París, donde murió el 3 de noviembre de 1930. Tenía cincuenta y cinco años.
Tras su fallecimiento, Baró encargó la construcción de un magnífico mausoleo Art Déco en la Necrópolis de Colón, y cuando diez años después murió en La Habana, sus tumbas fueron clausuradas con losas de hormigón fundidas in situ.
El mausoleo es .una joya, una obra maestra de Lalique que era amigo de ella y su segundo esposo., dijo Mario Coyula en una breve entrevista en los jardines de la Unión de Escritores y Artistas (Uneac).
En su novela, Coyula invita, como narrador y arquitecto, a visitar “más que los edificios aislados, las ciudades que ellos visitaron, los ambientes urbanos, La Habana, París, Londres, Venecia, la parte más sensual”. Catalina es una obra polifónica en la que se superponen y compaginan tres voces narrativas: el fantasma de la bella Catalina, el de su marido Juan y el arquitecto, personaje que, obsesionado con el recuerdo de la mítica belleza de Catalina, inicia una tenaz e indiscreta persecución de su espectro.
Desde el magnífico mausoleo, la hermosísima Catalina de Lasa y su segundo esposo Juan Pedro recuerdan sus vidas y sus viajes, y hacen además referencias a situaciones posteriores a su tiempo, incluso actuales.
Es que Coyula ha mezclado los tiempos y los personajes, por eso hay que leer con cuidado. Una novela por demás sin diálogos, “están dentro del texto. La única manera de diferenciar el cambio de diálogo a descripción o cuando interviene más de un personaje es que se empieza con mayúscula. Así entran y salen los personajes, por los Pensamientos”.
La novela, ya se sabe, parte de una historia real, la ficción -advierte el escritor- es que los muertos recuerdan. Muy al inicio, en el Capítulo 2, dice Catalina: “Fallecí en París el 8 de julio de 1939”.
Catalina y Juan Pedro tienen toda la aureola de un amor imposible. Una pareja que entra ahora en la literatura cubana de la mano del reconocido arquitecto devenido novelista, Mario Coyula. Sin dudas, un imán para los lectores.

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Cubana dijo:
1
30 de mayo de 2014
14:25:07
Lill gonech Respondió:
25 de febrero de 2016
16:55:48
odalys rodriguez dijo:
2
3 de abril de 2016
16:53:03
Inés María Alvarez dijo:
3
7 de agosto de 2019
16:56:16
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