ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Omara García/ACN

Rolando Rodríguez —Premio Nacional de Ciencias Sociales 2007, y de Historia 2008— pudo haber sido, a juzgar por sus estudios y desempeños, muchas cosas. Fue profesor de Filosofía y con toda seguridad hubiera brillado como penalista.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias tuvieron en cuenta que era abogado de profesión y lo hicieron oficial de justicia del Estado Mayor, donde era juez en tiempo de guerra, lo cual le interesaba mucho pero solo era movilizado de vez en cuando. Sin embargo, el periodo del 30 de la República lo apasionaba permanentemente.

"Conocí a Roa y a otros participantes de la lucha contra Machado. Escribí una novela —Re-pública angelical— de carácter histórico con ese tema, cuando pasé a la secretaría del Consejo de Ministros. A Fidel parece que le impresionó. Me llamó y me dijo que mi primer deber con la Revolución era escribir. Así que me dediqué definitivamente al ensayo histórico. En fin, puedo decir que amé todo cuanto hice y lo traté de hacer lo mejor que pude. Hasta que finalmente me decidieron por la historia.

— Su fascinación por la Historia lleva la huella de una profesora "patriota" que le dio clases en la Enseñanza Primaria. ¿Qué cualidades esenciales cree debe tener un profesional que la imparta?

—Cierto que María Oti, mi vieja maestra de Santa Clara, daba unas bellas clases sobre la beligerancia de los patriotas. Estoy seguro de que ella era descendiente de mambises. Hablaba con una seguridad de sus proezas que me fascinaba. La historia hay que contarla con sangre en las venas, carne sobre los músculos y llenarla de vida. Hay que decir que hubo héroes y traidores. No se puede contar una historia sin contradicciones, las hubo entre Gómez y Maceo y entre Martí y Maceo, ¿por qué ocultarlas? Eran leones y los leones no acarician, tiran zarpazos. La historia de los soles sin manchas no existe.

— ¿Puede decirse que fue el amor por Cuba quien lo condujo inicialmente por ese sendero?

— Totalmente, mi madre me enseñó a amar a Cuba de una manera apasionada, frenética, a idolatrarla como si fuera a ella misma. Cada vez que le hablaba de los pobres me decía que la culpa era de la injusticia social que había en Cuba. Me enseñó a darle un plato de comida a un mendigo. Se lo agradezco en el alma. Lástima que era tarde cuando me di cuenta de que gracias a ella era comunista.

—¿Cree en la consabida clasificación de los buenos y los malos?

—Por supuesto que no. Pero hay buenos y malos. ¿Qué era Martí? ¿Qué era Weyler? Pero si le pasamos la mano al resto de la historia, vamos a hallar a los que tuvieron virtudes y cometieron errores. Los autonomistas tuvieron errores de raíz. Los reformistas tuvieron equivocaciones imperdonables. Pero no dejaron de amar a Cuba.

—Es evidente que de todos los periodos de la Historia de Cuba lo seduce más el de la seudorrepública...

—Cierto. De Estrada Palma a Batista. Por haberlas conocido menos, ahora se me han convertido en una obsesión. De todos modos, Mella y Guiteras me parecen personajes que merecen ser escarbados una y otra vez. Aparte de a veces criticarlos, por dejarse matar. No tenían derecho a morir. Sobre todo al saber que Fidel le dijo a Chávez: "Hugo, no te dejes matar". Y eso lo dijo el hombre que se quedó so-lo frente a los muros del Moncada, que en la Sierra estaba en primera línea, que lo han tratado de asesinar más de 600 veces y ahí está todavía vivito y coleando, como el padre de todos los cubanos, velando por todos.

—Numerosos héroes de la patria desfilan por sus libros. ¿Cuál es el que mayor admiración le despierta?

—Sin dudas José Martí. Pero sin dejar de un lado a Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras.

—Haber tenido de cerca a personalidades como Fidel Castro y Raúl Roa han dejado rastros profundos en su vida. ¿Qué le deja la amistad de Roa? ¿Cómo incide en su trabajo diario la que ha sostenido con Fidel?

—Roa fue mi amigo del alma. Nunca he terminado de llorarlo. Se fue demasiado rápido. Todavía le faltaron cosas por contarme. De Fidel no puedo decir otra cosa, que gracias a él me hice un defensor acérrimo de la patria, que desde que supe que él fue el jefe del ataque al Moncada me volví su más fiel seguidor y nunca le he fallado a su confianza. Por cuenta de sus decisiones escribo.

—Los libros de su autoría son 13, mientras en otros 6 ha colaborado. ¿Cree que al hacerlo ha cumplido bien su primer deber con la Revolución, tal como le pidió el Comandante en Jefe?

—A Fidel le debo mucho más de unos cuantos libros. Por eso, he preparado a compañeros que continúen mi labor. Ahora saldrán los tres tomos sobre Machado y La revolución que no se fue a bolina, sobre el gobierno de Grau y Guiteras. En parte es cumplir con Fidel.

—Ha amado por igual desempeños como impartir clases, dirigir el Instituto Cubano del Libro y escribir. ¿Cuál es la divisa para triunfar en todos los frentes?

—Amo escribir más que otra cosa. Ahora solo dejaría de escribir si mi cerebro dejara de funcionar. La divisa sería: trabajar muy duro, todos los días y a toda hora.

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