Sí, no se equivoca, es lo mismo que está viendo: ¡una mudada en
un ómnibus articulado! La imagen fue captada por el fotorreportero
hace apenas unos días cuando viajaba en el P-8, línea que cubre la
ruta Reparto Eléctrico-Villa Panamericana, en la capital. Ante
tamaña escena cabe preguntarse: con similares actuaciones ¿cuánto
pueden durar estos equipos?
Todos
demandamos —con razón— la limpieza de los ómnibus, el cumplimiento
de las frecuencias, que paren en la parada y no en la otra esquina
A cambio, ¿qué damos? Muchas veces, ni los simbólicos 40 centavos
del pasaje. Simbólicos, sí, pues con ellos no pagamos siquiera una
mínima parte del valor del combustible o de las piezas de repuesto
de estos equipos que nos mueven de un punto a otro de la ciudad.
Quiénes, sino nosotros, los usuarios, somos los que rompemos los
asientos, abordamos el carro por las puertas traseras, nos
recostamos en el "acordeón" de los articulados, tiramos todo tipo de
basura en el piso, fumamos en su interior o escribimos en las
paredes de las guaguas, esas que hasta han sido testigos de juegos
de chapitas o de la desbordada y escandalosa "alegría" de algunos
que confunden los pasillos con salones de fiestas. Y ante semejantes
desmanes, ¿quién se inmuta?
Tanta obligación tiene el chofer de velar por el cuidado del
ómnibus que conduce, como el pasajero de respetar y preservar la
propiedad social. De igual modo, tiene el inspector entre sus
facultades y funciones la de ejecutar lo dispuesto en el Decreto 261
de 1999.
Tal legislación establece cuáles acciones u omisiones deberán
considerarse contravenciones personales de las regulaciones de las
ramas del transporte. Entre otras menciona: trasladarse sin abonar
el pasaje establecido, penetrar o salir por la ventanilla del
ómnibus; viajar en el techo, colgado de sus puertas, ventanas o en
cualquier lugar externo del mismo; y abordar el ómnibus —o permitir
hacerlo— con sustancias peligrosas.
Para ellas está dispuesta la imposición de multas; mas, en casi
la totalidad de los casos, no son aplicadas. La ley, cotidianamente,
es desplazada por las indisciplinas.
Hoy, a la vista de todos, montamos sillas y cocinas en los
ómnibus. Si no ponemos coto a tales comportamientos, ¿tendremos
mañana dónde transportarnos?