El transporte es público, pero...¡no abusen!

Lourdes Pérez Navarro
lourdes.p@granma.cip.cu

Sí, no se equivoca, es lo mismo que está viendo: ¡una mudada en un ómnibus articulado! La imagen fue captada por el fotorreportero hace apenas unos días cuando viajaba en el P-8, línea que cubre la ruta Reparto Eléctrico-Villa Panamericana, en la capital. Ante tamaña escena cabe preguntarse: con similares actuaciones ¿cuánto pueden durar estos equipos?

Foto: Otmaro RodríguezTodos demandamos —con razón— la limpieza de los ómnibus, el cumplimiento de las frecuencias, que paren en la parada y no en la otra esquina... A cambio, ¿qué damos? Muchas veces, ni los simbólicos 40 centavos del pasaje. Simbólicos, sí, pues con ellos no pagamos siquiera una mínima parte del valor del combustible o de las piezas de repuesto de estos equipos que nos mueven de un punto a otro de la ciudad.

Quiénes, sino nosotros, los usuarios, somos los que rompemos los asientos, abordamos el carro por las puertas traseras, nos recostamos en el "acordeón" de los articulados, tiramos todo tipo de basura en el piso, fumamos en su interior o escribimos en las paredes de las guaguas, esas que hasta han sido testigos de juegos de chapitas o de la desbordada y escandalosa "alegría" de algunos que confunden los pasillos con salones de fiestas. Y ante semejantes desmanes, ¿quién se inmuta?

Tanta obligación tiene el chofer de velar por el cuidado del ómnibus que conduce, como el pasajero de respetar y preservar la propiedad social. De igual modo, tiene el inspector entre sus facultades y funciones la de ejecutar lo dispuesto en el Decreto 261 de 1999.

Tal legislación establece cuáles acciones u omisiones deberán considerarse contravenciones personales de las regulaciones de las ramas del transporte. Entre otras menciona: trasladarse sin abonar el pasaje establecido, penetrar o salir por la ventanilla del ómnibus; viajar en el techo, colgado de sus puertas, ventanas o en cualquier lugar externo del mismo; y abordar el ómnibus —o permitir hacerlo— con sustancias peligrosas.

Para ellas está dispuesta la imposición de multas; mas, en casi la totalidad de los casos, no son aplicadas. La ley, cotidianamente, es desplazada por las indisciplinas.

Hoy, a la vista de todos, montamos sillas y cocinas en los ómnibus. Si no ponemos coto a tales comportamientos, ¿tendremos mañana dónde transportarnos?

 

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