Camino a Sudáfrica’10 – Grupo A
El moribundo que ansía resucitar
—“La vida es una serie de muertes y
resurrecciones”. Romain Rolland, escritor francés ganador del premio
Nobel (1915)
ARIEL B. COYA
Quizá
algún día sepamos con certeza si existe vida después de la muerte,
aunque por el momento se antoja difícil que alguien desentrañe la
cuestión. En el mundo del fútbol, por el contrario, los que están a
punto de morir pueden resucitar.
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Entre la duda
y el escarnio, Francia intentará imponerse en la complicada
llave que también alberga al elenco anfitrión. |
Sin ir muy lejos, ahí están los apoteósicos triunfos del
Manchester United y el Liverpool sobre el Bayern de Munich y el
Milan en las finales de la Liga de Campeones de 1999 y el 2005, o la
agónica victoria del Barcelona contra Estudiantes de La Plata en el
Mundial de Clubes de la última temporada. El conjunto catalán, para
más señas, bien puede brindar cátedra sobre el asunto con el épico
empate frente al Chelsea, en Stamford Bridge, que le permitió
discutir (y ganar) el título europeo hace un año, casualmente ante
los "diablos rojos" ingleses.
En todos esos partidos, como algunos recordarán, aquellos equipos
perdían dramáticamente, por un margen abrumador o a falta de escasos
minutos para el pitazo final, cuando de pronto, sin que nadie logre
hallarle todavía una explicación lógica, terminaron volteando el
marcador. Justo al pie de la fosa, obraron una fabulosa
resurrección.
A nivel de selecciones también pudieran enumerarse ejemplos —el
famoso Maracanazo de 1950 y los tres "milagros" turcos de la pasada
Eurocopa— aunque quizá ninguno resista la comparación con Francia
que, entre defunción y defunción, se ha aficionado a resucitar
cuando menos lo imaginan sus seguidores, como demuestra su actuación
en el Mundial anterior, en el que llegó a disputar el título sin que
(casi) nadie apostara realmente por ella.
De hecho, algo parecido vuelve a ocurrirle ahora, tras navegar en
un auténtico mar de tribulaciones para acceder a Sudáfrica.
Tal es el fatalismo que envuelve a la selección de su país que
incluso Michel Platini reconoció que no la ve ganando el Mundial.
"Solo superará la fase de grupos. Francia no es ahora mismo el mejor
equipo del mundo", sentenció de manera lapidaria el mito del fútbol
galo y presidente de la UEFA, para el cual les bleus poseen
"algunos buenos jugadores, pero no tienen ninguna gran
individualidad". Ese mismo criterio parecen compartirlo todos
aquellos que entierran de antemano las posibilidades del éxito
francés, entre las críticas unánimes que suscita su juego y el
escarnio abrumador que envuelve a su controvertido técnico Raymond
Domenech.
¿La razón? Muy sencilla: Francia no levanta cabeza desde que
Zidane perdió la suya contra Materazzi en la final del 2006 e Italia
terminó imponiéndose en la tanda de penales. No solo se marchó
temprano y mal parada de la Eurocopa del 2008, sino que aún padeció
más de lo esperado para obtener su boleto, tras quedar relegada por
Serbia a ejercer un papel secundario en el grupo 7 de la UEFA, en el
que acabó segunda con 21 puntos, seis victorias, tres empates y una
derrota. El punto culminante de su odisea, sin embargo, llegó con el
choque de vuelta de la repesca ante Irlanda.
Recordemos qué pasó. Se acercaba el último minuto de la primera
parte de la prórroga y Saint-Denis era un funeral. Los irlandeses
jugaban con más entusiasmo y vencían 1-0, mientras los galos, con la
única inventiva de Anelka en ataque, apenas pisaban el área rival.
Hasta que Malouda colgó una falta sin peligro aparente y el capitán
Henry apareció junto a la línea de fondo para demostrar por qué es
un gran entusiasta del baloncesto de la NBA. Dos veces dribló el
balón con la mano izquierda —primero para evitar que saliera y luego
para colocarlo en su pie derecho—, antes de asistir a Gallas, que
anotó el gol más fácil de su vida. El árbitro Martin Hansson o bien
se hizo el sueco (como correspondía a su nacionalidad) o bien no vio
nada (según rezó en sus declaraciones ulteriores) y Francia se
clasificó al conseguir el empate y haberse impuesto en la ida (0-1)
en Dublín.
¿OTRO GRUPO DE LA MUERTE?
Así, aunque es la gran favorita para clasificar a octavos en la
llave A, es de suponer que no lo tendrá fácil, pues nada parece
llenar el vacío que dejó Zizou tras su retiro. Ni el despliegue de
Ribery ni el talento del mejor Gourcuff. Tampoco la segunda juventud
de Anelka ni la experiencia de Henry, a quien por cierto no pocos
rumores colocan ya en la MLS norteamericana (sí, sí, cerquita de la
NBA).
Eso y, por supuesto, el descontento que generan las ausencias de
Benzema, Trezeguet, Vieira y Nasri en un conjunto que tampoco es que
ande sobrado de talento y solidez, pues aún su defensa parece toser
ante cada incursión de los atacantes rivales.
No en vano habrá que ver entonces cómo se las apañan cuando se
midan a Uruguay, otro campeón venido a menos, pero campeón al fin,
que encima tiene hombres peligrosos en la delantera como Diego
Forlán y Luis Suárez, máximo goleador de la liga holandesa con 36
dianas para el Ajax. O México, que destaca por su aplicación
táctica, tras reincorporar a su banquillo al DT Javier Aguirre,
conjugando la veteranía de Cuauhtémoc Blanco y Rafael Márquez con
jóvenes talentosos como el arquero Guillermo Ochoa, el volante
Andrés Guardado y el delantero Giovani dos Santos.
Y luego está Sudáfrica, de nuevo bajo las órdenes del brasileño
Carlos Alberto Parreira. Un elenco que sobre el papel no aparenta
gran cosa, pero es la sede. Algo que ya patentizó durante la pasada
Copa Confederaciones, en la que les jugó de tú por tú a las hoy
archifavoritas selecciones de Brasil y España, cediendo apenas por
la mínima en ambas ocasiones.
De modo que, quizá no lo parezca, menos aún a la sombra de la
llave G —en la que a la República Popular Democrática de Corea le
tocó el infortunio de coincidir con Brasil, Portugal y Costa de
Marfil—, pero este apartado muy bien pudiera convertirse en el
verdadero "grupo de la muerte". Máxime, si en él, a una Francia
moribunda se le ocurre resucitar una vez más. |