En Estados Unidos mucho se define en términos bélicos. Hay una 
			guerra contra las drogas, otra contra el terrorismo. La derecha dice 
			que hay una guerra contra los valores familiares, contra el 
			matrimonio, contra la Navidad (en serio). Los progresistas dicen que 
			hay guerra contra los inmigrantes, guerra contra los jóvenes, guerra 
			contra los gays, contra las mujeres. A veces parece que todo es una 
			guerra. 
			Todos los días uno escucha o lee el mensaje oficial que nació a 
			raíz del 11 de septiembre: si ves algo, di algo, o sea, todo lo 
			extraño es sospechoso. No hay semana en la que no se informe de un 
			complot terrorista que fue descubierto. Los noticieros repiten que 
			todo es una amenaza, la nota roja se mancha con la nota de guerra 
			(¿o es lo mismo?). Si eso no es suficiente, todos los días se 
			transmiten mensajes al foro público sobre cómo las drogas, los 
			inmigrantes, los gays, y hasta comunistas, socialistas y 
			anarquistas, entre otros, amenazan al país.
			Mientras tanto, el gobierno de Barack Obama promueve la 
			exportación de armas en apoyo de la industria armamentista, reportó 
			el Wall Street Journal: en el 2011 las ventas de armas 
			estadounidenses al extranjero superaron los 34 mil millones de 
			dólares. Dentro de Estados Unidos más de 200 millones de armas de 
			fuego están en manos privadas, suficiente para armar a cada adulto 
			en este país.
			Por otro lado, el columnista Nicholas Kristof, del New York 
			Times, reveló algunas de las consecuencias de las guerras: por cada 
			soldado estadounidense muerto en los campos de batalla este año, 
			unos 25 veteranos militares se han suicidado. Agregó que, en 
			promedio, un soldado estadounidense muere cada día y medio en Iraq o 
			Afganistán, mientras la tasa promedio de suicidios de los veteranos 
			es de uno cada 80 minutos; más de 6 500 suicidios de veteranos se 
			registran cada año.
			Entre tanta guerra, armas, sangre y sus consecuencias, este 
			domingo se celebró aquí el Día de las Madres (como se hizo en México 
			el 10 de mayo), uno de los grandes festejos comerciales impulsados 
			por la industria de las tarjetas, las flores, los restaurantes y 
			toda la gama de promoción del consumo. Pero resulta que el Día de 
			las Madres fue inventado por una madre para poner fin a las guerras.
			El Día de las Madres empezó en Estados Unidos en 1870, cuando 
			Julia Ward Howe escribió algo llamado la Proclama del Día de las 
			Madres, en el contexto de la Guerra Civil en este país, como la 
			guerra franco-prusiana en Europa. Convocó a las mujeres en su papel 
			de madres a unirse en demanda del fin de todas las guerras.
			Howe escribió: "Levántense, entonces, las mujeres de este día. 
			Levántense, todas las mujeres con corazón... Digan firmemente: ‘no 
			aceptaremos que las grandes cuestiones sean decididas por agencias 
			irrelevantes. Nuestros maridos no llegarán a nosotras apestando a 
			carnicería, buscando caricias y aplausos. Nuestros hijos no nos 
			serán arrebatados para desaprenderlos de todo lo que hemos logrado 
			enseñarles sobre la caridad, la merced y la paciencia. Nosotras, las 
			mujeres de un país, seremos demasiado tiernas con las de otro país 
			como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a 
			los de ellas’".
			La proclama continúa: "Desde el seno de una tierra devastada una 
			voz surge con la nuestra. Dice: ‘¡desarma! ¡desarma! La espada del 
			asesinato no es la balanza de la justicia’. La sangre no anula el 
			deshonor ni la violencia indica posesión. Igual que los hombres 
			frecuentemente han abandonado el arado y el yunque ante el llamado a 
			la guerra, ahora que las mujeres dejen todo lo que se puede dejar 
			del hogar para un gran día dedicado a consulta. Que primero se 
			reúnan, como mujeres, para llorar y conmemorar a los muertos. Dejen 
			que solemnemente tomen consejo entre ellas sobre los medios por los 
			cuales la gran familia humana puede vivir en paz".
			Según la activista feminista Laura Kacere en el sitio Código 
			Rosa, el Día de las Madres se volvió más popular cuando años después 
			un grupo de mujeres de Virginia del Oeste, encabezado por Anna 
			Reeves Jarvis, lo usó para promover la reunificación de familias 
			después de la guerra civil. La hija de Jarvis, tras la muerte de su 
			madre, lanzó una campaña para crear un día oficial de las madres por 
			la paz. Informa que fue apenas en 1914 que el presidente Woodrow 
			Wilson lo promulgó como día oficial nacional.
			La comercialización del día fue casi inmediata, encabezada por la 
			industria de las flores. Jarvis se opuso a toda comercialización del 
			día, fue arrestada por protestar contra la venta de flores y 
			promovió peticiones para detener que se creara una estampilla de 
			correos del Día de las Madres.
			La profesora Valerie Ziegler, de la Universidad Depauw, autora de 
			una biografía de Howe, comentó, en entrevista con Amy Goodman, del 
			programa de noticias Democracy Now, que Howe consideraba que las 
			mujeres que eran madres no podían aceptar que sus hijos fueran a las 
			guerras y que la única esperanza para la civilización era que las 
			mujeres hablaran con una voz diferente. Con ello, Howe organizó 
			conferencias de paz en Estados Unidos y Gran Bretaña, y en 1872 
			proclamó que cada 2 de junio debería ser marcado como Día de las 
			Madres por la Paz. Así, originalmente, el día era para que se 
			reunieran las mujeres para llamar a que los hombres y el mundo 
			vieran la necesidad de vivir en paz. Ziegler informó que para 1873 
			por lo menos 18 ciudades en Estados Unidos, como también Roma y 
			Constantinopla, festejaban el día así.
			Ziegler informó que Jarvis conocía el trabajo de Howe, y ella 
			continuó promoviendo el día hasta que en 1912 el Congreso reconoció 
			el Día de las Madres.
			O sea, en su origen es un grito de madres que están hasta la 
			madre de las guerras y la violencia.