ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Consuelito, diminutivo que ganó no por pequeñez alguna, sino por grandísimo afecto. Foto: Liborio Noval

Es inevitable: en la vida unos nos servimos de otros. Nadie puede, en sociedad, gozar de una independencia tal que no le valga lo que los demás hacen. Somos un lazo común y todos nos requerimos. 

En eso pensábamos al recordar, en el que sería su 95 cumpleaños, a Consuelo Vidal Regal (La Habana, 4 de diciembre de 1930 - 7 de octubre de 2004), nuestra inolvidable Consuelito, con el diminutivo que ganó no por pequeñez alguna, sino por el grandísimo afecto al que tan bien se avienen esos tonos gramaticales del decir.  

Son curiosas las maneras en se quedan en el público los artistas. Cada recuerdo del espectador es propio, según lo haya sacudido el trabajo que esos profesionales despliegan. La generación que fue niña en los 70, no podrá olvidar la voz de Amigo, un personaje de un programa infantil del canal 6 que, denominado Amigo y sus amiguitos, y con una música que todavía nos parece oír, contribuyó a que tuviéramos una más bella infancia, entregándonos mensajes y enseñanzas que guardamos desde muy temprano, para que nos acompañaran por la vida.

Esa voz –convincente y cercana– la puso, por 20 años, Consuelito, quien en bellos diálogos con Hortensia Soto, «la dulce y buena Estrellita», nos hizo quererlo y esperarlo cada martes, poco antes de las Aventuras.

Decir Consuelito es también, en nuestra memoria, escucharla con su natural simpatía y su extraordinaria espontaneidad, comentar las situaciones que se daban en aquel edificio que vertebraba el espacio de las noches de miércoles, Detrás de la fachada, en el que interactuaba como contraparte de ese otro nombre imprescindible de la cultura cubana que fue Cepero Brito, y que daba paso a la próxima escena. Con un singular «Mira para allá», la animadora buscaba convencer al televidente de que sus impresiones estaban en lo cierto.

Consuelo integró el elenco de Yerma, de Federico García Lorca, la primera obra dramática de larga duración que, en 1967, realizaron los Estudios Fílmicos de la Televisión. Las memorables series En silencio ha tenido que ser y Julito el pescador contaron con sus inolvidables actuaciones. En el cine también dejó su huella. Varias son las películas que la tuvieron en sus repartos, la primera, El robo, de Jorge Fraga, y, entre otras, su exquisito protagónico en Los pájaros tirándole a la escopeta, de Rolando Díaz.

Lo hasta aquí rememorado son acaso breves chispazos sobre su desempeño después de 1959, que se guardan más frescos en quienes pudimos apreciar, por obvias razones cronológicas, su trabajo después del triunfo de la Revolución. Pero lo cierto es que Consuelito era ya Consuelito desde mucho antes, dueña de un impresionante aval, iniciado en la radio, que se remonta a 1944, cuando integró el movimiento de aficionados Voces nuevas, de la RHC, Cadena Azul, y desde entonces se enrumbó a desarrollar una carrera brillante como locutora, animadora y actriz, en radionovelas que conforman la historia de la Radio Cubana. No es de extrañar entonces que entrara a la Televisión –donde conocería  a su futuro esposo, y padre de sus hijos, el destacado director de espectáculos musicales Amaury Pérez García– desde sus albores, por la puerta ancha. 

Dramatizados, comerciales, espacios humorísticos y de conducción le serán ofrecidos a esta joya de la comunicación que en cada entrega gana un sitio en el alma popular. En una entrevista recogida en el libro Rostros que se escuchan, de Josefa Bracero, Consuelito cuenta una anécdota vivida en Angola, a donde fue como parte de las brigadas culturales para actuar ante los combatientes internacionalistas:

«Soy muy cobarde, cuando fui tres meses en 1978 a Angola, tenía tanto miedo a las emboscadas de Sabimbi, que tomaba dos o tres buches de ron antes de montarme en esos jeeps. Yo decía: “Por si me muero, morirme contenta”(…). Empecé divina, con unos discursos que me quedaban estelares, hasta que, en el mismo predio de Luanda, me llamó el jefe de todos los médicos y me dijo: Consuelito, no. Ya ellos reciben bastante teoría, su misión aquí es hacer reír». 

Algo sucede, lo mismo al leerla que al pensarla o escribir sobre ella. Ante nosotros estalla esa voz acompañada de su risa, o de su tenacidad al expresarse, y volvemos a tenerla enfrente. Cada quien de los que disfrutamos su arte tendremos, al evocarla, nuestras íntimas vivencias; en lo que sí habrá una coincidencia será en el inmenso gusto que regocija el espíritu, cuando alguien que anida en él se nos acerca y avalado por la garantía de lo entregado, nos hace sentir complacidos.

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