VILLA CLARA.— Dice un viejo proverbio que "cuando el gato no está
en casa los ratones andan de fiestas". Muy bien viene la frase a
esas personas a las cuales el Estado confía la responsabilidad de
administrar sus bienes, pero que nunca o casi nunca están en el
lugar indicado.
Visitas recientes de las máximas autoridades del Partido y el
Gobierno en la provincia a un grupo de centros del comercio, la
gastronomía y otros sectores, descubrieron lo que todos sabíamos,
graves violaciones a la legalidad, la higiene y el control de los
recursos, asociados a un tema recurrente: la desaparición del
administrador o de la persona responsabilizada para suplir su
ausencia en momentos claves del proceso productivo o de servicio.
No es la primera vez que esto sucede. Es más, durante años ha
sido un fenómeno recurrente. Como "a río revuelto, ganancia de
pescadores", tal descontrol es quien genera la especulación, la
aparición por doquier de artículos deficitarios que son cobrados al
pueblo a altos precios o la venta de productos de muy baja calidad,
como el pan nuestro de cada día, a todas luces sin los ingredientes
imprescindibles.
Resulta una burla y motivan a la risa las explicaciones ofrecidas
por los supuestos administradores, sin explicaciones ante los
custodios dormidos, la suciedad, el personal ajeno a las unidades
laborando en la misma y centros acabados de inaugurar que ya dan
pena.
Abocados como estamos a resolver con inteligencia y sabiduría los
grandes retos que tiene ante sí la sociedad cubana, llamada a ser
eficiente en el empleo de los escasos recursos disponibles, resulta
inadmisible que fenómenos tan nocivos continúen proliferando ante
nuestras narices.
Me pregunto qué tipo de administradores tenemos y cuál es el
sistema de control implantado por algunos organismos, para que deba
venir un funcionario de mayor rango o una verificación fiscal a
descubrirle las deficiencias.
Mientras esto suceda, continuaremos cebando los bolsillos de unos
cuantos "burgueses de nuevo tipo" quienes, amparados en el
descontrol, roban, adquieren bienes, corrompen, sobornan¼
y la mayoría paga las consecuencias de tanta ineficiencia.
¿Será que realmente no se sienten responsables de su centro de
trabajo y de la custodia de los recursos bajo su mando, como hemos
repetido hasta el cansancio, o que existe alguna confabulación en la
que todos participan?
Como escribió un destacado escritor de los años 80, la vida
resolverá la discusión.