ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Eduardo tenía mucho por decir todavía, mucho para acompañar y alegrar a un público que, en cada cita, lo aclamó con vehemencia Foto: tomada del perfil de Facebook del artista

Guantánamo. –¿Será que de algún modo la muerte le anticipó el aviso, en la antesala del que –dicen– es el último, el viaje definitivo de los mortales? Ese misterio la vida no lo llega a desentrañar, aunque procure explicárselo frente a enigmas como este. 

«Volveré porque sí», dijo Sosa, en las lomas de estos lares, y bastó apenas una semana para entender que, en aquellas tres palabras, había una premonición. «Volveré…» dijo, abrazado a la guitarra que se hizo bohemia con él, y que fue, junto al verso, su cómplice y compañera.

Uno más ha de haber sido Eduardo, entre los adolescentes que desandaban los trillos laberínticos de su natal Mayarí Arriba, Santiago de Cuba. Uno más, cuando los arroyos y las montañas, los guateques y la vida montuna le inocularon el verso trovadoresco.

A ese «contagio poético», hermoso, puro como el aire insurgente del lomerío santiaguero, el entonces futuro bardo no lo quiso expulsar de sus venas. Por el contrario, le dio vida en ellas, lo mimó como a la guitarra, y fundidos los tres, se subieron al escenario, mas no para trabajar.   

Más allá del desvelo, y al margen de la pasión como artista, no era trabajo lo que hacía el juglar. Fue de otro tipo la conexión con sus públicos. Al blandir la guitarra, afinar la voz y desgranar canciones, Eduardo Sosa sintió que entregaba el alma.

Hace apenas días, en una noche helada de este febrero, él mismo se lo dijo a un colega, al término del concierto a guitarra limpia, coreado y acompañado por integrantes de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, cuando anunció que volvería. 

Invitado a la presente edición de ese evento, regaló un recital en la meseta yaterana de La Clarita, justamente por donde pasa el meridiano 75, el que fija la hora de Cuba.

Poco después se esparcía la mala noticia. ¿Quién sabe a cuánta gente dentro y fuera del archipiélago las mantuvo en vilo? A veces parecía como que el mundo intentaba darle poderes de sanación a lo que se admira, y hasta que quería concentrarlos en la sala de Cuidados Intensivos del mayor hospital del Alto Oriente Cubano, el Agostinho Neto.

Allí estaba el autor de A mí me gusta, compay, y de decenas de tonadas y de cubanísimas melodías, cotidianos himnos que acompañan a los que han tenido el privilegio de vivir los tiempos de Eduardo Sosa Laurencio.

Allá, moribundo ya, libró en silencio el más duro de sus combates. Eduardo no debía ni quería dejar prematuramente este mundo, en la plenitud de su vuelo artístico. No había cumplido aún los 53 años de edad.

Eduardo tenía mucho por decir todavía, mucho para acompañar y alegrar a un público que, en cada cita, lo aclamó con vehemencia, regalándole sus aplausos, el mismo público que tararea sus canciones, compañeras de sueños y bregar de una Isla. Duele más, por eso, la partida del trovador. 

La noticia de la celada que la

hipertensión le tendió, hizo vivir jornadas de incertidumbre. Y la otra, la más triste noticia, la más temida por millones en Cuba y en quienes la habitan en cualquier parte, llegó. Están de luto la trova, la cultura, la cubanía. 

De hondas raíces parecían hechas las cuerdas de la guitarra y de la garganta de Eduardo Sosa. Sus tonadas nacieron en lo intrincado del alma, dictadas como por voces de montañas y arroyos, o por el hacer de una vecindad y su imaginario.

Identidad, chispa, donaire y acento cubano poblaron esos ritmos y melodías, paisaje de un país, policromía de sueños, tradiciones, memorias; hay de todo eso en la cancionística, también insurgente, del cantor entrañable.

A Cuba y a los cubanos, Eduardo Sosa los amó y los acompañó en las verdes y en las maduras. Con su canto los defendió sin ambigüedades ni rigideces a ultranza. Supo ser indómito y nítido, sin atisbo de populismo.

En él, en su música y en sus actos, ningún guiño desleal entonó estribillo ni encontró sonrisa servil. Tampoco cedió a la vulgaridad, de moda en más de un circuito. Virtuosa, espléndida, bella simbiosis auténtica de lo culto y lo popular. Así es la obra de este juglar que nos deja, sin que dejemos de preguntarnos si lo hace realmente.

Fiel a la crónica –que también lo es su trova–, hay en ella inquietud social, anhelos y resistencias cantadas y contadas con gracia, sin esa trivialidad que la industria de la música ha enquistado en no pocos de sus distritos. Eduardo, que habita la música porque vivió para ella, no encajó en ese concierto.

Compuso para alegrar. Cantó en el amor y en los sinsabores. Su canto alentó la sin igual resistencia de un país, y seguirá siendo parte de él y de ella. Esos tonos les dan un matiz único a los versos de quien nació entre las lomas de Tumba Siete.

En tiempos necesitados de almas como la suya, la Isla lo extrañará. Eduardo Sosa nos deja un legado hermoso; y volverá renacido en voces auténticas. Y advertiremos en ellas al cantor que desde una loma anticipó su regreso.

DE SU VIDA Y OBRA

  • Nació en Mayarí Arriba, en la provincia de Santiago de Cuba, el 18 de abril de 1972.
  • Licenciado en Educación Artística, fue un fiel exponente de la Trova y defendió el género desde sus raíces más autóctonas.
  • En 1997 formó el Dúo Postrova, junto al joven santiaguero Ernesto Rodríguez, para luego continuar su carrera en solitario.
  • A lo largo de su trayectoria artística recibió múltiples reconocimientos y condecoraciones, que le valieron la admiración y el respeto del pueblo.
  • Fungió por más de diez años como presidente del comité organizador del Festival de la Trova Pepe Sánchez, en Santiago de Cuba.
  • Durante su exitosa carrera representó a Cuba en múltiples eventos internacionales, de carácter cultural y político
  • Fue elegido como diputado a la x Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el año 2023.
  • En el x Congreso de la Uneac fue elegido vicepresidente de la organización, responsabilidad que desempeñaba al momento de su deceso.
  • Fue reconocido con la Medalla Alejo Carpentier y la Medalla Abel Santamaría, las distinciones Raúl Gómez García y Por la Cultura Nacional, la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez, y la Moneda 50 Aniversario del Movimiento de la Nueva Trova.

 

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

Lissette dijo:

1

13 de febrero de 2025

04:37:36


Siempre estarás presente!

Víctor dijo:

2

13 de febrero de 2025

14:57:58


A la sobrevida con que retorna Sosa a la presencia permanente en la trova, la música y la cultura cubanas, el colega Llamos Camejo lega esta imprescindible crónica vibrante entre creadores agradecidos.