Los
problemas relacionados con el uso racional de los medicamentos son
mundiales, y Cuba no es una excepción. El mal uso está relacionado
con los requerimientos de emplear o no, en determinadas situaciones
de salud, la dosis, la frecuencia y el tiempo de tratamiento
indicados.
Sin embargo, no nos llevemos a engaño, la automedicación —el uso
de medicamentos u otros remedios por iniciativa propia— es una de
las formas más utilizadas para el tratamiento de las enfermedades, y
con bastante frecuencia se hace caso omiso, por inadvertencia o
desconocimiento, a los daños que puede originar a la salud.
En rigor, habría que señalar: ¡Que tire la primera piedra quien
no haya ingerido un fármaco recomendado por un vecino, familiar o
amigo!
La Organización Mundial de la Salud estima que más de la mitad de
los medicamentos se prescriben, dispensan o venden de forma
inapropiada, y que un 50 % de los pacientes no los toman
adecuadamente. Este empleo incorrecto, precisan los expertos, puede
adoptar la forma de un uso excesivo, insuficiente o indebido de
fármacos en venta con receta o sin ella.
Entre los problemas frecuentes se citan la polifarmacia, es
decir, el consumo de demasiados medicamentos; el uso excesivo de
antibióticos e inyecciones, la prescripción no ajustada a
directrices clínicas, la automedicación inapropiada.
Dada la importancia capital para la salud del tema que nos ocupa,
no resulta casual que uno de los Lineamientos de la Política
Económica y Social del Partido y la Revolución, el número 157,
plantee la necesidad de "continuar propiciando los espacios de
educación para evitar la automedicación de la población e
implementar otras medidas que coadyuven al uso racional de los
medicamentos".
La doctora Dulce María Calvo Barbado, especialista de segundo
grado en Farmacología de la Dirección de Medicamentos y Tecnologías
del Ministerio de Salud Pública, dijo a Granma que, en
correspondencia con el Lineamiento 157, la estrategia por ellos
trazada incluye el abordaje de los temas relacionados con la
prescripción y la dispensación racional de los fármacos por parte de
los profesionales de la salud, y, también, la utilización apropiada
de los pacientes. "Ello resulta imprescindible en nuestros empeños",
dijo.
Para ello han emprendido sistemáticas acciones en el orden de la
comunicación, la educación y la información, con el objetivo de
lograr actitudes y conductas acordes con esta problemática.
Estudios realizados en nuestro medio indican que los grupos
farmacológicos con los cuales más se automedica la población adulta
son los antihipertensivos y los antinflamatorios no esteroideos (AINEs),
entre ellos el ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco, piroxicam y la
indometacina; y los psicofármacos, para combatir el insomnio:
diazepam, clorodiazepóxido, nitrazepam y el meprobamato.
Cuando los especialistas aluden al "uso racional" ello implica la
obtención de un mejor efecto con el menor número posible de
fármacos, durante el periodo más corto y a un costo razonable.