ESTOCOLMO.—
Frente a la probable escasez de agua en las próximas décadas, la
comunidad de inteligencia de Estados Unidos ya pronosticó un gris
escenario futuro: conflictos étnicos, tensiones regionales,
inestabilidad política e incluso matanzas.
En los próximos diez años, "muchos países importantes para
Estados Unidos seguramente experimentarán problemas de agua, como
escasez, mala calidad o inundaciones, que alimentarán riesgos de
inestabilidad y de fracasos en (el funcionamiento de) los estados,
incrementando las tensiones regionales", alertó la Evaluación
Nacional de Inteligencia, publicada en marzo.
En julio, el presidente del Consejo Nacional de Inteligencia de
Estados Unidos, Chris Kojm, predijo que, para el 2030, cerca de la
mitad de la población mundial (actualmente más de 7 000 millones de
personas) vivirá en áreas con severos problemas de agua,
incrementando la probabilidad de asesinatos en masa.
En tanto, el periódico estadounidense The New York Times citó a
Timothy Snyder, profesor de historia en la Universidad de Yale,
afirmando en un simposio que "el pánico ecológico llevará a matanzas
en las próximas décadas".
Pero el director del Centro del Agua de la Universidad de
Columbia, Upmanu Lall, fue más cauto. "No estoy seguro de que pueda
pronosticar asesinatos masivos como resultado" de la falta de agua,
dijo a IPS.
El experto señaló que no vaticinaba guerras o conflictos
internacionales por recursos hídricos. "Pero sí creo que la
competencia dentro de algunos de los países más grandes, como India,
podría llevar a una lucha interna y al aumento del terrorismo y de
los conflictos sectarios", indicó.
Sin embargo, "evitar este futuro es posible si trabajamos en ello
hoy", añadió.
Este es uno de los temas analizados en la conferencia
internacional celebrada en Estocolmo en el marco de la Semana
Mundial del Agua, que concluyó el pasado viernes 31.
Lall consideró realista la proyección de que, si todo sigue
igual, casi la mitad de la población mundial vivirá en "fuerte
tensión por el agua" para el 2030. "Es un desafío urgente, en
especial si consideramos la posibilidad de grandes sequías, por
ejemplo la de este año en Estados Unidos y en la India".
Los impactos serán más severos y duraderos, alertó. Sin embargo,
"si podemos traducir esta preocupación en acción, especialmente
sobre cómo mejorar el uso del agua en la agricultura (sector), que
es por lejos el consumidor más ineficiente, entonces podemos evitar
este desastre", sostuvo.
Por ahora hay conversaciones en esa dirección, pero no existen
mandatos ni metas internacionales. "Es importante que esto sea
asumido en los más altos niveles para evitar una considerable
angustia en la población y en las economías del mundo", añadió Lall.
Gary White, jefe ejecutivo y cofundador de la organización
Water.Org, sí cree que el acceso a los recursos hídricos podría ser
motivo de conflictos en los próximos años.
"Esto será particularmente así en áreas presionadas por la falta
de agua y en las que hay grandes concentraciones de población
pobre", dijo a IPS.
"Sin embargo, también creo que la mayoría de los gobiernos a la
postre actuarán y adoptarán las políticas, las regulaciones y los
acuerdos transitorios correctos y necesarios para impedir grandes
conflictos", sostuvo.
Advirtió que podrían desatarse casos de escasez aguda que
tendrían como consecuencia grandes pérdidas humanas y económicas,
pero dijo creer que "un conflicto declarado sería algo excepcional".
En general, las crisis regionales del agua se generan en forma
relativamente lenta en comparación con la mayoría de los desastres
naturales, y por tanto se pueden aprender las lecciones para evitar
impactos similares en otros lugares, indicó.
"Pero esas crisis y conflictos tendrán un impacto mucho mayor en
los pobres, porque las poblaciones más acomodadas siempre tienen
opciones de desplegar tecnología para tratar los recursos hídricos
locales (como la desalinización) o para trasladar el agua a través
de sistemas de cañerías a lo largo de grandes distancias", afirmó.
"Siempre he dicho que el derecho básico debe ser que todos puedan
pagar para obtener agua potable", dijo a IPS, en referencia a la
decisión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones
Unidas en el 2010 de declarar el agua y el saneamiento un derecho
humano.
Hoy los pobres pagan más por el agua que los ricos, sea en dinero
o en trabajo invertido para adquirirla. Tampoco los primeros tienen
asegurada una calidad decente del recurso, lamentó.
"Aquí cuando digo pobres me refiero a los desfavorecidos
económicamente en una sociedad particular, y también a las naciones
que no son tan acomodadas", indicó.
A menos que se extiendan servicios a esas personas, estas
sufrirán, alertó. Pero para hacerlo se necesitan inversiones para
desarrollarlos y mantenerlos.
"Sí, todos deberían pagar un precio por el agua, pero de acuerdo
con sus medios, y así fortalecerían su derecho a acceder a una
oferta confiable y de calidad", sostuvo Lall.
Esa debería ser la gran meta, y no solo la declaración del agua
como un derecho humano, afirmó.