José A. Torres
Dentro de la vigilancia epidemiológica y la lucha antivectorial
de la provincia de Santiago de Cuba coexisten actitudes
contrapuestas. Unos aplican con rigor las medidas
higiénico-sanitarias; otros de forma reiterada (y arbitrariamente)
violan los procedimientos para combatir al agente transmisor del
dengue.
La
proliferación de microvertederos empeora el cuadro epidemiológico de
la Ciudad Heroica.
Mientras esto ocurre, los recursos destinados a proteger a la
población y el esfuerzo de las autoridades de Salud, continúan
cayendo en saco roto. Por eso, en este territorio la presencia del
mosquito Aedes aegypti, es una de las más altas del país.
Son causas de la alta infestación en la ciudad de Santiago de
Cuba el número de casas cerradas, el deficiente saneamiento básico
intradomiciliario, la negativa a la revisión de las viviendas y no
dar el tiempo suficiente para que surta efecto la fumigación.
Asimismo, el desvío o mal empleo de los productos, la falta de
profesionalidad de algunos operarios, y la aparición de
microvertederos en los sectores hidrométricos donde se trabaja como
parte de la rehabilitación integral del acueducto.
Entre el 2009 y los dos primeros meses del 2010 han sido
impuestas más de 20 000 multas y otras penalizaciones a quienes en
el sector residencial y en los centros laborales incumplen las
normas higiénico-sanitarias.
Entre las sanciones aplicadas aparece el cierre parcial o total
de centros de trabajo que infringen reiteradamente los
procedimientos sobre higiene establecidos en los Decretos 123 y 272
del Ministerio de Salud Pública y cuentan con focos de Aedes aegypti.
¿Acaso resuelven estas medidas? Cuando se incumplen regulaciones
como esas se agrede la salud de las personas, por lo tanto cercenar
la producción de un centro de trabajo es "botar el sofá",
haciéndoles un atentado a la economía nacional y a la de los
trabajadores.
Habría que preguntarse a quién hay que botar ¿al sofá o a los
responsables? Con el desarrollo y la vida de los cubanos no se
juega.
Marta y Eulalia, dos de las personas consultadas, coincidieron en
que la indisciplina social atenta contra la barrera sanitaria que
debe existir en cada casa y zona residencial. También falta
conocimiento sobre el autoexamen focal y preocupación.
Rigoberto Larralde, vecino de Vista Alegre, fue enfático al
plantear que la efectividad de la campaña antivectorial descansa en
las autoridades del MINSAP, y, sobre todo, en la participación
activa de la familia, de la comunidad, entiéndase, de los
revolucionarios.
Para Ernesto, un operario con más de 10 años de experiencia,
todavía algunos trabajadores de la campaña realizan una inspección
formal, mientras César Garrido, morador del Reparto Sueño, dijo que
la falta de coordinación y agilidad en la recogida de los escombros
empeora el panorama.
A su juicio, esta situación es caldo de cultivo para que personas
indolentes viertan desechos sólidos en las áreas de trabajo y
aparezcan los microvertederos.
El sector residencial es el de mayor riesgo en cuanto a
propagación del Aedes debido a que el mosquito vive en nuestras
casas, donde los depósitos de agua, principales reservorios para la
cría, tienen un gran deterioro.
La supervisión intradomiciliaria coincide con el ciclo de vida
del vector. El objetivo consiste en evitar la puesta y eclosión de
sus huevos, que incluso en condiciones de desecación permanecen
vivos hasta poco más de 13 meses.
Unos 3 500 trabajadores de la campaña laboran en todas las áreas
de salud de la provincia. De esta cifra alrededor de 2 000 operarios
cierran el cerco al vector en la cabecera provincial, donde
permanecen movilizados cerca de 400 obreros de otros sectores,
quienes han sido adiestrados para apoyar la tarea.
Localmente se crean grupos de trabajo comunitario en función de
elevar el conocimiento y minimizar los riesgos de la población.
Todo este ejército de hombres desviados de sus actividades
laborales específicas y la cantidad de recursos destinados,
requieren de medidas organizativas y de una alta exigencia de las
principales autoridades de la provincia, para evitar que el mosquito
desangre la salud y la economía del país.