Año
tras año los incendios forestales activan las alarmas en el mundo.
Bosques y biodiversidad padecen sus estragos. Indonesia, Australia y
hasta el superdesarrollado Estados Unidos son algunos de los países
donde estos fenómenos devienen catástrofe.
Mientras, en pleno Caribe, Cuba afronta retos parecidos. Sus
condiciones climáticas conspiran a favor del fuego, y la presencia
de vientos del sur más intensos, así como periodos alternos de altas
temperaturas señalan para esta temporada un difícil y peligroso
panorama.
Los incendios en la vegetación ya habían dejado su impronta
durante el 2009. Entre febrero y mayo, periodo considerado de alta
peligrosidad para la ocurrencia de estos fenómenos, se reportó un
total de 437 siniestros. Más de 11 500 hectáreas de bosques fueron
afectadas; unas 3 600 hectáreas de yerbazales de ciénaga sufrieron
su impacto.
Los mayores daños se verificaron en Las Tunas, Camagüey y Ciego
de Ávila. Las pérdidas económicas ascendieron a más de 11 millones
de pesos, sin incluir el incendio de la meseta de San Felipe, en
Camagüey, que alcanzó los 53 millones.
Esta vez el 88% de los siniestros cuya causa fue posible
determinar obedeció a acciones humanas. Lo preocupante es que, de
estas, un 83% correspondió a negligencias. Quemas realizadas por
personas o instancias en áreas rurales encabezan la lista. Le siguen
transeúntes y fumadores irresponsables. También las chispas de
vehículos y maquinarias agrícolas.
Especialistas de la Jefatura Nacional del Cuerpo de
Guardabosques, perteneciente al MININT, pronostican para el 2010
entre 319 y 360 incendios que podrían afectar unas 10 000 hectáreas.
De 10 a 12 de ellos alcanzarían grandes proporciones.
Al déficit de lluvias, los intensos vientos del sur y los
periodos alternos de altas temperaturas se suma la existencia de
material de fácil combustión en los bosques: los huracanes Gustav,
Ike y Paloma dejaron tras de sí un enjambre de ramas y troncos
rotos. Otros desechos del desastre, llevados a las áreas boscosas
por personas de los alrededores, son también posibles facilitadores
de los siniestros.
Las provincias de Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila y
Camagüey, así como el macizo de Guamuhaya y el municipio especial
Isla de la Juventud, poseen hoy las condiciones más propicias para
que se generen allí incendios forestales. Ya en enero de este año,
unos 23 siniestros habían afectado más de 100 hectáreas.
Los guardabosques, que han trabajado tradicionalmente con el
Cuerpo de Bomberos, afinan las medidas. Ahora ambas entidades
persiguen ahorrar recursos y responder de modo más efectivo junto a
otras instancias del Estado. Los primeros tienen como misión llegar
lo antes posible hasta el hecho. Ser oportunos es una necesidad, por
eso permanecen cerca de los bosques.
Por otra parte, unas 2 000 personas que viven en los alrededores
de zonas boscosas han sido contratadas durante el periodo de mayor
riesgo para que, junto a los efectivos existentes, tornen más
precisa la labor de detección. En este primer momento, los
guardabosques emplean igualmente técnicas satelitales y aviación.
Luego hay que llegar al lugar. Actualmente, el Cuerpo de
Guardabosques utiliza camionetas para arribar lo más rápidamente
posible. De ese modo, el incendio incipiente podría ser controlado.
En caso de que no fuera posible, los bomberos cumplirían su parte y
acudirían con autos-cisterna para aplacar las llamas.
Que un incendio se vaya de control reporta un gasto enorme al
país. Lejos de la madera para las casas, las sillas, los lápices...
, la nación pierde mucho más. La muerte de otros organismos que
habitan los bosques es el costo pagado por la biodiversidad ante
estos fenómenos. La vida humana también corre peligro. Aunque
repetido... vale más prevenir, que tener que lamentar.