En tiempo de lluvias frecuentes, varios asentamientos periféricos
deben ser evacuados ante el peligro de inundación, al desbordarse el
cauce de uno de los principales afluentes del inmenso Cauto; a cuya
importante cuenca pertenece el área del Bayamo, y por tanto, está
contenida en los programas de protección ambiental concebidos para
la mayor zona hidrográfica de Cuba.
Sin embargo, aunque se han hecho innumerables acciones, aquí
todavía hay deudas con la ecología en cuanto a contaminación,
reforestación y otros frentes entre los cuales se incluye un
singular flagelo: la extraordinaria agresión al suelo que significan
las innumerables cárcavas formadas en las orillas del río, por la
extracción desmedida y desordenada de materiales para la
construcción.
Cientos de metros de arcilla alfarera, tierra para rellenos,
arena, grava y piedra, están saliendo a diario y furtivamente de las
vulnerables márgenes del Bayamo; las cuales, en varios puntos,
asemejan paisajes lunares que en cada crecida provocan peligrosas
turbulencias, aceleran la erosión del suelo y le arañan sin remedio
la piel a la ciudad.
Ubicada en una franja entre el Bayamo y su afluente, el río
Guisa, son demasiado visibles los signos de la explotación
intensiva; pero también las huellas del irrespeto al cuidado
ambiental.
En muchas de las zonas que agotaron el recurso, como demuestran
las cárcavas de hasta cinco metros de altura ya tomadas por los
arbustos, absolutamente nada se hizo por la reposición de suelos y
la reforestación, establecidas como obligaciones por la Ley de
Minas.
También dicen del abandono los gigantescos montículos de material
no aprovechable, acumulados en cualquier parte y repletos igualmente
de malezas, que debieron ser reacomodados tras culminar la
explotación.
Además, entre los camiones estatales autorizados para la
extracción y tiro, con frecuencia algún tractor con carreta, de los
que no llevan permiso legal, aprovechan la ventaja de la mina
abierta. El día de la visita de Granma, nadie administraba a
pie de cantera, creando dudas sobre la existencia de un control
efectivo.
¿Acaso no se percibe cuánto multiplica la vulnerabilidad de la
cuenca una cantera descuidada, que es de hecho una gran y peligrosa
cárcava entre dos ríos que se unen después, a poca distancia?
La cantera de San Pedro —ya dijimos— no es el ejemplo más
acuciante y su problema todavía es remediable. Sin embargo, de los
que cargan carretas de arena, grava o relleno para vender en la
ciudad, pocos van a buscarla tan lejos; pues alrededor de la urbe, a
la orilla del río, existen varios atajos y puntos donde "conseguirla
sin tantos permisos".
El ingeniero Luis Canut, especialista de la Dirección Provincial
de Planificación Física, afirmó que la extracción está
peligrosamente extendida más cerca de la urbe, y con demasiada
impunidad.
"Buscando el material de mejor calidad, agreden puntos muy
vulnerables dentro de la misma franja hidrorreguladora del río. La
arena, por ejemplo, la extraen a pocos pasos de la corriente,
haciendo arriesgados túneles de varios metros por debajo de la capa
vegetal, en los cuales ya han quedado mortalmente sepultadas varias
personas.
"Luego queda la cárcava, y con la crecida, la socavación aumenta
el tamaño del hueco, que provoca grandes deslizamientos y arrastre
de sedimentos, y caen los árboles y arbustos debilitados bajo sus
raíces".
Pero estas razones poco importan a los infractores, mientras el
negocio prolifere jugoso en ganancias y sin sentir el peso de la
ley. En Bayamo, quien necesite arena, tierra o grava, solo debe
permanecer atento a los pregones de la calle porque al rato, y
varias veces al día, oirá el anuncio desde una carreta cargada del
material deseado.
"Esto no es una actividad legal. No concedemos permisos para
vender, de modo ambulante y por cuenta propia, este tipo de material
para la construcción", confirmó Milvia Fonseca, especialista de la
Dirección Provincial de Trabajo.
Sin embargo, de asentamientos pegados al río como El Almirante,
Barrio Azul y otros —seriamente amenazados por cada crecida—, siguen
saliendo a diario los metros cúbicos de arena y grava; dejando
cráteres nefastos a orillas de la corriente¼
Obviamente, hay brechas enormes en el enfrentamiento al fenómeno;
tanto por los inspectores del cuidado ambiental, como por los
encargados de frenar el comercio ilícito.
Poner coto al asunto redundaría de inmediato en la salud de la
subcuenca, pero¼ si este comercio se
suspende de pronto, el constructor deberá ir a buscar el grano al
punto de venta del Ministerio de Comercio Interior. Solo que allí, a
causa de la misma cara de la ilegalidad, obtendrá un gran fiasco:
"En estos días no hay porque en la cantera de donde sale,
conocida como La Pitucha, la extracción por personas no autorizadas
destruye los taludes ingenieros, provocando que la capa vegetal
contamine la arena y esta no pueda comercializarse", explicó Antonio
Rosales, funcionario de Comercio Provincial que atiende los
materiales de construcción.
La oferta estatal sufre otras desventajas frente al comercio
furtivo, pues las carretas ambulantes ponen la arena en la puerta de
la casa impunemente por un precio mucho menor.
No puede ser la ilegalidad la vía que satisfaga la demanda
constante de materiales constructivos por parte de la población.
Dentro de los marcos del orden y el control, las autoridades
correspondientes deben asegurar la existencia en puntos de venta de
un producto con pleno apego a la exigencia ambiental y a la
legalidad comercial.
No obstante —para mayor preocupación por la salud del río Bayamo—,
aunque la extracción furtiva de arena, tierra y grava es cosa
delicada; en la capital de Granma hay otro flagelo que genera el
mismo impacto ambiental, pero aún más generalizado: el mayor número
de cárcavas en las márgenes se debe a la arcilla que se saca para
fabricar ladrillos.
Cientos de inmensos cráteres abundan en zonas específicas de la
franja. Unos en explotación, otros ya agotados y abandonados, sin
reposición de suelo ni reforestación alguna, y aunque esta actividad
es una tradición, todavía no logra ordenarse con fórmulas
sostenibles.
Mientras, los flancos lacerados del Bayamo reclaman preocupación
y acción urgente; a fin de que el cauce crecido no multiplique el
peligro, no robe más tierra firme a la ciudad, y la protección de la
gran cuenca del Cauto sea efectiva desde el cuidado ambiental en sus
afluentes.