Análisis de la 45 Serie (1)

Muchos horarios... demasiados terrenos

SIGFREDO BARROS
sigfredo.bs@granma.cip.cu 

¡Terminó el Béisbol! Para todos los que estamos ligados a este deporte, de una manera u otra, esta fue una Serie Nacional realmente agotadora, con un receso de mes y medio motivado por la preparación para el Primer Clásico Mundial. Así, nos cogió el mes de mayo jugando a la pelota y las continuas lluvias dilataron como nunca la celebración de los play off.

Los terrenos deben de estar en inmejorables condiciones para jugar la Serie Nacional.

Pero como todo lo que comienza necesariamente tiene que acabar, ya estamos en un receso (solo eso, un receso), de cara a una temporada internacional repleta de eventos, tres de ellos con asiento en nuestro país. Nada, que la pelota nunca acaba.

Creo, entonces, que este es el momento para analizar a nuestro béisbol en general y a la XLV Serie en particular, con el ánimo de contribuir modestamente a mejorar una actividad que en nuestro medio pasa de ser un deporte más para convertirse en toda una pasión, con una longeva tradición de más de 130 años.

Uno de los problemas que más daña hoy en Cuba al espectáculo beisbolero es la diversidad de horarios durante el Calendario de la Serie, a saber: 10:00 a.m. cuando es un doble juego en estadios sin luces artificiales, como el pinero Cristóbal Labra. A la 1:30 p.m. los juegos sencillos en municipios. 5:00 p.m. si se hace necesario jugar un encuentro sellado y, a continuación, el que tocaba en el día. Comienzan a las 8:00 p.m. los partidos en los estadios cabeceras de provincia y, por último, 9:00 p.m. para el desafío televisado.

Personalmente, no conozco de ninguna liga en el mundo, de ningún nivel, que efectue juegos a tantas horas distintas. Es fácil de comprender cuánto dificulta esto la organización de un torneo tan extenso, a lo que hay que sumarles los cambios de última hora por diversos motivos.

Foto: RICARDO LÓPEZ HEVIAVale la pena analizar la conveniencia de comenzar los juegos más temprano.

Me detendré en el último de los horarios, el de las 9:00 p.m. para los choques transmitidos por la televisión. Es un criterio generalizado entre la afición que las 9 de la noche no es la mejor hora para comenzar un juego, por varias razones.

En primer lugar, ante los problemas con la transportación (y que no es un asunto de ahora que tenemos dificultades, lo ha sido siempre), lo cual conspira abiertamente contra el pasatiempo nacional, pues es imposible aspirar a llenar parques con capacidad para miles de personas que no tienen asegurado un pronto regreso a sus hogares. En más de una ocasión he escuchado esta afirmación, por ejemplo, entre los asiduos concurrentes al Latino: me voy en el quinto inning. Después no hay quién coja una guagua. Eso es rigurosamente cierto.

Pero también porque para todos los amantes del béisbol —los que acuden a los estadios o aprecian el juego desde otros lugares—, seguir un partido hasta la medianoche o entrada la madrugada es algo siempre complicado, al enfrentar al siguiente día las labores cotidianas, en un país inmerso en múltiples tareas para el desarrollo.

A ello sumemos un dato adicional: el contrasentido con la actual política de ahorro energético del país. Mientras más tarde los juegos, mayores gastos en horarios casi siempre de máxima demanda. Por ejemplo, según las indagaciones que estuvimos haciendo con algunos responsables en el Latinoamericano, el consumo promedio de fluido eléctrico en los tres partidos del play off en ese estadio fue de 2,70 megaWatts/hora, una cifra respetable, que representa el consumo promedio de unos 17 000 televisores.

A primera vista, resulta aconsejable meditar sobre la conveniencia de que el último partido de la jornada comenzara a más tardar sobre las siete de la noche, lo cual reportaría beneficios para la economía, la familia, para el individuo y para el espectáculo.

Alguien en esta reflexión podría argüir el problema de las transmisiones televisivas, pero la situación actual del país en el terreno de la difusión televisiva y radial es mucho mejor a etapas pasadas. De paso, diría que para la prensa escrita sería un alivio, porque dado los cierres de las ediciones, muchas veces hay que publicar la información de manera incompleta, trasladando a los aficionados ideas de parcialidad de los redactores del diario sobre tal o mas cual equipo, que nada tiene que ver con la realidad.

TERRENOS Y MÁS TERRENOS

Si la diversidad de horarios resulta un problema, la cantidad de terrenos distintos es otro, igual o mayor al anterior. Desde el pasado año la Serie Nacional se juega en más de 150 municipios distintos, en un intento por llevar la pelota a los más recónditos rincones de la Isla, que es bueno para la promoción del deporte y para la recreación, pero muy malo en la preservación de la calidad.

Se trata de la Serie Nacional, nuestro mayor espectáculo deportivo-cultural, el único que mantiene a millones de cubanos atentos a su desenvolvimiento, pendientes de los más mínimos detalles. Pero, lamentablemente, muchos de los parques municipales no reúnen los requisitos indispensables para el normal accionar y la protección de jugadores que son campeones olímpicos, mundiales, panamericanos y, recientemente, subcampeones del Clásico. Estrellas indiscutibles de este deporte.

Se me antoja pensar en el campeonato cubano de béisbol como nuestras Grandes Ligas. Sin pretender compararnos con ellos desde el punto de vista económico (en el deportivo sí lo comparamos y lo prueba la manera en que salimos airosos en el Clásico), no es posible categorizar nuestra Serie jugando en terrenos inadecuados, sin el nivel requerido, con piedras y sin protección en los jardines, con diferencias apreciables en la altura del montículo (no hay dos box iguales, me comentaba recientemente un lanzador).

Estadísticamente, cuando comparamos nuestra media de bateo y pitcheo, esta no difiere apreciablemente de la de otras ligas profesionales del mundo. Pero en la defensa sí hay diferencias: fildeamos para 970 como promedio (con equipos por debajo de los 969), mientras en el béisbol rentado los números enseñan un porcentaje de 980 para arriba.

¿Son tan deficientes nuestros jugadores a la hora de fildear?

No lo creo, más bien son muy deficientes muchos de nuestros terrenos y, por consiguiente, impiden un mejor desenvolvimiento, una mayor eficiencia a la hora de atrapar roletazos y capturar elevados.

Debemos respetar y proteger el nivel de nuestra pelota y, por consiguiente, se deberían establecer reglas rígidas acerca de dónde se puede jugar y dónde no debe hacerse y que este sea un factor de acicate para el trabajo por el mejoramiento de la calidad de los terrenos deportivos.

Estos son, a grandes rasgos, dos de las mayores dificultades de la pelota cubana, en términos generales. Hay más y sobre ellas comentaremos próximamente.

Análisis de la 45 Serie (2)

Análisis de la 45 Serie (3)

Análisis de la 45 Serie (4 y final)

 

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