LISBOA.—
Conozco al presidente electo François Hollande desde los tiempos de
su antecesor y amigo mío François Mitterrand. Tiene una amplia
visión. Es la personalidad que Francia necesita para salir de la
crisis y emprender una política de recuperación económica y social.
Pero su triunfo en el segundo turno electoral del domingo 6 de mayo
va mucho más allá: es la clamorosa confirmación de precedentes e
inequívocas señales de que Europa ha comprobado el fracaso de la
ideología neoliberal y está cambiando de rumbo.
Los europeos de varios estados han percibido, finalmente, que las
políticas de austeridad impuestas para agradar a los mercados
usurarios, nos estaban conduciendo por mal camino. Han empujado a
los países europeos y a la zona del euro hacia la disgregación y la
decadencia.
La canciller Angela Merkel ha debido advertir que sus socios
europeos no solo se resisten a obedecerle —como sucede desde hace
tres años— sino que han comenzado a conspirar contra su política y
tratan de contrarrestar la recesión, que paraliza la economía real y
favorece la virtual, aumentando el desempleo de manera socialmente
inaceptable.
Se hace necesario poner vallas a esta crisis recesiva in
crescendo, que sacude a un país tras otro. Ya no castiga solo a
Grecia, Irlanda y Portugal, las primeras víctimas de los mercados y
de las peligrosas agencias de calificación. También están en la mira
países grandes como España, Italia y Francia, y países ricos pero
pequeños, como Holanda, cuyo Gobierno cayó, y Rumania, donde el
Gobierno depuesto fue sustituido por un ejecutivo socialista.
También comienzan a afrontar dificultades Eslovaquia, Eslovenia, la
República Checa y hasta Finlandia.
En este contexto, el ascenso de Hollande a la presidencia de
Francia inclina hacia la izquierda la balanza europea.
Deshecho el eje que había forjado con el presidente saliente
Nicolás Sarkozy, la canciller alemana Angela Merkel, enfrentada a
problemas internos que están empeorando y al crecimiento de la
oposición —tanto socialdemócrata como verde— parece obvio que tendrá
que cambiar de política y buscar un entendimiento con Hollande.
El viraje que impulsa la victoria en Francia, no solo no ha
sorprendido a los socialistas europeos, sino que ellos ya estaban
preparados para asumirlo. Así lo demuestra la "conspiración" que
tuvo lugar en Roma el 19 de abril, con la participación de
representantes de partidos socialistas, socialdemócratas y
demócratas progresistas de diversos países europeos para analizar la
situación y coordinar la acción ante un próximo Gobierno socialista
francés, que juzgaban más que probable.
Entretanto, no aminora la gravedad del panorama económico europeo
y mundial. Recientemente, el Reino Unido ha entrado en recesión por
segunda vez desde que estalló la crisis global en el 2008. Y Estados
Unidos, según las declaraciones del presidente de su banco central,
Ben Bernanke, teme el contagio que pueda propagar la recesión
europea.
Es una triste ironía que nos propinan la globalización
desenfrenada y la ideología neoliberal que desencadenaron la crisis
global, precisamente en Estados Unidos, desde donde se transmitió a
la Unión Europea y en menor escala a numerosos Estados de otros
continentes. Y ahora, los estadounidenses tienen miedo de un reflujo
que vuelva a atacar a su economía. Me recuerda el dicho popular:
quien siembra vientos, recoge tempestades.
Hollande tuvo el discernimiento político —a diferencia de Sarkozy—
de que todos los estados de la zona euro dependen del futuro de la
Unión Europea, que solo puede asegurar un cambio de política a
escala continental. Afirmó con toda claridad que tal es la condición
para que el proyecto europeo no se encamine hacia la desintegración
y a una irremediable decadencia.
Finalmente se reconoce en toda la zona euro —e incluso en el
Reino Unido— que la austeridad por sí sola no lleva a ninguna parte.
Solo agrava el sufrimiento de los más débiles. Las propias
instituciones europeas comienzan a reconocer esta verdad. El
presidente europeo Herman von Rompuy convocó por primera vez una
reunión cumbre para luchar contra la recesión y el desempleo.
En el mismo sentido, el estadounidense Spencer Oliver, secretario
general de la asamblea parlamentaria de la Organización para la
Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), afirma que "la crisis
financiera ha sido provocada por el afán de ganancia de Wall Street"
y que para superarla es preciso, como ha demostrado el presidente
estadounidense Barack Obama, una firme lucha contra la recesión, el
desempleo, y a favor del estado social. Y agrega: "Las críticas
deben enjuiciar a los sistemas financieros, a los rescates y a los
estímulos que canalizaron ingentes sumas para salvar a muchos
banqueros que han sido los primeros responsables de la actual
situación".
Esta es la hora de la esperanza, de que la victoria de Hollande
se convierta en el impulso para cambiar de paradigma y acabar con la
crisis.