Construir, ¿a cuenta de la cuenca?

A las deudas ecológicas con la cuenca del Cauto se une un hecho singular: cientos de cárcavas por extracción ilegal de materiales para construcción vulneran la franja hidrorreguladora del afluente Bayamo

DILBERT REYES RODRÍGUEZ

Situada a orillas del río homónimo, la ciudad de Bayamo todavía no asume con preocupación la tierra firme que le roba cada crecida de la corriente fluvial.

Gran cárcava a escasos metros del río Bayamo. Nótense los profundos y peligrosos túneles.

En tiempo de lluvias frecuentes, varios asentamientos periféricos deben ser evacuados ante el peligro de inundación, al desbordarse el cauce de uno de los principales afluentes del inmenso Cauto; a cuya importante cuenca pertenece el área del Bayamo, y por tanto, está contenida en los programas de protección ambiental concebidos para la mayor zona hidrográfica de Cuba.

Sin embargo, aunque se han hecho innumerables acciones, aquí todavía hay deudas con la ecología en cuanto a contaminación, reforestación y otros frentes entre los cuales se incluye un singular flagelo: la extraordinaria agresión al suelo que significan las innumerables cárcavas formadas en las orillas del río, por la extracción desmedida y desordenada de materiales para la construcción.

Cientos de metros de arcilla alfarera, tierra para rellenos, arena, grava y piedra, están saliendo a diario y furtivamente de las vulnerables márgenes del Bayamo; las cuales, en varios puntos, asemejan paisajes lunares que en cada crecida provocan peligrosas turbulencias, aceleran la erosión del suelo y le arañan sin remedio la piel a la ciudad.

¿PERMISO SIN COMPROMISO?

No es la zona más grave, ni la más cercana a la ciudad, ni donde más ilegalidades ocurren; pero la pequeña cantera de San Pedro, a menos de diez kilómetros de la urbe, no asumió al pie de la letra los compromisos establecidos en la concesión minera que legalizó allí la extracción de arena y grava para obras ingenieras.

fotos del autor Vestigios de la extracción ilegal de arena cerca de la ciudad a pocos metros del río.

Ubicada en una franja entre el Bayamo y su afluente, el río Guisa, son demasiado visibles los signos de la explotación intensiva; pero también las huellas del irrespeto al cuidado ambiental.

En muchas de las zonas que agotaron el recurso, como demuestran las cárcavas de hasta cinco metros de altura ya tomadas por los arbustos, absolutamente nada se hizo por la reposición de suelos y la reforestación, establecidas como obligaciones por la Ley de Minas.

También dicen del abandono los gigantescos montículos de material no aprovechable, acumulados en cualquier parte y repletos igualmente de malezas, que debieron ser reacomodados tras culminar la explotación.

Además, entre los camiones estatales autorizados para la extracción y tiro, con frecuencia algún tractor con carreta, de los que no llevan permiso legal, aprovechan la ventaja de la mina abierta. El día de la visita de Granma, nadie administraba a pie de cantera, creando dudas sobre la existencia de un control efectivo.

¿Acaso no se percibe cuánto multiplica la vulnerabilidad de la cuenca una cantera descuidada, que es de hecho una gran y peligrosa cárcava entre dos ríos que se unen después, a poca distancia?

LA CARA DE LA ILEGALIDAD

La cantera de San Pedro —ya dijimos— no es el ejemplo más acuciante y su problema todavía es remediable. Sin embargo, de los que cargan carretas de arena, grava o relleno para vender en la ciudad, pocos van a buscarla tan lejos; pues alrededor de la urbe, a la orilla del río, existen varios atajos y puntos donde "conseguirla sin tantos permisos".

El ingeniero Luis Canut, especialista de la Dirección Provincial de Planificación Física, afirmó que la extracción está peligrosamente extendida más cerca de la urbe, y con demasiada impunidad.

"Buscando el material de mejor calidad, agreden puntos muy vulnerables dentro de la misma franja hidrorreguladora del río. La arena, por ejemplo, la extraen a pocos pasos de la corriente, haciendo arriesgados túneles de varios metros por debajo de la capa vegetal, en los cuales ya han quedado mortalmente sepultadas varias personas.

"Luego queda la cárcava, y con la crecida, la socavación aumenta el tamaño del hueco, que provoca grandes deslizamientos y arrastre de sedimentos, y caen los árboles y arbustos debilitados bajo sus raíces".

Pero estas razones poco importan a los infractores, mientras el negocio prolifere jugoso en ganancias y sin sentir el peso de la ley. En Bayamo, quien necesite arena, tierra o grava, solo debe permanecer atento a los pregones de la calle porque al rato, y varias veces al día, oirá el anuncio desde una carreta cargada del material deseado.

"Esto no es una actividad legal. No concedemos permisos para vender, de modo ambulante y por cuenta propia, este tipo de material para la construcción", confirmó Milvia Fonseca, especialista de la Dirección Provincial de Trabajo.

Sin embargo, de asentamientos pegados al río como El Almirante, Barrio Azul y otros —seriamente amenazados por cada crecida—, siguen saliendo a diario los metros cúbicos de arena y grava; dejando cráteres nefastos a orillas de la corriente¼

Obviamente, hay brechas enormes en el enfrentamiento al fenómeno; tanto por los inspectores del cuidado ambiental, como por los encargados de frenar el comercio ilícito.

Poner coto al asunto redundaría de inmediato en la salud de la subcuenca, pero¼ si este comercio se suspende de pronto, el constructor deberá ir a buscar el grano al punto de venta del Ministerio de Comercio Interior. Solo que allí, a causa de la misma cara de la ilegalidad, obtendrá un gran fiasco:

"En estos días no hay porque en la cantera de donde sale, conocida como La Pitucha, la extracción por personas no autorizadas destruye los taludes ingenieros, provocando que la capa vegetal contamine la arena y esta no pueda comercializarse", explicó Antonio Rosales, funcionario de Comercio Provincial que atiende los materiales de construcción.

La oferta estatal sufre otras desventajas frente al comercio furtivo, pues las carretas ambulantes ponen la arena en la puerta de la casa impunemente por un precio mucho menor.

No puede ser la ilegalidad la vía que satisfaga la demanda constante de materiales constructivos por parte de la población.

Dentro de los marcos del orden y el control, las autoridades correspondientes deben asegurar la existencia en puntos de venta de un producto con pleno apego a la exigencia ambiental y a la legalidad comercial.

No obstante —para mayor preocupación por la salud del río Bayamo—, aunque la extracción furtiva de arena, tierra y grava es cosa delicada; en la capital de Granma hay otro flagelo que genera el mismo impacto ambiental, pero aún más generalizado: el mayor número de cárcavas en las márgenes se debe a la arcilla que se saca para fabricar ladrillos.

Cientos de inmensos cráteres abundan en zonas específicas de la franja. Unos en explotación, otros ya agotados y abandonados, sin reposición de suelo ni reforestación alguna, y aunque esta actividad es una tradición, todavía no logra ordenarse con fórmulas sostenibles.

Mientras, los flancos lacerados del Bayamo reclaman preocupación y acción urgente; a fin de que el cauce crecido no multiplique el peligro, no robe más tierra firme a la ciudad, y la protección de la gran cuenca del Cauto sea efectiva desde el cuidado ambiental en sus afluentes.

 

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