Para saber de la infancia de Nersys Felipe, escritora pinareña, Premio Nacional de Literatura 2011, basta con asomarse a su obra. Mucho de sí misma hay en la pequeña Maísa, mientras que su sentir recuerda a Crucita, la niña de Román Elé, su segundo trabajo narrativo con el que mereció, como también sucediera con Cuentos de Guane, el premio Casa de las Américas.
Aunque redactaba muy bien desde niña no tuvo la autora entonces la inquietud de escribir. Fue ya con más de 30 años que asumió el compromiso de componer para los niños cinco guiones de radio, el medio donde trabajaba. "Aquella obligación se me fue volviendo gusto, y el gusto creciendo, calando, un gusto responsable, y de ahí vino lo demás".
—Sus libros emanan una inmensa ternura. ¿Cómo lo consigue?
—Lo consigo, creo, porque fui y sigo siendo maestra, madre, abuela, y dadas las tres a la ternura. El quehacer con alumnos, hijos y nietos requiere a veces de una mano firme, pero de una que ceda después del llamado al orden y acabe, dulce y suave, acariciando.
—Conocemos sus poemas, muchos de los cuales han sido musicalizados. ¿Qué encuentra en la narrativa que la prefiere a otros géneros?
—Adapté para la radio cuentos de otros, de los mejores, y de ellos aprendí en mis años de guionista. Contar me gusta, veo lo que cuento, lo oigo, lo huelo, mis personajes me obligan, siento lo que sienten, y con el tiempo, y esforzándome, he llegado a contar bastante bien. Contaré mejor mañana si es que puedo seguir contando.
—Usted ha dicho que equivocarse muchas veces le ha dado el mérito deseado. ¿Qué es para Nersys Felipe el mérito?
—Cuando escribo me equivoco y, salvado mi error, ya sea de fondo o de forma, gana mérito mi página. Trabajo para lograr una obra digna, y el mérito es para mí que mis lectores aprecien lo que hago. Cuando me celebran un libro, me esponjo igual que cuando los maestros celebraban a mis hijos.
—¿Qué experimenta cuando volviendo a sus libros encuentra tantos momentos de su propia vida contados en ellos? ¿Cuál de ellos contiene más pasajes de sus vivencias?
—Por mis años cumplidos, debía ya escribir mis memorias, pero les temo. La mía ha sido una vida de pocos cambios, de conflictos pequeños, una vida chiquita, me entiendes, ¿verdad? Puede que no valga para ser memorada. En cuanto a qué me pasa cuando regreso, por ejemplo, a Cuentos de Guane y a Maísa, mis obras más vivenciales, pues, mira, me pasa que vuelvo a ser niña y para mí reviven los que tanto me quisieron y ya perdí.
—¿Qué sentimientos la asisten cuando ve la obra terminada?
—Orgullo por haber sido capaz de escribirla, alegría al saberla, al parecer, bien escrita y pena por nuestra pronta separación. Deberá ser valorada, diseñada, ilustrada. ¿El último sentimiento que me asiste? La imposible pretensión de contarla con música, y al son de mi guitarra, para así no tener que separarnos.
—La adolescencia de Nersys nos llega para la feria de la mano de un libro. ¿Es así?
Sí, es así. Lo editó Vigía, se titula Sole y Darío y él muestra un pedacito intenso y luminoso de mi adolescencia. La recreo con gusto y aparece una bisabuela, su casa, sus gatos, sus amores. Y en su historia, la diáspora: su lejanía, sus nostalgias, su irresuelto no saber, su inacabable esperar. Y después, la muerte, suavizada por un suceder de esperanzada fantasía.
—Veremos pronto un libro suyo sobre José Martí.
— Estará en la Sociedad Cultural José Martí el lunes 17 de este febrero a las diez de la mañana. Es una pequeña novela histórica, de casa adentro, muy habanera. Son siete meses de la vida de un niño llamado, de cariño, Pepe y Pepito, desde su llegada a La Habana, venido de Valencia, y hasta que apaga siete velitas, porque cumple siete años, el 28 de enero de 1859. Ah, y se titula Pepe y la Chata.
—¿Qué ha significado escribir la vida entera para los niños? ¿Qué enseñanza le deja esta consagración?
—Escribí mi primer guion de radio a los treinta y cinco años y terminé Sole y Darío cumplidos ya los setenta y ocho. Cuarenta y tres años escribiendo para los niños, no la vida entera, pero como si lo fuera. Como consagrarse es estar destinado, dedicarse, aplicarse, y lo mejor, ofrecerse, te doy las gracias por usar ese término para conmigo. Y también se las doy a los niños y a las niñas por aceptar con gusto lo que en mis libros les muestro. Mi consagración me ha enseñado que lo que hacemos por ellos nunca es suficiente, que el tiempo todo del mundo no alcanza para quererlos, hacerlos mejores, saberlos felices y prepararlos para las futuras dificultades y tristezas de la vida.
—La Feria le dedica muchos espacios por ser usted una de las homenajeadas. ¿Qué experimenta ante este homenaje?
—Una apremiante necesidad de agradecer. Un vuelco del corazón ante tan gentil y honroso tributo. Y la decisión de cuidarme, de atender mi salud, para ver si puedo escribir algo más, algo cortico, que me sea llevadero, bueno, eso, algo más.
“Solo dejaría de escribir si mi cerebro dejara de funcionar”
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