que
solo se podría describir como un intento de golpe de Estado. No solo
controlan la economía, sobre todo mediante el sector financiero,
sino buscan tomar el control de los procesos políticos.
Igual que otros países que implementaron versiones de la receta
neoliberal, Estados Unidos se caracteriza hoy por una desigualdad
económica y/o concentración de riqueza sin precedente desde el
periodo anterior de la gran depresión; es el país con mayor
desigualdad económica en el mundo avanzado.
Aquí algunas cifras: 400 individuos en este país son dueños de
más riqueza que la mitad más pobre de la población estadounidense,
150 millones de personas. La familia Walton, los herederos de Wal-Mart,
con una fortuna de casi 90 mil millones de dólares, tienen más
riqueza que el 40 % de abajo de la población estadounidense. El 1 %
más rico controla el 40 % de la riqueza nacional.
Mientras tanto, analistas esperan que el nivel de pobreza en
Estados Unidos llegue a su punto más alto en casi 50 años, reporta
Associated Press. Uno de cada seis (y casi uno de cada cuatro niños)
estadounidenses vivieron en la pobreza el año pasado, y se
pronostica que esto se elevará en los próximos tres años. Según una
investigación de economistas de la Universidad de California,
mientras los ingresos del 1 % más rico en Estados Unidos se
duplicaron entre 1980 y el 2010 (los del 0,1 se triplicaron), los
ingresos del 90 % de abajo se desplomaron casi 5 %.
Igual que en los países en desarrollo, los ricos aquí insisten en
que ellos son el motor de la economía; que sus intereses son los
"intereses nacionales", y que ellos son los que generan empleo,
inversión, y "oportunidad", así como los recursos para el desarrollo
por medio de los impuestos que pagan. Pero igual que los ricos de
los países que todos conocemos en el tercer mundo, los intereses de
los ricos tienen poco que ver con los intereses nacionales. Y un
nuevo informe exhaustivo lo comprueba.
Los ricos no invierten sus fortunas en sus países ni pagan los
impuestos que deben a su nación, sino hacen todo por ocultar sus
riquezas y evadir sus responsabilidades fiscales. Entre 21 y 32
billones de dólares en riqueza financiera están escondidos en
paraísos fiscales o en bancos en el extranjero (unas 80
jurisdicciones extranjeras), fondos tanto legales como de negocios
ilícitos, según el nuevo informe The Price of Offshore Revisited
de la red de investigaciones Tax Justice Network. Ese monto
equivale a más del Producto Interno Bruto (PIB) anual combinado de
Estados Unidos y Japón.
Este tesoro no forma parte del cálculo sobre desigualdad (ya de
por sí extravagante: el 50 % más pobre de la población del mundo
tiene el 1 % de la riqueza mundial, mientras el 10 % más rico tiene
el 84 % de la riqueza del planeta) ni en la contabilidad de la
deuda, o sea, que al incorporarlo todo es peor, según el informe
elaborado por James Henry, ex economista en jefe de la consultora
internacional McKinsey & Co. y experto en asuntos fiscales.
Al incluir este tesoro que se ha trasladado a paraísos fiscales o
países con sistemas bancarios discretos (como las islas Caimán o
Suiza), la desigualdad es mucho mayor que la calculada hasta ahora.
Según el informe, más del 30 % de la riqueza financiera en el mundo
ahora es controlada por 91 mil personas, o el 0,001 % de la
población mundial.
Este club, con sus ayudantes en los principales bancos del mundo,
es el que tiene el poder para hundir economías, para anunciar que
países como Grecia, España, México y, sí, Estados Unidos, no tienen
recursos para gasto social y tienen que despedir a millones y
practicar políticas de austeridad, mientras esconden el tesoro que
han extraído de sus pueblos fuera del alcance de sus países, fondos
suficientes para generar empleo y desarrollo nacional en gran parte
del planeta.
En 139 países de "ingreso medio y bajo" estudiados en esta
investigación, las elites habían trasladado entre 7,3 y 9,3 billones
de dólares de riqueza no reportada al extranjero entre los años 70 y
el 2010, mientras la deuda externa de estos países había llegado a
4,08 billones de dólares en el 2010.
"El problema es que los bienes de estos países están en manos de
un pequeño número de individuos ricos, mientras las deudas son
cargadas por los ciudadanos comunes de estos países a través de sus
gobiernos", afirma el informe.
El impacto fiscal también es enorme: si esta riqueza escondida de
por lo menos 21 billones de dólares ganara en intereses solo un 3 %,
y ese monto pudiera haber sido gravado por gobiernos al 30 %, eso
generaría ingresos por impuestos de 189 mil millones de dólares
anuales, más del doble de lo que los países de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) gastan hoy
día en toda su asistencia internacional al desarrollo.
Y, por supuesto, este club de superricos goza de enorme poder
político en sus países. Los estadounidenses de este exclusivo club
mundial siempre han tenido una masiva influencia en el juego
político-electoral de este país, pero ahora, con el fallo de la
Suprema Corte hace un par de años en un caso conocido como Citizens
United, los superricos tienen plena "libertad de expresión" por
gastar fondos ilimitados en las elecciones.
El senador federal independiente Bernie Sanders lo explicó así
ante una audiencia en la cámara alta la semana pasada: "Lo que la
Suprema Corte hizo en Citizens United es decir a esos
multimillonarios: ‘ustedes son dueños y controlan la economía, son
dueños de Wall Street, son dueños de las empresas de carbón, son
dueños de las empresas petroleras. Ahora, por un muy pequeño
porcentaje de su riqueza, les vamos a dar la oportunidad de ser
dueños del gobierno de Estados Unidos’".
Al parecer, esa especie de golpe de Estado por una clase de
superricos —todo en nombre de la "democracia"— se está intentando en
varios rincones del mundo.