ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Entre mis sueños íntimos, anhelo visitar los países de mis poetas para caminar por sus calles, contemplar sus casas –si resistieron el tiempo como sus mejores páginas– y recrear, quizá sentado en sus bancos preferidos de ciertos parques, aquellos segundos escapados de la fugacidad del reloj hacia la eternidad de un poema.

Comenzaría mi recorrido en España, porque su nombre acude a mí en oleadas de versos. Allí señalaría como el primer punto de mi mapa a Orihuela, en Levante, donde 115 años atrás nació Miguel Hernández.

Aunque, por el momento, ese itinerario habita el reino de la imaginación poética, también emergió de ella una alternativa para calmar mis ansias de recordar a ese hermano, más allá de sus palabras: un muro dedicado a él en un hogar de Jaimanitas, La Habana, gracias a la sensibilidad del genial artista José Fúster.

Hace unos meses abandoné mi pequeño pueblo –tan seguramente parecido al de Miguel– para buscar oportunidades profesionales en la capital cubana. ¿Qué me diferenciaba entonces de él cuando tomaba el tren a Madrid, varias décadas antes?       

Sin embargo, al final del viaje coincidimos en este regalo, este santuario para confesarle mis penas y mis ilusiones a quien me llevó a vibrar con su Hijo de la luz y de la sombra, y alumbró el fondo de mi ternura cuando escuché por primera vez sus Nanas de la cebolla, en la voz de Serrat.

Las tormentas cotidianas, con su prosa vulgar, me han impedido percatarme de mi suerte, y todavía le debo el agradecimiento al destino. Apenas me sobra tiempo, pero desperté con el compromiso de verlo en su pared y ofrendarle este homenaje.

Aunque ya leí su obra completa y conozco de memoria pocas de sus piezas, demasiado me queda de él. La oscuridad del odio acabó con su vida –hace 83 años–, pero lo encuentro fundido en la luz, detrás de las palabras nunca dichas, para estremecernos de nuevo.     

Desde las frases y los retratos dibujados en aquel muro, Miguel Hernández vigila el amor de los hombres en este rincón de Cuba, convertido en otra Orihuela para su renacimiento cada día, mientras sobreviva, en un papel, en una mano y un corazón, la poesía. 

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.