La Historia me Absolverá, alegato de autodefensa de Fidel Castro por los sucesos del 26 de julio de 1953, está considerado entre los documentos político-jurídicos más importantes de la segunda mitad del siglo XX cubano. Allí expuso el Programa de la Revolución Cubana en su última etapa y definió los principales problemas que aquejaban a la República Neocolonial.
Sin embargo, aunque esa es la más famosa de sus autodefensas, tres años antes, el 14 de diciembre de 1950, en el Palacio de Justicia de la antigua provincia de Las Villas, en Santa Clara, Fidel Castro pasó de acusado a acusador, para denunciar la corrupción y otros males existentes durante el gobierno del presidente auténtico Carlos Prío Socarrás.
Ese día, hace ahora 75 años, el joven abogado de apenas 24 años de edad, hizo temblar las paredes de la vetusta instalación. En aquella sala, nunca antes alguien se había atrevido a decir tantas verdades juntas, en un juicio donde había sido acusado, junto a su amigo, Enrique Benavides Santos, de haber promovido disturbios estudiantiles en la ciudad de Cienfuegos.
Ante el Tribunal de Urgencia de Las Villas, durante la vista, enmarcada en la Causa 543, el joven letrado utilizó por primera vez la toga y el birrete en defensa de una causa propia. Durante el juicio, y en su condición de abogado defensor, Fidel solicitó la presencia del capitán Manuel Pérez Borroto, jefe de la Policía en Cienfuegos y principal acusador, para que declarase.
Ante la locuacidad del joven, el presidente del Tribunal, el doctor Rodríguez Valdés, llamó su atención en reiteradas ocasiones, a fin de que moderase el tono de las palabras. Sin embargo, ante la fuerza de los argumentos de líder estudiantil, el presidente del Tribunal optó por dejarlo hablar sin restricciones.
Al expresarse, el letrado aprovechó la ocasión para denunciar el estado de corrupción imperante en Cuba, el robo, los asesinatos políticos y la represión policial hacia todo aquel que se manifestara en contra del Gobierno.
Ante tal frenesí, varias veces Besada lo requirió para que contuviera su ímpetu, más resultaba imposible detener aquel torrente de verdades. Cuando el Tribunal se retiró a deliberar, Fidel preguntó a su amigo qué tal había estado, a lo que Benito respondió: ¡Muy mal!, el juicio estaba trascurriendo favorable a nosotros y tú lo complicaste todo, ante lo cual, el futuro jefe de la acción del Moncada exclamó: «Eso no importa. Vine a decir verdades, y las dije». Al concluir el juicio, Fidel y Benavides resultaron absueltos.
Un joven rebelde
Los hechos que motivaron el juicio celebrado en Santa Clara, habían tenido lugar en noviembre de ese propio año cuando ambos jóvenes, integrantes de un comité de lucha de la organización universitaria, viajaron a Cienfuegos invitados por los estudiantes de la localidad, con el fin de protestar por los desmanes del régimen del presidente Carlos Prío Socarras y su Ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango.
Quien luego sería el líder histórico de la Revolución cubana arribó a la conocida como la Perla del Sur en solidaridad con el colectivo estudiantil del Instituto de Segunda Enseñanza (ISE, bachillerato), que por aquellos días protagonizaba una huelga.Ya en la Perla del Sur, mientras Fidel y su compañero se disponían a participar en un mitin frente al Ayuntamiento local, resultaron detenidos y sometidos a maltratos en la Estación de Policías, hecho que provocó la repulsa de los estudiantes.
En el viaje en tren hacia Santa Clara, la noche anterior al juicio y durante una breve estancia en casa de su amigo Benito Besada, Fidel aprovechó para preparar su autodefensa, para lo cual escogió lecturas de Martí y el Yo Acuso, de Emilio Zola. Años después, el abogado Benito Besada, ya fallecido, recordaba que al llegar a su casa el futuro jefe de la Revolución le pidió que defendiera a Benavides, pues él se encargaría de su propia defensa.
Tres años después, en el mes de octubre de 1953, el jefe de la Revolución Cubana volvería a la carga contra el régimen de turno, y ante el Tribunal que le juzgaba en Santiago de Cuba por los sucesos vinculados al ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, pronunciaría su histórico alegato, una vibrante expresión de su estatura política.
Setenta y cinco años después de aquellos hechos, Fidel continúa presente. Sus ideas nos acompañan, para continuar denunciando las muchas injusticias que aún se comenten contra su querida Patria y en todo el mundo.



















COMENTAR
Responder comentario