Sembrar con pipa (así se le conoce aquí a esa práctica) es una de
las alternativas que han tenido que aplicar campesinos y productores
estatales en los ocho municipios del territorio, desde hace años,
para no permanecer con los brazos cruzados y buscar producciones en
medio de prolongados periodos de sequía.
Para Las Tunas esa modalidad adquiere un carácter estratégico y
prácticamente obligatorio si se tiene en cuenta que la provincia
está marcada por uno de los regímenes de lluvia más desfavorables en
todo el archipiélago, mientras solo un 10% del balance de área en la
agricultura está bajo riego.
Ese empuje humano ha sido fundamental para que hoy el territorio
cuente, en general, con unas 110 caballerías sembradas de yuca, área
que debe elevarse a más de 300, según afirma el ingeniero Alexis
Velázquez, delegado del Ministerio de la Agricultura en Las Tunas.
Aunque la siembra mediante pipas o cisternas no siempre asegura
altos niveles de supervivencia o elevados rendimientos, en opinión
de productores y especialistas la cosecha siempre permite acopiar
determinados volúmenes que ayudan a enfrentar mejor las necesidades
de la población.
Como norma, ese tipo de siembra se sustenta en el empleo de
bueyes, vehículos de tracción animal, fuentes de agua cercanas al
área de siembra y aplicación de materia orgánica (también de forma
manual), con el consiguiente beneficio para los suelos y el medio
ambiente.