
Nadie lo ponga en duda: Agustín Cárdenas (1927-2001) es un maestro de las formas, un poeta cuyas metáforas quedaron fijadas en el bronce y la madera. Cuando compartió en 1995 de manera excepcional el Premio Nacional de las Artes Plásticas con Rita Longa, no todos estaban aquí al tanto de su prodigiosa obra, aunque sí había una noción de lo que significaba su impacto real en la expresión escultórica contemporánea. Mientras Rita desarrolló su obra en la Isla, Cárdenas lo había hecho por décadas en Europa; eso sí, sin perder en lo más mínimo su sentido de origen y pertenencia, lo cual lo trajo de vuelta en los últimos años de su vida hasta el momento de su partida definitiva. Era un caso semejante al de su compatriota Wifredo Lam, solo que a diferencia de este, su territorio fue el de la escultura.
Uno de sus leales amigos y principal promotor de su obra, el galerista francés Robert Vallois, ha querido que las creaciones de Cárdenas de su colección convivan por un tiempo con los espectadores cubanos y para ello desembarcó en La Habana con un conjunto de 23 piezas y ocho dibujos que se exhibe en el Centro Wifredo Lam, en la Plaza de la Catedral, en una muestra coordinada por la curadora Marilyn Sampera a partir de la idea original de Rigoberto López y Osmany Cisneros.
Las formas del silencio, título de la exposición, permite establecer los valores visuales que Cárdenas fue acumulando y consolidando desde 1957 hasta 1989, fechas de realización de las obras incluidas en la exposición.
El contacto con el surrealismo tardío (André Breton personalmente lo invitó a exponer en París en 1956), la decantación de las influencias de Constantín Brancusi y Jean Arp, y la toma de conciencia de su condición mestiza antillana en medio de un panorama donde la multiculturalidad comenzaba a aceptarse sin dejar de responder al mainstream de los circuitos hegemónicos, se reflejó en obras de líneas depuradas y pulidas texturas con una marca identitaria personal que va más allá de la percepción individual para derivar hacia una experiencia compartida.
De modo que resulta pertinente la observación de la profesora Mary Pereira al deslindar a Cárdenas de una filiación abstracta a ultranza que se le atribuye por el hecho de haber formado parte, durante su juventud en Cuba, del grupo Los once, que inauguró a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, el abstraccionismo en nuestras artes plásticas.
Más bien habría que hablar de síntesis expresiva, de inteligencia lírica en el tránsito de la madera y el bronce hacia una sugerencia poética que se vislumbra en los volúmenes. Porque tal vez el mayor hallazgo de Cárdenas haya sido el de conducirnos a establecer por nosotros mismos un ideal de belleza construido no solo desde la cultura heredada sino también a partir de nuestras reservas espirituales más internas.
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Francisco Rivero dijo:
1
30 de abril de 2014
05:20:50
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